La onza de oro sigue dando señales de debilidad. Desde que el pasado 21 de junio marcase un nuevo máximo multianual en los $1.265,30 el metal precioso ha venido corrigiendo el impulso previo. Ya decíamos en anteriores análisis que no encontrábamos ‘drivers’ para llevar más arriba al oro. La renovada fortaleza del Dólar y unas perspectivas que apuntan hacia presiones deflacionistas más que inflacionistas en el medio plazo lastran a la onza.
A corto plazo, vemos que el precio ha encontrado apoyo en la media de las últimas 100 sesiones. Lo normal sería que consolidara posiciones para luego ver un ataque a la media de las últimas 200 sesiones. En cualquier caso, la onza de oro permanece desde hace meses instalada cómodamente por encima de los 1.000 dólares la onza. Además, el metal precioso se mueve lateral-alcista y sin visos de perder el nivel de los $1.044,48 que es dónde se situaría su primera resistencia relevante de medio plazo.
Sin embargo, al analizar los osciladores vemos que tanto el estocástico como el índice de fuerza relativa se encuentran en niveles de sobreventa. Recordemos que la divergencia bajista que dibujó el estocástico nos señaló un giro brusco en la tendencia y que ya adelantamos en su momento.
En cualquier caso, hay que tener muy en cuenta que la evolución reciente del oro está muy ligada al miedo a una crisis abierta de deuda en Europa y su posible efecto contagio al resto de países desarrollados. Esto hace buscar refugio en el metal precioso ante una posible implosión de la Zona Euro. Del mismo modo, muchos traders apuestan por el oro como cobertura ante posibles aumentos de la inflación en el medio plazo. Aunque estas presiones inflacionistas parecen por el momento más que controladas.