*Traducción de Carlos Milla e Isabel Ferrer.Desde que su vida cambió de la noche a la mañana, Dot Watson se ha apartado del mundo. Pasa los días trabajando en la oficina de Objetos Perdidos del metro de Londres. Allí se dedica en cuerpo y alma a su labor de guardiana de cosas extraviadas, y su mayor alegría es poder devolver alguna a su dueño. Para Dot, un paraguas extraviado o un guante perdido son más que meros objetos.
Cuando un anciano llega a la oficina porque ha perdido el bolso de su difunta esposa, Dot siente una conexión muy especial con él y se compromete a ayudarlo. Es así como emprende un extraordinario viaje que la llevará a recuperar su vida y a descubrir su lugar en el mundo.
Una novela emotiva e inspiradora sobre la búsqueda de lo que ya habíamos dado por perdido.
La oficina de Objetos Perdidos del sistema de transportes de Londres esconde todo un mundo detrás de su mostrador de Atención al Cliente. Estanterías y más estanterías llenas de paraguas, guantes, bolsos, cazadoras... y un sinfín de los objetos más extravagantes que podrías imaginar que alguien olvidaría en el asiento de un autobús.
Pero para Dot son mucho más que simples cosas. Para ella son un símbolo de esperanza, un recuerdo embotellado en el interior de un objeto aparentemente simple, una oportunidad de crear un instante de felicidad tras el reencuentro e incluso la posibilidad de propiciar nuevas experiencias. Es por eso que, desde el momento en el que comenzó a trabajar en Objetos Perdidos, se ha dedicado en cuerpo y alma a su labor.
Prácticamente la totalidad de su vida se concentra detrás de ese mostrador, del que solo parece salir para visitar a su madre en la residencia y para reordenar con mimo su colección de guías de viaje, su única ventana hacia el mundo exterior.
Pero todo empieza a cambiar el día que aparece en la oficina el señor Appleby, en busca de un bolso de mano que perdió en el autobús. El contenido del bolso y la historia del anciano hacen mella en Dot, que enseguida siente una conexión especial con él y se toma la misión de localizar el objeto como una tarea personal.
A partir de entonces, Dot comienza a esforzarse por localizar el bolso y reunirlo con su dueño. Pero durante esta búsqueda, Dot encuentra un montón de cosas más que había extraviado por el camino: recuerdos dolorosos, secretos de su propia familia, esperanzas, perspectivas de futuro, el derecho a seguir viviendo, personas que la quieren a pesar de todo e, incluso, a sí misma.
Dot Watson es una protagonista compuesta por un montón de pedazos que en algún momento del pasado se desperdigaron por ahí. A lo largo de las páginas, como lectora, fui encontrando esos pedacitos de la protagonista y viendo cómo, poco a poco, se reconstruían, tanto ella como su historia personal, hasta formar el retrato de una mujer extremadamente sensible, inteligente y resolutiva, a la que el dolor y la culpabilidad habían cortado las alas.
Junto a ella aparece un elenco de personajes bien trazados, que respaldan sus movimientos, sus avances y sus caídas.
Los escenarios me han encantado. Reconozco que lo que más me llamaba la atención de esta novela era que estuviera ambientada en Londres y todo lo relativo a la oficina de Objetos Perdidos. Y desde luego he disfrutado mucho recorriendo las calles de la ciudad y curioseando entre las estanterías de las cosas abandonadas, sobre todo gracias al modo en el que la protagonista las ve y las describe, como entes vivos.
Por cierto, para documentarse antes de escribir la novela, ¡ Helen Paris estuvo trabajando de verdad en la oficina de objetos perdidos de Londres!
Objetos perdidos es una novela plagada de sentimientos, de nostalgia, de dolor, de esperanza, de amor incondicional y de ganas de vivir. La trama de base es dura, pero el estilo es desenfadado y Dot, como narradora, aligera la carga dramática de su historia con toques de sentido del humor.
Una lectura de esas que duelen, que emocionan y hacen sonreír.