Por si no lo sabéis los Boneheads (cabezas huecas adictos a Bones) estamos de celebración. El lunes 5 de diciembre Bones emitió oficialmente el episodio número 150, “El Fantasma en la Máquina”. Quién iba a decir en febrero de 2005, cuando los mandamases de la Fox ordenaron el piloto de “Brennan” (título provisional) a Barry Josephson y a Hart Hanson, que ocho años después aún hablaríamos de ella.
Se ha dicho que el año 2005 fue un gran año para las series de televisión. Las grandes cadenas norteamericanas espoleadas por los éxitos de la HBO apostaron fuertemente por las series y así entre la temporada 2004/2005 y la 2005/2006 surgieron entre otras House, Lost, Mujeres desesperadas, Anatomía de Grey, The Office, Veronica Mars, Boston Legal y Bones. De aquella cosecha aún se emiten Anatomía de Grey, The Office y por supuesto Bones.
Al parecer la idea que tenían en mente los directivos de Fox cuando apostaron por Bones fue hacer un procedimental semejante a CSI Las Vegas de la CBS. Querían una serie de ciencia y crímenes. El proyecto de Barry Josephson y Hart Hanson, basado en las novelas de la antropóloga forense Kathy Reichs protagonizadas por la doctora Brennan, una antropóloga capaz de resolver los crímenes “cuando todas las líneas de investigación se han agotado”, les pareció el más adecuado para competir con Gil Grisson.
Cuando se estrenó el 13 de septiembre de 2005 nadie dio un duro por Bones. No desde luego los grandes críticos. Nadie. La crítica que le hizo Brian Lowry en Variety no tiene desperdicio. “Un procedimental más”, “Aspira a lograr una mezcla de House y X-files”, dice “… pero la mayor parte de sus bromas resultan forzadas”, y añade “Emily Deschanel parece más una chica de hermandad que una científica”, para terminar burlándose de su parecido con Indiana Jones y su amor por las artes marciales.
Y sin embargo la encuesta de tendencias en la televisión de agosto de ese mismo año, Trendum, analizando el seguimiento de las conversaciones en la web, determinó que Bones era una de las series más citadas. Lo cierto fue que para el 10 de octubre de 2005, un mes después de su estreno, la Fox ordenaba la temporada completa. Y desde entonces hasta ahora. 150 +1 episodios (hay uno fantasma, The Player under pressure ).
Un triunfo. Sí, un triunfo de su creador Hart Hanson que debe ser el único showrunner chapuzas del prime time que lleva ocho temporadas dirigiendo con relativo éxito la misma serie. Y no lo es, aunque cuando me enfade lo piense y lo escriba. Son cosas de la fan insatisfecha. La maldición de la adicta. Y eso no es justo. Porque Hart tiene las ideas muy claras sobre lo que es Bones y como hacer su trabajo. Las expuso en la conferencia que dio en febrero de 2010 en Grant MacEwan University en Edmonton, Canadá, su antigua universidad. Hanson no tiene el predicamento ni la fama de teórico de David Simon, el creador de The Wire, pero esa conferencia debería ser de obligada lectura para cualquiera que aspire a ganarse la vida como guionista de televisión. Aprenderá la diferencia entre un escritor y un guionista, entre un guión para la televisión por cable y otro para una gran cadena. Y sobre todo aprenderá como honestamente se puede escribir una serie para una audiencia masiva y conseguir mantenerla ocho temporadas en antena. Leedla y aprenderéis. ¡Ah! Que no se me olvide mencionarlo, os dará ideas para introduciros en el mundillo de la televisión. Realmente ilustrativa.
Luego podemos discutirlo, pero lo que realmente Hart está haciendo es seguir a pie juntillas las directrices de Aristóteles en la Poética. Ha cogido un procedimental de libro lo ha metido en su chistera, ha hecho su pase de magia y ha convertido a los dos personajes principales, atemporales “uno científico y racional y otro extremadamente emocional e intuitivo”, en personajes arquetípicos acordes con las aspiraciones y valores de la nueva sociedad. El truco, cambiarles los roles de género. Ella la racional, él, el intuitivo.
Pero ha hecho más, algo que nadie hace en los procedimentales. A lo largo de estos años ha ido deconstruyendo paso a paso el personaje de Brennan y, teniendo en cuenta, en la estructuración de los hechos (principalmente su relación con el agente Booth), lo necesario y lo verosímil, lo está reconstruyendo, de tal manera que, para cuando finalice la serie, la doctora será una mujer completa. Y como él dice “porque no hay siempre un cosa que todo el mundo quiere” sin tener en cuenta los deseos de la audiencia.
Hart Hanson ha hecho bien su trabajo, pero la permanencia en antena durante ocho temporadas de Bones se debe a la base firme que tiene de leales seguidores. Más de siete millones. Con ellos empezó y con ellos terminará, no me cabe duda. Sí. Porque ellos, nosotros, la hemos seguido allá donde la Fox ha dispuesto en una absoluta falta de respeto. Los lunes a las ocho, los martes a las nueve, los miércoles a las ocho, los jueves a las nueve y hasta los viernes. Empezaba en septiembre los lunes a las ocho y cuando llegaba la mitad de la temporada la mandaban los miércoles a las nueve para sustituir a una serie que había sido cancelada. Y siempre cumpliendo. Sus mayores audiencias en la quinta temporada cuando la Fox reconociéndole los meritos, por fin, la programó los jueves a las nueve de la noche detrás de American Idol, más de doce millones de espectadores.
Esta temporada la ha mandado en solitario a luchar los lunes a las ocho contra gigantescos molinos de viento. Y no se ha arredrado, no nos hemos arredrado los fans, ahí seguimos los siete millones. Actualmente la serie con más espectadores de la Fox. Y la pregunta del millón ¿por qué siete millones de americanos y otros tantos urbi et orbi siguen enganchados semana tras semana Bones que no deja de ser un procedimental romántico, un poco gore y con la tensión sexual ya resuelta? ¿Qué tiene Bones que mi razón no la toca ni tu desprecio la alcanza
Depende. Cada uno responderá según el cristal de sus gafas. Unos, los miopes, dirán que porque “es romántica”, porque “David Boreanaz is hot”, otros, los hipermétropes más extrovertidos matizarán “es que Emily y David son muy buenos actores”, “Entre ellos hay mucha química”, “es divertido verles discutir”, “me río tanto con Hodgins”. Algunos habrá, los que esperan que les operen de cataratas, que responderán que les gusta porque “son tan monos los cadáveres” y los ciegos, esos, esos acertarán cuando digan “porque son interesantes los casos”. En realidad ninguno lo sabe. Nadie sabe porque se hace fan. Tampoco creo que Hart esté seguro de a qué se debe su éxito.
George Elliot la novelista inglesa escribió:
Los sentimientos humanos son como ríos caudalosos que bendicen la tierra. No esperan a que la belleza fluya por ellos, son ellos mismos la belleza.
Esa ansia por sentir fue la que me impulsó a mí a Bones. Porque los sentimientos cuando bendicen la tierra reconstruyen a las almas exangües. Le ha pasado a una amiga mía, cuyo marido, que se parecía físicamente a David Boreanaz, falleció justo cuando comenzaba la serie. Me ha pasado a mí, que he superado el fracaso de toda una vida gracias a Hart Hanson, porque al mismo tiempo que él construía el carácter de la doctora Brennan, llevándola de la inmunidad al dolor, de la racionalidad extrema a la sensibilidad, me ha obligado a reconocer que la insensibilidad por la que noche tras noche suspiraba no sólo era perniciosa sino totalmente indeseable, porque el dolor y el fracaso fortalecen
Sí, soy una bonehead, aunque hay muchos más encubiertos por la globosfera española, aunque si le dices a algún bloggero español que eres fan de Bones lo más amable que te dirán será “Bueno, nadie es perfecto”. Porque Bones, al decir de los más conspicuos, saltó el tiburón allá por la quinta temporada. Es decir, debió ser cancelada, precisamente, cuando rozó los 12 millones de espectadores. Otros más benévolos aguantan hasta la sexta, cuando descendió a los nueve millones con la necesaria aparición de la otra, Hannah. De la séptima no pasan, ninguno. Ver a la pareja protagonista juntos ha sido demasiado para ellos, de repente Bones ha pasado de procedimental con toques de humor por las salidas de tiesto de la científica estrambótica a culebrón con bebé. Pero es que Bones no sólo era eso, al contrario que sus imitaciones.
Y ha ocurrido lo que tenía que ocurrir, que en la octava nos hemos quedado los fans. Pero tal como van las cosas habrá novena temporada. Porque a Bones está lejos de afectarle el síndrome “Luz de luna” y la pareja protagonista se asemeja cada vez más a Nora y Nick Charles, la del “Hombre delgado”, la serie de películas que en los años treinta rodaron Mirna Loy y William Powell, basadas en la novela de Dashiell Hammet, en las que los investigadores de los crímenes son un matrimonio sui generis, bebedores empedernidos e hilarantes discutidores.
Y otro sí digo, que seré una señora de Cuenca y Bones un procedimental romántico, que sus creadores son artesanos de la televisión y no rebeldes sin causa, que sus únicas pretensiones son divertir honestamente al mayor número posible de espectadores, alimentar a las 400 familias que trabajan en ella, y no golpear a la sociedad, ni revisar la historia; pero es que todas las series no pueden ser como esas impresionantemente impresionantes grandísimas obras maestras del arte televisivo que son Homeland, Juego de Tronos y Walking Dead, puertas abiertas al pathos de la humanidad, digresiones lacanianas sobre el comportamiento humano ante la aniquilación de los drones.
Ya acabo, ya acabo, sólo me queda hablar del Episodio 150+1. Brillante y original. Y no sólo para fans de Expedientes X, aunque repitan el título de un episodio de esta serie, precisamente de la primera temporada.
No soy cineasta ni sé tanto de series como para discutir si un episodio rodado con una sola cámara estática a la que se dirigen en primer plano los actores es original o es una copia de otro, pongamos Baltasar Galáctica o Doctor Who. No lo sé. Tampoco parecen saberlo los blogueros americanos que la siguen, por supuesto ninguno de los grandes medios para los que Bones no existe. Para mí lo ha sido, original, interesante y, en algunos instantes, escalofriante; aunque como siempre en Bones el horror venga arropado en el humor.
Y es que el episodio se cuenta desde el punto de vista de la víctima, concretamente un adolescente. En todo momento vemos lo que él ve y sólo eso. Lo que queda fuera de su vista se nos oculta y sólo por dos veces (una a través de un espejo y otra a través de un reflejo en una pantalla de televisión) la víctima se observa a sí misma como el cráneo descarnado que es. Escalofriante.
Que se trataba de un episodio especial lo habían dejado claro en sus declaraciones Hart Hanson y Stephen Nathan. Querían hacer un guiño a la audiencia, a la que los actores parecen hablar directamente. Y por una vez, olvidándose de las señas de identidad de la serie no ha habido restos asquerosos, ni crimen ni asesino.
Pero además ha puesto de manifiesto la gran transición del personaje Brennan. De la mujer que en el quinto episodio de la primera temporada, “Un niño entre los arbustos”, le dice a su ayudante que no llame a la víctima por su nombre, hemos pasado a la mujer que, aún pretendiendo que lo que tiene delante sólo son huesos porque no existe el alma inmortal y la conciencia desaparece cuando acaba la existencia física, porque aún le cuesta reconocerse en su nueva piel, termina hablando directamente a la víctima. Brennan es ya casi una de los nuestros. Casi. En la novena experimentará la transformación completa.
El problema llegará entonces para los fans que ya comenzamos a hacernos la pregunta del millón. ¿Cuándo acabe Bones con qué sueños alimentaré mis noches?