Los tiempos siempre son importantes cuando se trata de alcanzar nuevos hitos en el desarrollo de los pequeños, y normalmente son ellos los que marcan el ritmo. Cada niño tiene su momento, su velocidad, y puede que unos estén preparados para conseguir ciertos logros antes que otros, mientras que para otras cuestiones haya que esperar más. Antes de empezar, repasé varias webs y blogs en busca de consejos, y la verdad es que encontré material para todos los gustos. Incluso alguno con guías paso a paso de cómo conseguir olvidarse del pañal en tan solo un fin de semana. La verdad, no me quiero imaginar dando de beber agua y zumos en cantidades desmesuradas durante todo el día a los peques para ir detrás de ellos con la fregona y el cubo. No me hubiera gustado pasar por eso, y creo que a los niños tampoco.
Así que mejor que ellos marcaran su propio ritmo, y nosotros buscamos el momento más adecuado. Antes del verano, decidimos empezar a probar con la pequeña Leia, más dispuesta a colaborar, para no saturarnos con dos padawanes salvajes en libertad a la vez. Antes incluso de ir a pasar unas semanas a la playa, que se supone el momento ideal. Y la verdad es que desde el principio fue bastante estresante. Desde la primera noche durmió sin pañal, y durante los primeros días rara era la mañana que amaneció con la cama mojada. Un aguante increíble el de la pequeña. El resto del tiempo había que estar pendiente a ella, alerta a cualquier síntoma o indicio, y llegamos a desesperarnos en más de una ocasión, pero en cuanto comprendió qué era lo que esperábamos de ella, ya todo fue a mejor. Es muy receptiva, y atiende y entiende perfectamente las charlas. Durante un par de semanas, teníamos escapes y olvidos, pero pronto alcanzó el punto al que queríamos llegar: que fuera ella la que pidiera el pipí por sí sola.
El pequeño Luke empezó un par de semanas después, cuando su hermana ya tenía algo de rutina asumida, ya en la playa. Y se adaptó al ritmo muy rápido, aunque por la noches dormía con pañal. Los accidentes, olvidos, y charlas se repetían, a veces incluso a pares, y más de una vez llegamos a perder de vista la luz al final del túnel. Pero poco a poco, los pequeños aprendices empezaron a dominar sus poderes, cada vez más controlado. Con Luke no pudimos prescindir de los pañales nocturnos, no aguantaba tanto, aunque muchas mañanas se levantaba seco. El resto del mes fue un examen constante de su dominio –y nuestros nervios–, su autocontrol –y el nuestro–, repetición de rutinas y control de daños. El mes de julio nos dejó a nosotros un bonus de +2 a la Paciencia. Es lo que tiene que sean ellos los que marquen su propio ritmo y su momento.
Para finales de mes, de vuelta ya a casa, teníamos ya planteado un nuevo reto: nos íbamos de viaje unos días a Italia, a Roma y Florencia –esto tiene un post pendiente–. Una de las maletas que hicimos estaba reservada exclusivamente a mudas y ropa de repuesto. Pero casi podríamos habérnosla ahorrado. En todo el viaje no hubo ningún escape, ni nos acordamos de los pañales, y los padawanes se manejaban ya con una soltura increíble, en baños públicos, bares, hoteles, el avión... Dominio total del Lado Luminoso de la Fuerza. A la vuelta a casa, Luke también se despidió por fin de sus pañales nocturnos.
Aún así los incidentes siguen sucediendo, y me temo que seguirán por un tiempo. Sobre todo al cambiar las rutinas y los hábitos, pasar un fin de semana fuera, un día en la playa, salirnos de lo habitual. Volver de estar un par de días fuera es posible causa de un paso atrás. Otra cosa será que aprendan a manejarse por sí solos con todo lo que rodea el uso del baño, bajarse y subirse bien la ropa, limpiarse solos, lavarse las manos. Me temo que para el comienzo de curso –que también tiene otro post pendiente– vamos a tener unas semanas intensas. Que la Fuerza nos acompañe...
¡Que la Fuerza os acompañe!