Revista Opinión

Operador de campañas digitales anticubanas es aupado por grupos golpistas en Santa Cruz, Bolivia

Publicado el 22 julio 2022 por Santamambisa1
Operador de campañas digitales anticubanas es aupado por grupos golpistas en Santa Cruz, Bolivia

Quienes pretenden terminar con el sistema socialista de una nación independiente se apoyan en Estados Unidos y su clásica injerencia política. Esa que funciona en otros países, pero no en su vecino ubicado a 90 millas náuticas.

Para insistir otra vez, se apela a viejas recetas. Son las que están sintetizadas en lo que podría llamarse el manual de los golpes de Estado blandos del siglo XXI. Un libro del politólogo Gene Sharp (1928-2018) llamado De la dictadura a la democracia, de 1993. Lo que no funcionó con sanciones diplomáticas, ni con la lista de países parias diseñada en Washington, ni con tareas de ablande, ni con un bloqueo de más de seis décadas, se intenta nuevamente desde las redes sociales con generoso apoyo externo.

Así como hace un año el Gobierno de La Habana responsabilizó por las protestas a sectores organizados por EE.UU, ahora sucede otro tanto. Pasó también con sus líderes, como Yunior García Aguilera, hoy residente en España. El dramaturgo que tuitea a destajo contra la Revolución cubana desde Madrid tiene hoy quien lo acompaña, pero desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.

Es Magdiel Jorge Castro, un joven licenciado en Microbiología que se formó en la universidad pública habanera. Tomó protagonismo como su compañero en el Grupo Archipiélago. Los dos le dan voz a la consigna Patria y Vida que no consiguió los efectos buscados en un país asediado, con escasez de insumos básicos y una economía jaqueada por la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania. Su utopía es que Cuba se convierta en Sri Lanka. Sueñan despiertos y lo divulgan en Twitter, la red donde están más activos.

“El imperio nunca descansa”, dijo una vez Noam Chomsky, y con relación a Cuba se basa en evidencias empíricas. El sábado 9 de julio, por medio de su secretario de Estado, Antony Blinken, EE.UU. comunicó que les retiraba las visas a 28 funcionarios del Gobierno cubano. El argumento fue que “están implicados en la represión de las protestas pacíficas del 11 de julio de 2021”. Granma publicó ese día lo que el presidente Miguel Díaz Canel llamó “ridículo anuncio del Gobierno imperial”.

Dos veces, en enero y junio de este año, y una más en noviembre de 2021, el Departamento de Estado había adoptado medidas similares “contra funcionarios del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias”, completó la agencia cubana Prensa Latina. Blinken justificó las restricciones de visados recientes a “las acciones de los funcionarios del Gobierno cubano que limitan el disfrute de los derechos humanos y sus libertades fundamentales”.

Problemas cotidianos

Estas sanciones diplomáticas parecen poco comparadas con la escalada de problemas que afectan a la isla. Apagones por la caída de varias plantas termoeléctricas en pleno verano, la peor zafra del último siglo –según publicó en un artículo el director del portal Cubadebate, Randy Alonso, el 1° de julio–, ingresos en divisas para el país que todavía no recuperaron el nivel previo a la pandemia y la base de todos los males, el bloqueo que a Cuba le cuesta 12 millones de dólares diarios, según el mismo periodista. El incremento de los ingresos en la industria turística no alcanzó todavía los estándares del bienio 2017-2018, más allá de que levantó la entrada de viajeros.

Cuba sufre también un espiral de hostilidades en sus costas. El Gobierno lleva interceptadas 13 lanchas rápidas con 23 tripulantes provenientes de Estados Unidos dedicados al tráfico de personas. El Ministerio del Interior informó a fines de junio: “Además de la peligrosidad inherente a estos hechos, que implican riesgos y pérdidas de vidas humanas, recientemente han ocurrido situaciones de mayor violencia y agresividad con el empleo de armas de fuego contra las tripulaciones de unidades de superficie de Tropas Guardafronteras”.

A esto se le agrega la explosión del tradicional hotel Saratoga en La Habana el 6 de mayo pasado, con 46 muertos, incendios en depósitos de tabaco, ataques a la empresa de telecomunicaciones Etecsa y el alza del precio del petróleo, que pasó de 71 dólares el barril en junio de 2021 a casi 118 un año después, con las dificultades de abastecimiento que esto conlleva.

Todas estas causas, sumadas a las sanciones económicas que Estados Unidos le aplica al país con método y persistencia, más los intentos desestabilizadores 2.0, transforman a Cuba en una Troya moderna, pero donde el caballo de madera nunca logró atravesar sus murallas. Aquella ciudad sitiada que inmortalizó Homero resistió 10 años hasta que fue tomada. Cuba lleva ya más de 60. Lo que equivale a seis guerras de la antigua Grecia.

Ese es el contexto sobre el que operan los movimientos que llaman a la insurrección desde el exterior. Con base en Europa, algunos países de Latinoamérica y la plataforma de Miami, histórica sede de las maniobras más audaces contra la isla para ahogarla o tomarla por la fuerza.

García Aguilera y Castro salieron hacia España y Bolivia después de integrar el Grupo Archipiélago, al que abandonaron cuando dejaron Cuba. Los dos se mostraron muy activos en los días previos al primer aniversario del 11 J. Convocan por sus redes como si fueran a marchar, pero con consignas virtuales y algunas declaraciones que demuestran su horizonte político.

El primero se reunió en noviembre del 2021 con el líder del Partido Popular español, Pablo Casado Blanco, quien le dio su apoyo. Yuri no gusta de ninguna expresión de izquierda, ni siquiera de las que ganan elecciones democráticas como las que exige para su país. Después de los comicios que ganó Gustavo Petro el 19 de junio, escribió en su cuenta de Twitter: “Colombia no ha votado con el cerebro o el corazón, ni siquiera con el estómago, ha votado con el hígado”.

Castro, que nada tiene que ver con los históricos dirigentes de la Revolución cubana, se instaló en el departamento de Santa Cruz, bastión de los sectores golpistas que contribuyeron a la salida de Evo Morales del Gobierno en noviembre de 2019. En esa región de Bolivia lo hicieron sentir uno más. Pese a que ingresó de manera ilegal al país, no pasó por el trance de los médicos cubanos que durante el golpe de Estado fueron detenidos por el régimen de Jeanine Áñez, hoy presa con condena.

En su nación de acogida, ya en democracia, Magdiel tuitea de manera sistemática casi todos los días contra el Gobierno cubano. Regularizó su situación migratoria, obtuvo la residencia temporal por dos años y consiguió un empleo bien remunerado en el Servicio Departamental de Salud (Sedes) santacruceño gracias a su diploma de microbiólogo.

Cercano a los comités cívicos que son el núcleo duro de la oposición al presidente Luis Arce, se unió también a la ONG Ríos de Pie financiada desde EE.UU. Esta organización tiene una joven dirigente que apoyó el golpe de Estado contra Evo y lo justificó públicamente en un discurso ante los representantes de la OEA. Se llama Jhanisse Daza Vaca y, a diferencia de Castro, se graduó en Estados Unidos en la Universidad de Kent, Ohio. También estudió en la Harvard Kennedy School, donde cursó el programa “Liderando movimientos no violentos para el progreso social”. La coartada que todos estos grupos tienen gracias al politólogo Sharp, a quien se atribuye la teoría de los golpes blandos. Esa que consiste en cinco pasos y que comienza con el ablandamiento de los Gobiernos que no responden al comando de Washington.


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