En octubre del 2011 quisimos hacer una pequeña escapada de tres días para celebrar el cumpleaños de Ceci, y después de barajar varias posibilidades escogimos la ciudad de Oporto. Queríamos conocer esta romántica ciudad lusa bañada por las aguas del río Duero y de paso probar alguna de las decenas de buenas recetas de bacalao de las que presumen nuestros vecinos portugueses. Y además las previsiones meteorológicas eran de lo más propicias, ya que anunciaban calor y ausencia de lluvias, buenas para hacer turismo pero pésimas noticias para los graves incendios que asolaban en esas fechas al sur de Galicia y el norte de Portugal. Una vez que nos adentramos en estas zonas en nuestro trayecto por la carretera , se podía percibir el olor a quemado, las columnas de humo visibles desde kilómetros y también pudimos ver los vuelos rasantes de los hidroaviones. En fin , en poco más de cinco horas ya nos habíamos plantado en Oporto, y en el desplazamiento por el centro de la ciudad en busca de nuestro hotel, pudimos tener un primera impresión de Oporto. Y esa primera sensación fue de abandono y suciedad, aunque bien es cierto que más tarde, cuando pudimos pasear más tranquilamente y ver el centro con más calma, esa negativa primera opinión ya quedó más atenuada y pudimos ver más allá del abandono y los desconchados en fachadas y paredes.
A lo largo del paseo por la ciudad pudimos contemplar monumentos tan impresionantes como la Iglesia e Torre Dos clérigos, espectacular su torre, y las fachada de azulejos de la Iglesia Dos Congregados.
Las rejas de las balconadas, la coladas secando en improvisados tendederos, hacen de cada calle un cuadro de tipismo y cotidianidad. Y estas calles abundan por las cuestas del centro de Oporto.
El conjunto de edificaciones que rodea a la Avenida Dos Aliados forman una preciosa plaza con el Ayuntamiento de Oporto y su gran aguja presidiéndola al fondo. La mejor vista del conjunto la ofrece desde la estatua ecuestre de Don Pedro IV, eso en el caso de que te dejen los autobuses turísticos
El paseo por la Rua Dos Clerigos y su continuación en cuesta la Rua de 31 de Janeiro nos llevó por una parte importante de los monumentos, iglesias y edificios de Oporto, hasta culminar en la fabulosa Iglesia de San Idelfonso. Su espectacular fachada recubierta en azulejos azules y blancos ilustra la vida de Jesús. También me llamó la atención el Coliseu do Porto, el teatro de la ciudad, con su fachada amarilla es un perfecto ejemplo de la arquitectura "art deco" de principios de siglo XX.
Y con tanto caminar, y sobre todo con tanto subir cuestas y más cuestas, había llegado el momento de una parada para tomar un buen café que nos cargara las pilas de nuevo. Y eso no podía ser en otro sitio que no fuera el café Majestic, un café de los años veinte que permanece invariable desde entonces y con el esplendor propio de la "Belle Époque". Una parada con merienda en este precioso café es imprescindible.
En la parte norte de Oporto, en una de las zonas comerciales de la ciudad, en una esquina entre calles, se levanta esta iglesia-capilla Das Almas cuya fachada está recubierta prácticamente en su totalidad de maravillosos azulejos que representan diversas escenas de la vida de San Francisco de Assis y de Santa Catarina. A ella se accede por la Rua de Santa Catarina, una calle llena de ambiente y de comercios.
Y sus interiores también están revestidos de azulejos
Poco a poco iban pasando las horas y se acercaba la hora de ir a cenar, pero antes nuestro paseo por la ciudad nos llevaba hasta otro de los lugares famosos de Oporto, la librería Lello. Es un edificio neogótico de principios del siglo XX, y que se ha hecho muy famosa por haberse grabado en su interior escenas de las películas de Harry Potter. Su interior es mágico, con estanterías labradas en madera y una escalera central absolutamente maravillosa. La fotografía no está muy nítida pero es que es "robada" al descuido, ya que los empleados ejercen un control férreo para que no se saquen fotos. Y son muy buenos en esa labor.
La fachada neogótica de la librería Lello e Irmao. Un poco más arriba, junto a la Torre Dos Clérigos, es posible encontrar comercios con los vinos y productos más típicos de la región de Oporto.
Y justo antes de regresar al hotel para coger el coche, e ir a cenar al restaurante O Paparico, pudimos ver la Iglesia Dos Carmelitas, de nuevo otra iglesia con las fachadas de maravillosos azulejos, junto a la Fuente de los Leones.
Simplemente espectaculares las escenas representadas en azulejos blancos y azules
Y llegó el momento de la cena. Teníamos pensado cenar en el restaurante O Paparico, y como quedaba un poco alejado para ir caminando, pasamos por nuestro hotel para coger el coche. Este restaurante tiene unas críticas muy buenas dentro de la hostelería de la ciudad de Oporto, y por ese motivo decidimos ir a probarlo. Es recomendable reservar ya que suele estar bastante lleno. Lo primero que tengo que decir es que el lugar es encantador, en un antiguo edificio y con las paredes en piedra natural, con un pequeño bar a la entrada, y varios salones interiores diferenciados que lo hace muy íntimo. Las mesas muy amplias e iluminadas con velas, y una atención por parte de Sergio y del resto de camareros muy buena. En cuanto a la gastronomía resultó que hubo un poco de todo. Por una parte unas entradas caras y escuetas en cuanto a cantidad, unos postres buenos, y lo mejor de todo un plato principal de carne sublime. Como muestra la entrada que pedimos especialidad de la casa, una vieira glaseada, pero eso mismo, una por persona. Pobre...muy pobre en ese aspecto.
Una vista general del restaurante O Paparico, con su gerente Sergio
La carne, simplemente formidable, en un baño de aceite de oliva, romero y patatitas asadas
Los postres en la misma línea de las entradas, muy buenos pero también muy escasos en cantidad. El ofrecimiento final de acompañar los postres con un excelente vino de Oporto, que en un primer instante pensamos era una invitación, al final acabó reflejado en la cuenta. En resumen un restaurante que quiere pero no acaba de poder. Por cierto, y como ya dije, al quedar algo alejado para ir caminando tuvimos que coger el coche. Una de las cosas más curiosas de nuestro hotel es que al ser un edificio histórico restaurado y consecuentemente no poder tocar la estructura tenía una manera especial de acceder al parking. Mediante un estrecho ascensor aparecías con el coche en la misma recepción del hotel.
El hotel que elegimos estaba situado en pleno centro de Oporto, el Vitoria Village, un encantador hotel en un edificio histórico, y con unos apartamentos dúplex muy amplios. Además el personal del hotel no podía ser más amable y atento. Incluso nos regalaron una botella de vino de Oporto en día de nuestra partida. Para repetir sin lugar a dudas.
A parte de la amplitud, el hotel cuidaba todos los detalles con la ropa de cama, almohadas y toallas en el cuarto de baño bordadas con el anagrama y nombre del hotel. Y de una calidad excepcional.
Las vistas de la Catedral de Oporto desde el balcón de nuestra habitación, simplemente espectacular
publicado el 09 junio a las 15:32
nos encantaria visitarlo en proximas vacaciones
publicado el 31 mayo a las 02:59
El vino de la Villa Sandemán es super exquisito...me encantó, tuve la oportunidad de beberlo en Mayo de 2005. La calidez de la gente de allí, hace que el turista se sienta en casa.