Matar a un ruiseñor es una de esas historias inmortales que se te pegan al corazón y te sacuden la conciencia. Es la historia de dos hermanos que aprenden a ver el mundo con otros ojos; también es la historia del padre que todos querríamos tener: Atticus Finch. Un hombre de valentía insobornable que defiende hasta el final la idea de que ser diferente no significa indefectiblemente ser culpable.
«Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno gana raras veces, pero alguna vez vence.»
Un poderoso mensaje retratado con una ternura punzante que ha conquistado a 40 millones de lectores en todo el mundo y que ha traspasado, generación tras generación, las barreras de la edad y el tiempo.
Esta novela gráfica, que captura magistralmente la esencia del gran clásico, nos brinda una nueva oportunidad para volver a creer en la justicia.
Matar un ruiseñor es mi novela preferida. Desde que lo leí por primera vez, pensé que es una historia que todo el mundo debería conocer. En cuanto vi que iban a publicar la novela gráfica casi me echo a llorar de la emoción. Luego me entró un poco el susto por ¿le hará justicia? Y sí, se la hace, sin duda. Ahora casi estoy llorando otra vez, pero por que se me haya acabado.
Matar un ruiseñor se publicó por primera vez en 1960 y Harper Lee fue de inmediato galardonada con el premio Pulitzer. Desde ese momento, la novela ha sido alabada y criticada casi a partes iguales, pero, en cualquier caso, forma parte de la lista de grandes clásicos de la literatura norteamericana. La novela nos cuenta la historia de un pueblecito situado en Alabama, durante la Gran Depresión tras el Crac de 1929. La narradora es Scout, una niña de seis años que explica, con la inocencia propia de su edad, la situación de injusticia, racismo, desigualdades y prejuicios en la que vive. A través de los ojos de unos niños, la autora nos cuenta una historia dura que refleja la cerrazón de la sociedad americana de la época y el miedo a todo lo que era «diferente». Si no los conocéis todavía, os advierto que una vez que lo leáis, no vais a poder sacaros de dentro a los personajes.
En este caso, el formato elegido para recuperar el clásico es el de novela gráfica. Fred Fordham se ha encargado tanto de las ilustraciones como de la adaptación del texto y pienso que ha hecho un trabajo magnífico.
He tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no devorar la novela de una sentada, pero es que quería leerla despacio para poder saborear cada viñeta con la calma que merece. Había leído un montón de veces Matar un ruiseñor, pero poder releerlo esta vez de un modo tan visual me ha parecido todo un regalo. Esta adaptación de Fred Fordham está totalmente a la altura del clásico, respeta su esencia y añade un extra al dejarnos ver a los personajes mientras nos cuentan su historia. Obviamente, el ritmo es otro, pero he vuelto a sentir la misma explosión de sentimientos a medida que pasaba las páginas y la sensación de vacío al cerrarlo por última vez. Sé que ahora voy a estar una temporada larga echando de menos a Scout, pero es que la quiero demasiado.
Poco más puedo añadir, la edición de Random Cómics, además, es preciosa, viene en tapa dura y de verdad que me parece un imprescindible en cualquier biblioteca. Es una maravilla.
—Opinión de Inés Díaz Arriero—