Erase una vez…
Erase una vez una comarca con una tasa de paro demasiado elevada. Erase una vez una comarca con un absentismo escolar abrumador. Una comarca con una mínima inversión en educación. Erase una vez un lugar donde la igualdad de oportunidades frente a las personas que vivían en otros lugares se reducía considerablemente.
Es complicado ilusionarse en medio de esas circunstancias. Al que mantiene la mayor parte de su tiempo en preocuparse en cómo subsistir a diario le resta poco tiempo para soñar; esto si todavía es capaz de albergar alguna esperanza de un futuro más próspero, si todavía tiene ganas y fuerzas para levantarse cada mañana con intención de perseguir algún sueño. La realidad nos muestra personas sin ocasión de volar.
Volar es más propio de las aves. De las personas es más propio tener pájaros en la cabeza. Pero no hay espacio para fantasías cuando la mente está ocupada con otros pensamientos. No se puede emprender el vuelo con los bolsillos llenos de arena. Aunque siempre sea bueno mantenerse con los pies en la tierra, no lo es tanto cuando no podemos ir a donde queremos porque estamos presos de nosotros mismos a causa de lo que sentimos. Nos vamos convirtiendo en nuestros propios carceleros, cumpliendo una pena que ha venido impuesta de manera injusta, por unas circunstancias que nos rodean.
Las metas personales son como las nubes, se acercan o se alejan según como sople el viento. Las nubes cuando se aproximan nos impiden ver el sol. Cuando nuestras metas se alejan disminuye el brillo a nuestro alrededor. Ojalá soplase siempre un viento favorable o al menos tuviésemos suficiente luz para ver las cosas con claridad.
Erase una vez… O quizás no fue y es ahora. También el “AHORA” es el único momento del que disponemos con seguridad para intentar cambiar las cosas, para intentar extender las alas y emprender el vuelo. Pero qué difícil resulta a veces esto de soñar.
Fran J. Lestón