"Safo no es la musa, es el genio". Marta Pazos, Christina Rosenvinge y María Folguera se reúnen por primera vez sobre las tablas en Safo, un poema visual, musical y escénico que recorre el universo de la gran poeta de Lesbos, venerada y enigmática, que compuso más de diez mil versos, de los que apenas nos han llegado poemas completos.En un jardín de Lesbos, isla entre Oriente y Occidente, la poeta Safo ha convocado a las Musas protectoras del arte para saber qué será de su nombre. Las diosas detienen su juego para iniciar a Safo en un viaje a través del tiempo: de Ovidio al siglo XXI, de los versos perdidos a una subasta en Christie's. Pero también nos acercaremos a la Safo humana, a la artista que tocaba en bodas y cantó al deseo por distintas mujeres. Safo inventó nuestra forma de entender el amor. Esta noche, de la mano de las Musas, intentaremos entenderla a ella.
Tuve la oportunidad de ver Safo con dirección de Marta Pazos, texto de María Folguera y dirección musical de Christina Rosenvinge y me dejó pensando en muchas cosas y detalles.
Sabía que me iba a pasar, ya que todo lo que veo dirigido por Marta Pazos, pues no me deja indiferente y siempre aporta originalidad y su toque personal a cada obra, pero en el caso de Safo ha sido algo extraño, pero en el buen sentido de la palabra.
Por un lado, veo la sensibilidad de ese texto y esas canciones que van de lo clásico y dulce a o actual y electrónico.
La escenografía te deja anonadada, ya que el color rosa y lo que significa, lo que representa o su simbolismo, pues da que pensar o te planteas ¿en qué tono estará contada la obra? ¿qué papel tendrá todos esos recovecos del escenario? ¿qué pasará con ese color rosa?
Adoré como ese rosa, se va mezclando con otros colores, texturas y con la misma historia.
Os diré que Safo es una historia con mucha fuerza, como si hubiesen querido que su nombre resuene en nuestros oídos, cuando salgamos de la obra. He visto en esta producción a muchas Safos: a la amante, a la música, la que ama, a la que la rompen el corazón, la nostálgica, la de leyenda, la que fue recordada por otros...
Esta mujer que en la obra va de lo divino a terrenal me ha logrado tocar con sus musas, que a veces eran juguetonas, otras eran las narradoras y en otras ocasiones eran oráculos.
Safo no escatima en detalles y en utilizar metáforas para contarnos esta historia, aunque en tres ocasiones me perdí un poco, pero porque no sabía a qué hacían alusión, como que sentí que era un personaje tan complejo de crear o dar vida, pues que no era capaz de entenderla.
A los artistas, no se les comprende y a eso lo atribuí.
El elenco está lleno de vida, de versatilidad, de fuerza y aportan constantemente frescura a la obra.
Christina Rosenvinge, Irene Novoa, Juliane Heinemann, Lucía Bocanegra, Lucía Rey, María Pizarro, Natalia Huarte y Xerach Peñate son maravillosas y verlas en esa comunión perfecta entre danza, teatro, música...es un lujo.
Creo que la obra quería unir todas las artes en esta historia.
Las composiciones musicales son maravillosas y tienen mucha sensibilidad, pero hubo dos canciones que hicieron que se me pusiera la piel de gallina, porque la voz de Christina es prodigiosa y el elenco con sus matices, ¡Wow!
La voz en off es otra cosa que aprecié y me gustó lo que aportaba, pues parecía nuestra guía, pero en otros momentos sentía que era esos libros que se perdieron de Safo.
Me esperaba un teatro más clásico, pero la propuesta me ha sorprendido y gratamente, ya que soy consciente de que puede unir a público de todas las edades y dar a conocer a esta impresionante mujer.