Para muchos, saber aprovechar todas las oportunidades que se te presentan es el mejor mérito que uno pueda alcanzar. La cuestión es que tal cosa es como tal improbable que se cumpla. Sin errores no hay aprendizaje ni experiencia. Y sin éstas, las oportunidades jamás serán reconocidas. Con aprovechar la mitad de las oportunidades estaría bien y sería de un gran mérito; o con tan sólo una, pero que sea un "gran oportunidad". Como en la bildungsroman Grandes Esperanzas de Charles Dickens, las oportunidades representan un destello de necesidad para el propio género humano. O tal que puede pasar que las oportunidades lleguen al estilo del muy español Lazarillo de Tormes o si quieren al estilo alemán de Simplicius Simplicíssimus. En realidad las oportunidades no existen sin que halla apreciación de ello. Para algunos todo está lleno de oportunidades y para otros, siempre habrá una excusa para la falta de ellas sin tener en cuenta las lamentadas como perdidas o pasadas. Es como el optimismo. Sin embargo, la base para apreciar una oportunidad radica en la posibilidad de poder elegir. Sin el parámetro de libre elección no hay posibilidad de definir una oportunidad. Por otro lado, la libre elección sobre ciertos asuntos es más que relativa o influenciada. Así que nuestro concepto de oportunidad será igualmente relativo o influenciado. Pese a todo, oportunidad y libre elección juntas, logran felicidades que jamás podrían describirse en su totalidad. Y cualquier atisbo de felicidad no es motivo de desprecio, pues escasea por sí misma. Y no; no creo que siempre se tenga la oportunidad elegir.