La generación de contenido ya no se remite a los medios de comunicación, ahora, y gracias al desarrollo de la tecnología, cada uno de nosotros somos generadores de contenido y de información.
Antes, en la década de los 80 la información llegaba por medios que estaban tasados y eran selectores unitarios de la información. La televisión, la radio y el periódico eran los únicos sistemas de información. Si bien es verdad que cada uno de ellos podía responder a una ideología era la propia persona la que se sentía cómoda realizando el visionado, escucha o lectura del mismo.
En la actualidad las personas seguimos teniendo la capacidad de elegir, pero estamos expuestos a una información que llega al espectador sin ningún tipo de filtro. A esta información le tenemos que añadir las diferentes opiniones vertidas por los tertulianos o por el propio programa.
Según que veamos, escuchemos o leamos vamos a tener una visión de determinados problemas.
Como bien indica el título, esta vez nos vamos a centrar en los delitos y el tratamiento por parte de los medios de comunicación.
Delitos se producen todos los días. Unos tienen más alcance otros menos, pero al receptor de la información (al que está situado al otro lado de la pantalla, periódico o emisor de radio) tan sólo llegan los más atroces. El asesinato de una familia, el disparo que ha recibido un político a plena luz del día,… (Te invito a que pienses durante unos instantes en noticias que hayas visto, leído o escuchado, seguro que todas son crueles) y qué decir de los actos terroristas…
Los medios de comunicación se deben a la audiencia, entendido este término como una generalidad. La audiencia es la que genera ingresos. Cuanto más amplia se ésta, más amplios pueden ser los ingresos y, por tanto, los beneficios.
Y a las audiencias le interesa la violencia, de cualquier tipo, pero que exista violencia. Cuántas veces hemos visto, en los diferentes medios de comunicación, un reportaje donde aparecen varios individuos lanzándose todo tipo de objetos o hemos recibido en nuestro Smartphone un vídeo de alto contenido violento.
El interés de la audiencia por la violencia no es reciente. Nos tenemos que remontar a épocas más antiguas, la más clara y de la se poseen más datos es la Edad Media. En ella se ajusticiaba de forma pública a los delincuentes y se infringían sobre ellos cientos de castigos hasta provocarlos la muerte.
Es aquí en este momento donde nace el interés por el morbo y la violencia. En el pasado.
Volviendo al tema que nos ocupa, los medios de comunicación ofrecen información sesgada. O bien por la línea ideológica del medio o bien por la falta de información sobre el tratamiento del hecho. De esta manera construyen una realidad distorsionada, un exceso de preocupación en torno al delito y ejercen una presión sobre el sistema para que actúe contra aquello que aún no es un problema.
Los mass media distorsionan la realidad de diferentes maneras.
- Presentan el hecho delictivo de diferente manera de cómo acontece.
- La cobertura del delito no coincide con los porcentajes de los delitos destacados respecto al montante global de los conocidos.
- Visión descuidad y simplista de las manifestaciones delictivas
- Concentración de las noticias en el orden jurisdiccional penal
- La cifra negra de la delincuencia no se comunica
- Escasa información sobre la sentencia de un caso si es absolutoria
Algunos delitos, especialmente los dirigidos contra el género femenino, son tratados con un aspecto sensacionalista y de puro morbo más que de informar y tratar de dar respuesta a los hechos.
Si a la violencia, vista anteriormente, unimos la distorsión que realizan los medios de comunicación, tenemos el cóctel perfecto para infundir miedo, crear prejuicios y generar estereotipos. La selección de las noticias y la forma en que estas son comunicadas favorecen y mantienen el prejuicios y estereotipos contra determinados grupos sociales.
Se hace necesario valorar la información que recibimos por parte de los medios y no estar expuestos a opiniones simplistas. Debemos ser críticos con todo aquello que nos llega, y darle la importancia que se merece.
APG