Para la Real Academia Española de la Lengua una opinión es un dictamen o un juicio que se forma de algo cuestionable.
Opinar podemos intentarlo todos, que para eso es gratis y la RAE no hace distinción para su ejercicio en atención a la raza, sexo o la religión del atrevido opinador. Pero estaremos razonablemente de acuerdo en que una cosa es tener opinión, y otra muy distinta tener criterio sobre determinado asunto.
Por ejemplo, sobre la célebre reforma del mercado de trabajo español hay opiniones que merece la pena escuchar; una ronda estos días el espacio económico común; es la del presidente del Banco Central Europeo, señor Trichet, que reclama para España una reforma laboral en serio y sin más dilación.
La opinión de Trichet es cualificada, es externa e independiente, y no arriesga su puesto de trabajo al expresarse. En razón de su cargo se presume que es una persona bien informada, que conoce en profundidad la dispar regulación sobre la materia en el seno de la Unión Europea, y que es consciente de las negativas repercusiones por las que caminará España si nos obcecamos en continuar con nuestro actual sistema de contratación, negociación y excesiva protección laboral.
La opinión de Trichet no es la única en este sentido; antes se pronunciaron en parecidos términos el Gobernador del Banco de España, el FMI, la OCDE, el comisario Joaquín Almunia…… el problema está ya suficientemente diagnosticado.
Hoy mismo el Presidente del Gobierno, acorralado entre tanta opinión de expertos y la espada de los sindicatos, como una pelota contra la pared ha manifestado que una cosa es opinar y otra gobernar. Bienvenidos a la arena política; no siempre lo necesario es compatible con la tarea de gobierno, entendida esta última como el fin último a perpetuar.
Parece ser que el 31 de julio es la fecha tope en la que el Gobierno, Patronal y Sindicatos esperan llegar a un acuerdo, tras más de un año de diálogo estéril, para tratar de introducir mejoras en el funcionamiento del mercado laboral. Desgraciadamente ya se sabe que ninguna de las necesarias transformaciones que necesitamos se van a acometer.
La fórmula perfecta para convertir un problema en una catástrofe es ignorarlo; el único alivio es que las pompas fúnebres son las únicas que están sorteando la crisis de empleo que nos azota; esperemos que llegado el día lo sigan haciendo; hasta el momento seguiremos opinando al tuntún y enarcando las cejas esperando pacientemente que las cosas empeoren.
Por cierto, esta noche de San Juan es la noche más larga del año para algunos; aunque para otros técnicos es la más corta. Cuestión de opiniones, ¿no?