Ayer estuve en la opera escuchando Eugene Onegin de Chaikovski; una historia de amor ambientada en la Rusia de la zares. El conjunto de la obra estuvo muy bien, con gran actuación de Ainhoa Arteta, del coro y del ballet, y con un decorado muy atractivo donde hubo hasta agua.
Y hablando de decorado, lo que más me impresionó fue observar la cantidad de mujeres operadas –valga el juego de palabras– de todo: nariz, labios, frente, párpados. Pero no una o dos o tres, parecía un ejército de robots sin expresión vestido con sus mejores galas.
Y pensé, entre acto y acto, que ya somos una sociedad avanzada, que ahora nuestra mayor preocupación es morir con apariencia de jóvenes.
Buen argumento para un libro. Los malos son los cirujanos plásticos, ¿verdad?