[Opinión] El perfecto final de The Killing
Amaia Ceinos 9 agosto, 2014 0
Ya está, ya se ha acabado The Killing… Para quienes lo hayamos visto, claro. Hace apenas nueve días Netflix lo puso en streaming en Norte América, y al día siguiente los compartidores cibernéticos (gracias seáis quienes seáis) ya había hecho su “trabajo” para hacérnoslo llegar al resto, con subtítulos incluidos.
Unos lo habrán visto en maratón, otros lo habremos espaciado como mejor nos haya parecido y probablemente todos nos hayamos quedado con una gran sonrisa a pesar de la tristeza porque ya no habrá más, y tal vez lágrimas como ha sido mi caso.
Netflix la rescató de la muerte por segunda vez y Veena Sud y compañía se encargaron del resto, de en tan solo seis episodios dar un apropiado y merecido final a esos personajes a los que en los últimos cuatro años hemos seguido, esa gran pareja protagonista formada por los detectives Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinnaman). No podían dejar las cosas como se quedaron en la tercera temporada, bueno podían pero siempre nos iba a quedar una sensación agridulce del qué podría haber pasado, y lo que ha pasado son seis fantásticas horas de televisión.
Aviso de spoilers, cuidado con lo que leéis.
Tras matar a Skinner (Elias Koteas) y encubrirlo, Linden y Holder tratan de seguir adelante porque parece que pueden fácilmente salirse con la suya. Enseguida tienen un caso nuevo, el del asesinato de la familia Stansbury cuyo principal sospechoso parece el único superviviente de la misma, Kyle (Tyler Ross) un chico que está interno en un colegio militar dirigido por la coronel Margaret Rayne (Joan Allen) que trata de protegerle a él y a los demás chicos del centro.
Pero lejos queda la emoción de los dos casos anteriores de The Killing ya que este nuevo aún teniendo su intringulis no es ni mucho menos el hilo central de la narración. Eso se lo dejamos a la historia principal, a la de Sarah y Stephen con sus fantasmas y demonios internos y el peligro del distanciamiento y la desconfianza absoluta.
Investigan el caso, sí, pero por otra parte empiezan a notar que Reddick (Gregg Henry) pone los ojos en ellos y Sarah, especialmente, desconfía de quien menos debe, tal vez porque su vida nunca ha sido fácil que es algo que también se explora en esta temporada cuando aparece su madre Gena (Frances Fisher). Es una aparición breve pero a veces no se necesita más para dar explicaciones.
Linden parece otra persona especialmente al principio. Está nerviosa, tiene miedo, no le gusta lo que hizo y menos tal vez encubrirlo. Holder madura a pasos agigantados también al principio para que ella no se desmorone pero incluso Reddick sabe que ella es la fuerte en este dúo. La droga está ahí, la religión no le ayuda y su mayor miedo es fastidiarla ahora que va a ser padre y piensa casarse con Caroline (Jewel Staite), además de que les pillen.
También tienen sus más y sus menos en el caso ya que Stephen piensa que Kyle pudo ser el asesino pero no Sarah que acaba protegiéndole de quienes le persiguen para darse cuenta de su error, aunque se entiende ese empeño porque al fin y al cabo la historia de Kyle así como la de Margaret tienen mucho que ver con la de la detective y no es nada extraño que quiera que las cosas acaben como no pueden acabar.
Pero como digo, el caso al final es lo de menos, lo que importa es cómo la relación de los detectives llega a un punto que parece sin retorno y como Linden acaba haciendo lo correcto, confesar. Aunque de poco le vale porque quien le saca las castañas del fuego por el bien de la ciudad para que no haya ningún escándalo es Darren Richmond (Billy Campbell).
Precisamente el final de esa escena es uno de los momentazos del episodio. Linden tomándose su tiempo end ejar el mechero que le da Reddick sobre el paquete de tabaco, poniéndose bien la coleta por encima del abrigo y mirando al espejo de la sala de interrogatorios como buscando algo, a alguien, a Holder que la mira desde el lado contrario. Nada hace falta decir y menos después de que en su última escena juntos ella le acusara de algo y le apuntara con un arma.
Sarah se marcha de Seattle, Stephen va al cementerio, primero a entregar un pendiente de Kallie a su madre Danette (Amy Seimetz), después a dejar el colgante de Bullet (Bex Taylor-Klaus) sobre su tumba.
Y el tiempo pasa, cinco años para ser exactos. A Holder le vemos con su hija Kalia y nos indica que su matrimonio con Caroline no fue bien, y también en su nuevo trabajo. Y aparece Linden, para pedirle perdón y para decirle que el hogar que tanto ansiaba encontrar eran ambos dando vueltas en coche fumando. En un momento total de tensión sexual no resuelta, él le dice que se quede, ella que tiene que irse y se funden en un abrazo. Y ella se marcha de la ciudad de la muerte, de la ciudad de la lluvia en la que hay algún resquicio de sol. Pero parece que piensa en algo, para donde todo empezó en el bosque con el lago, lo mira y… Cuando Stephen sale de trabajar la encuentra de nuevo, ella sale del coche y sonríe.
Fin de los spoilers.
Ahí acaba The Killing con un final perfecto, lleno de emoción tras los nervios y la tensión anterior. Con un final final, valga la redundancia, porque ahí acaba todo y no habrá más, solo revisionados. Han sido seis muy buenos episodios de cierre y cuarenta y cuatro fantásticos en total en la que para mí es no solo una de las mejores series de los últimos tiempos sino de los últimos años. Y qué gusto da cuando todo acaba bien.
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