Revista Cultura y Ocio

OPINIÓN DE "GLORIA BELL" , Sebastián Lelio.

Por Miss_cultura @miss_cultura

OPINIÓN Gloria (Julianne Moore) es una mujer de espíritu libre a la que le encanta salir a bailar por Los Ángeles cuando no está trabajando en su oficina. Divorciada y con dos hijos ya mayores, en una de sus salidas nocturnas conoce a Arnold (John Turturro) y empieza a enamorarse de nuevo.
Remake del director (Sebastián Lelio) de su propia película "Gloria" (2013).
-SE ESTRENA HOY, 26 DE ABRIL, EN CINES.-


Una maravillosa Julianne Moore interpreta a Gloria, una mujer que con un trabajo rutinario, dos hijos ya independizados, un divorcio atrás y largas experiencias, sigue derrochando la mismas ganas de vivir y de bailar sus canciones favoritas como si fuera la primera vez que lo hace. Las noches que puede, se escapa a su local favorito de baile y habla con diferentes desconocidos mientras la música suena y se toma una copa. Una de esas noches, Gloria conoce a Arnold, (interpretado por John Turturro) y comienzan a quedar, forjando entre ellos, un romance. 
Cuando el pasado día 24 pude ir a verla, esperaba encontrarme una típica historia de amor donde chica conoce a chico y consiguen volver a enamorarse tras un poco de empeño y ganas, nada más allá de una comedia romántica. Sin embargo, salí gratamente sorprendida, tanto por la actuación brillante de Julianne Moore -que bien podría merecerle otro Oscar- como por el desarrollo de la película. "Gloria Bell" no es una simple historia de amor donde lo que predomina es la relación que se establece entre ambos, la película remake del director Sebastián Lelio es, en realidad, el retrato de su protagonista. Gloria es el ingrediente principal y el único que verdaderamente importa en la historia. 
Empezamos viendo la vida cotidiana de Gloria, sus hijos, su madre, sus amigos y trabajo. Desde el inicio el personaje se me hizo muy cercano, muy familiar. Gloria podría ser cualquiera de las mujeres que nos rodean, podríamos también ser nosotras mismas. Cantando en el coche a pleno pulmón esas canciones de los 80-90 que tanto nos sabemos como terapia a un día desastroso, asistiendo a clases de yoga y risoterapia sin saber muy bien qué narices está haciendo ahí, simplemente, intentando encontrar cierta estabilidad obligada. Así se nos presenta Gloria, cuando después de un divorcio a los 50, cualquier cosa es válida para sentirte en equilibrio. Se tratan estos momentos de forma bastante irónica y enseguida te ríes y encariñas con el personaje. 
Después llega el amor. Nuevas ilusiones, nuevas presentaciones, pero dejando siempre claro una cosa: Gloria es un personaje con cierto bagaje y sabe que hay situaciones que no piensa tolerar. La madurez de los personajes en edad se refleja también en la forma de llevar la relación. Yo, que soy más joven, podía notar perfectamente la diferencia de dinámicas que se establecían entre los dos respecto a una relación más temprana. Las responsabilidades que ambos tienen a sus espaldas y las historias pasadas juegan un papel importante que, evidentemente, en la inexperiencia vital del primer amor no existen. 
Si debo quedarme con algo de esta película, sería con lo que Gloria refleja. Y es que siempre hay tiempo para el amor, a cualquier edad, en cualquier época. Sin embargo, la vida te enseña que a cierta edad, para refugiarse en el dolor ya no existe hueco. Gloria da oportunidades, se equivoca y rectifica, se emborracha y comete tonterías, se siente sola y acude a su madre, se alegra y sufre como siempre, vive abierta al mundo. En definitiva, no tiene miedo de volver a ilusionarse o decepcionarse. Pero hay algo que Gloria ya nunca jamás va a permitir, y es dejar de mirar hacia adelante. Gloria es la viva imagen del empuje, y es que ella continuará bailando sus canciones favoritas por mucho que la soledad pueda acecharle o por mucho que todo parezca venirse abajo. Como ella misma dice en la película: "Solo espero que si llega el fin del mundo, me pille bailando."
                                                                                                   -Opinión de Marina Fernández-

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