Revista Comunicación

Opinar en tiempos electorales

Publicado el 15 diciembre 2015 por Humberto M. Fresneda @hmfresneda

Escribir en los medios de comunicación no es cuestión baladí. Hay una máxima en el periodismo, atribuida tanto al editor Charles A. Dana, uno de los inventores del periodismo informativo como a CP Scott, histórico director de The Guardian y uno de los creadores del moderno periodismo de información  que dice que los hechos son sagrados y las opiniones libres.

Por eso informar no está al alcance de todos, porque contar un hecho no es solo describir algo que ha pasado sino contextualizarlo debidamente documentado para dar todas las claves posibles para que ese hecho se conozca en toda su dimensión.

Por eso libertad de información y libertad de pensamiento se rozan peligrosamente. Todos tenemos la capacidad de imaginar o fantasear libremente sin más límites que los que nuestra conciencia nos ponga, pero eso no lo podemos elevar a categoría de información. Ahí está el riesgo.

La mezcla de hechos con juicios de valor es una de las técnicas de manipulación más utilizadas y sutiles que utilizan periodistas y medios y no es precisamente ético ni instructivo.

Debemos por tanto, decirle a nuestro lector cuando lo que está leyendo pertenece al ámbito de la información y cuándo al de la opinión.

Y opinar no es fácil. Hacer un juicio de valor de algo es más bien complicado. Porque para opinar hace falta, para empezar, algo obvio: saber de lo que se opina.

Los manuales de la argumentación dan siempre cuatro pautas para poder opinar con garantías:

  1. Enunciar la afirmación que queremos confirmar o refutar.
  2. Establecer las premisas o términos en los que basaremos el argumento
  3. Presentar los argumentos
  4. La conclusión o para ser más precisos, la confirmación o refutación del enunciado principal.

Hay que fijarse que lo que es puramente opinión se reduce al punto número 4 que sin los anteriores no tiene ni credibilidad ni garantía de que se pueda tener en cuenta. Para opinar, además de saber, hay que poder dar voz a las ideas de manera original y atractiva y hay que tener lo que siempre se ha llamado, buena pluma. Y, esto no está al alcance de cualquiera.

Como vemos y comenzaba al principio, opinar no es cuestión menor. Y opinar en tiempos electorales menos aún. Porque la opinión apasionada, la opinión ideologizada, la opinión desesperada o la opinión partidista quita peso a un juicio honesto de la cuestión juzgada.

Todos pueden opinar, podemos opinar pero sólo aquellos que cumplan ortodoxamente con las pautas citadas y le añadan responsabilidad serán aquellos de los que podamos decir que son referentes y fiables.

Y en tiempos electorales….poquitos.

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