Oporto parece construida a toda prisa, sin ningún tipo de planificación que estructure las calles o que ordene las casas para que no se amontonen. A pesar de la belleza de muchas de sus iglesias, no diría que se trata de una ciudad monumental, sino que su belleza reside en los retazos que la forman, en las vivencias que desconchan las paredes y en el sudor que bañó los adoquines artesanales de las calles colocados a mano. Los barrios del centro de Oporto los forman calles en cuesta de trazo caótico por donde se cuela la pobreza y la marginalidad del Portugal profundo. La suciedad de las esquinas se barre con una brisa de encanto vintage y un diploma acreditativo de Patrimonio de la Humanidad.
Un ejemplo de las cuestas que inundan la ciudad. Foto: Sara Gordón
Casas de la Ribeira. Foto: Sara Gordón
Pero como decía al principio Oporto está hecha de azulejos, no es un todo unitario y colosal. Lo forman el colorido desteñido de las casas, los balcones a punto de rendirse bajo el peso de la ropa secándose al sol, las conversaciones desde las ventanas, las viejecitas vendiendo fruta en el mercado de Bolhao, los bares decorados con objetos cotidianos en desuso, las paredes adornadas con grafitis, las tiendas de antigüedades, la gula encerrada en los escaparates de las confiterías, el olor de la cocina rica paseando por cada rincón…
La rua Das Flores esta llena de tiendas con encanto, desde librerías hasta antigüedades. Foto: Sara Gordón
Oporto es la segunda ciudad más grande de Portugal. Foto: Sara Gordón
El conservatorio. Foto: Sara Gordón
Porque sus retazos son lo importante voy a recomendar tres sitios que me encantaron. El primero hacer una parada de patear las calles tomando un té en la Rota do Chá, donde tienes más de 300 tés para elegir ordenados por países. La tetería es como Oporto un caos de habitaciones donde desconectarás del mundo exterior, además se encuentra en la rua de Miguel Lombarda una de las calles más interesantes de Oporto llena galerías de arte y grafitis. La siguiente parada obligatoria es el restaurante Casa Santo Antonio donde no hace falta que pidas comida porque la camarera en seguida se ofrece a hacerte probar lo más característico de la comida lusa en pequeñas raciones y te va sacando platos hasta que dices: basta. La calidad y el precio perfectos. Y por último hay que tomarse una copa en el Plano B, con una decoración vintage que recoge el espíritu de la ciudad. Un lugar tranquilo durante el día con galería de arte incluida y por la noche con buena música y en una zona muy animada.
La entrada de la tetería Rota do Cha. Foto: Sara Gordón
La muralla nos susurra la antigüedad de la ciudad que tuvo que ser protegida, la catedral se erige desafiante en lo alto vigilando al Douro y la Capela das Almas, la Estación de Sao Bento y la igreja de Sao Ildefonso nos hablan en la prosa más característica de Portugal: los azulejos que se ordenan en historias. Tampoco hay que dejar de visitar el Centro Portugués de fotografía que además de seducirnos con exposiciones rompedoras y creativas se encuentra ubicado en la antigua prisión de la relación. La arquitectura no logra esconder el pasado que albergó, con un estilo sobrio que encarcela con rejas ventanas y puertas.
La igreja de Sao Ildefonso vigilando al tranvía. Foto: Sara Gordón
Interior del Centro Portugués de Fotografía. Foto: Sara Gordón
Los detalles de Oporto no existirían si no fuera por la serpiente dorada que lo atraviesa, le da carácter y lo inunda de gaviotas: el DOURO. Sus aguas bañan los viñedos que hacen famoso el vino que ha sido su principal economía, sus aguas traen los barcos que dieron nombre a la ciudad y al país: el puerto, Porto, Porto Cale, PORTUGAL. Los antiguos ravelos que surcaban el Duero cargados de barricas de vino desde los viñedos hasta Vila Nova de Gaia siguen navegando pero cargados de turistas en un tour que atraviesa los seis puentes que unen las dos orillas del rio. De todos ellos el más importante es el Ponte de Dom Luis I construido por un socio de Gustave Eiffel y al que merece subir por la noche para ver el paisaje nocturno de la ciudad.
El Duero escapando hacia el océano Atlántico. Foto: Sara Gordón
La Ribeira vista desde Vila Nova de Gaia. Foto: Sara Gordón
Por supuesto que no se puede abandonar Oporto sin probar su vino en Gaia pero eso lo dejaré para otra entrada.
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