Asturias. Años 90. Javier y María, dos escritores de éxito, viven felices en su casa del pueblo, alejados de la ciudad. Parece que están en su mejor momento, pero la tranquilidad no durará por mucho tiempo... Una desaparición cambiará todo. ¿Cómo se explica lo que va más allá de la lógica? ¿Se puede aceptar lo que no comprendemos?
La música presente desde que pisas la sala te sumerge en una atmósfera oscura y te acompaña durante toda la función. Esta composición está muy bien equilibrada con los instantes claves de la trama.
A lo largo de lapso, la ambientación juega un papel muy importante en la trama y los detalles te transportan a otra época y a una historia, la cual, se vive intensamente.
Es una obra arriesgada, que entrelaza muchos estilos narrativos, llevándola a un nivel superior de originalidad y de complejidad.
Las tramas se abren lentamente y se cierran por sí solas o el espectador las cerrará en su mente, pues es una obra que deja algunas incógnitas y que resuena en tu mente hasta incluso días después de verla.
Laura Mayo, Chema Coloma, Alfonso Muñoz y Pablo Blanco son los protagonistas de el lapso.
Tanto a Laura como a Alfonso ya les había visto en otros trabajos muy distintos a este y me ha encantado su versatilidad.
Chema Coloma con su dualidad y Pablo Blanco como personaje sorpresa y que aporta frescura a la trama han sido un gran descubrimiento.
El personaje que interpreta Laura tiene unos monólogos muy intensos, llenos de miedos, sueños y anhelos. Lograr que el público esté enganchado a cada palabra es complicado y ella lo hace fácil.
Estos momentos tan íntimos del personaje reflejan muchas cosas que serán importantes en la historia, pero no somos conscientes de ello.
Chema Coloma es un camaleón escénico y nos regala una actuación inigualable. El papel está hecho a su medida. Además de hacer el tránsito de un estado de ánimo a otro de manera natural entre diferentes registros.
Alfonso Muñoz deslumbra en los momentos más oscuros del texto. Es el nexo de unión entre la locura y la cordura. Interpreta a un personaje que enriquece la narración de manera fantástica.
Pablo Blanco, a través de la comunicación no verbal y a través de sus silencios cargados de muchas intensiones y palabras no dichas, nos regala una actuación emocionante.
Diego Da Costa en la dirección y Julio Viñuela en la dramaturgia se complementan a la perfección. Julio ha escrito un texto rico en matices y poderoso en lenguaje y Diego ha sabido como plasmarlo a un nivel escénico y audiovisual.
Esta obra está escrita con un estilo muy personal y me ha hecho reflexionar sobre algunas de las cuestiones que plantea, tales como: maternidad, soledad, ilusiones, sueños.
La iluminación es un personaje y recurso influyente. Aunque, en algunos instantes me volvió un poco loca, en el buen sentido, pues me planteaba cosas tales ¿quién aparecerá? ¿Qué ocurrirá?
Pero, al final me sacó un pelín de la misma, no sé el motivo, pero me desubiqué por algunos instantes.
El lapso se sale de lo común y brilla con luz propia. Además de crear una experiencia teatral innovadora.