Como dijimos en la entrada anterior, la onomaturgia es el concepto lingüístico que se refiere a la creación de palabras por parte de personas concretas. Es decir, palabras acuñadas por alguien en particular en un momento determinado.
Entre los ejemplos que mencionamos estaba la palabra "conspiranoia", que se relaciona estrechamente con otra de las palabras que, como ya dije, guardo en mi colección onomatúrgica.
Esa otra palabra es magufo, creada por Xoán M. Carreira en 1997, mediante la combinación de "mago" y "ufólogo", para referirse a los profesionales del ocultismo. Después su significado se ha ampliado y se usa para denominar a aquellas personas que propagan pseudociencias y teorías conspiranoicas y a quienes creen en ellas.
Otra palabra que guarda relación con lo oculto, lo misterioso y lo mágico es numinoso, a la que le dedicamos una entrada en su momento.
El término "numinoso" fue creado por el teólogo y filósofo alemán Rudolf Otto (1869-1937) para denominar la oposición entre lo terrenal y lo sobrenatural, ese “misterium tremendum que inspira temor y veneración”.
Y a mí es que eso de "misterium tremendum" me chifla, la verdad.
También me chifla una palabra muy simpática que acuñó don Miguel de Unamuno para referirse nada menos que al arte de hacer pajaritas de papel, al que él mismo era aficionado. A esta poética ocupación la denominó cocotología, a partir del francés cocotte, que significa justamente "pajarito", "pájaro joven". Unamuno dejó constancia de su creación en un ensayo titulado Apuntes para un tratado de cocotología (1902).
No sería justo hablar de onomaturgos, es decir, de creadores de palabras, y no mencionar a John Koenig, a quien también le dedicamos una entrada tiempo ha.
Como probablemente sepan ustedes, Koenig es el creador del Dictionary of Obscure Sorrows, en el que recoge numerosas palabras acuñadas por él mismo para denominar emociones, sensaciones y sentimientos que en la mayoría de los idiomas no tienen un término específico que las denomine.
Entre sus creaciones está, por ejemplo, la palabra agnosthesia, que denomina el "estado de no saber cómo nos sentimos respecto a algo", y está formada a partir del griego agnostos ("desconocido") y diathesis ("estado de ánimo"). Otro ejemplo es adomania, que es la sensación de que el futuro está llegando antes de tiempo.
No creo que las palabras de Koenig lleguen a ser de uso común en algún idioma como para entrar en los diccionarios generales, porque suelen ser complejas en su significado y requerirían adaptaciones ortográficas, pero como puro ejercicio de creación intelectual son admirables.
Por último, para terminar con unas risas, permítanme incluir aquí unas tontas palabras acuñadas por mí misma, como mero divertimento léxico-semántico.
Una de esas palabras tontas es pelibro, que se refiere a un libro que, por la razón que sea, resulta peligroso.
Otra, sumamente tonta, es cacturado, que denominaría a alguien que ha quedado atrapado en un cactus.
Igual de tonta es tabernícola, que no es otra cosa que un habitante de las tabernas.
Y por último tenemos el tonto término bibliotez, que sería un libro que es una idiotez.
Ya ven, la onomaturgia, que tiene un nombre tan serio y solemne, también se presta al juego, la broma y el esparcimiento.