Revista Educación

Onírico

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Onírico

Un niño solo en el bosque. No, es frondoso pero más bien parece una especie de invernadero de esos generosos de película americana, con forma de casita y abundante vegetación. Todas las especies de flores y plantas imaginables en un espacio de colores vivos en un fondo azul petróleo.

Destacan entre la espesura distintas criaturas. No se aprecia bien la especie a la que pertenecen, pero claramente son inofensivas. Sí ves claramente que hay algunos escorpiones construidos con cerillas, que atrapan graciosamente entre sus patitas a animales de pequeño tamaño.

De repente, no es un niño el que contempla la escena, sino un grupo de ellos. Y el que vimos al principio tiene que liberar al resto superando hasta siete pruebas. No es posible conocer el motivo del cautiverio, ni el porqué de los trabajos que les imponen, pero sí que tiene que conseguirlo solo. Realmente son pruebas muy sencillitas.

En ese momento te percatas de que no son niños, sino dibujos de niños, de esos simples y de un solo trazo que pintamos cuando tenemos cuatro años, de esos que tantas veces se usan para alguna serie de televisión o para ilustrar cuentos. Todos sonríen con sus bocas dibujadas con un arco de un solo trazo.

Todo se complica en la última prueba, que consiste en lanzar al infinito unas lianas hechas con hilos de lana y separar todo el bosque. El niño no consigue que la lana se quede suspendida en el aire por sí misma y haga caer tanta frondosidad. Se le une una niña, otro niño más, y así hasta que todo el grupo termina haciendo la prueba. Es en vano.

El niño eres tú, que optas por llamar a mamá y la llevas de la mano a contemplar a unos de los escorpiones de cerillas en plena faena sobre una repisa, apresando lenta pero hermosamente algo entre sus patitas. Ciertamente es un espectáculo digno de ser contemplado.

Y te miras la mano. Tres patitas de un verdadero escorpión se acercan a ella peligrosamente. Y gritas, aterrado:

- "¡¡Me mue...!!"

El "-ro" no llega a salir de tu garganta porque ya has despertado sobre tu cama. No sólo tú, también lo ha hecho quien duerme a tu lado que intenta tranquilizarte después de la pesadilla. La primera vez se sobresaltó contigo, la segunda quizás también, lo mismo que aquella vez en que le hablaste cosas incomprensibles en sueños. Hoy se limita a decirte que vuelvas a dormirte, como lo hacen todas las personas que alguna vez han contemplado tu sonambulismo.

Hay un día en que dejas de dormir. No sabes por qué, pero así es y así será para siempre. Otros lo notan en la vejez, cuando tienen hijos, o cuando llegan las primeras preocupaciones, y los hay que siguen siendo mantas hasta el final, pero tú llevas así desde que eras un niño y descubriste que todo, lo bueno y lo malo, lo pagarás siempre con largas noches de insomnio, cuando no con sueños en vivos colores en los que eres capaz de verte a ti mismo encadenando locuras.

Son las cinco y cuarto de la mañana y el corazón te palpita a mil por minuto -todavía lo hace- pero tú sólo tienes ganas de reírte de tu propia ridiculez, pero sería una falta de respeto hacia la otra persona, claro.

¿Será porque has visto las películas de la saga Alien demasiado seguido? ¿Tal vez has vuelto a cenar demasiado? Ayer solo tomaste café dos veces, de hecho. No hay explicación, siempre hay algo capaz de robarte el sueño.


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