El conflicto ha cambiado. Las preconizadas nuevas guerras ya no lo son tanto. Pero este interesante concepto pretendía poner de relieve que los conflictos ya no se basan en el enfrentamiento de un ejército contra otro. Ni siquiera de una guerrilla contra un ejército formal. Los cambios en la exclusividad del ejercicio de la violencia que tenía el Estado han dado paso al empleo de múltiples actores por parte de los poderes y contrapoderes de cada conflicto bélico. Pero la clave de los enfrentamientos, los poderes y contrapoderes, siguen ahí y tan sólo utilizan las estructuras sociales, económicas y políticas que en cada espacio y tiempo les son más útiles.
Desde hace 35 años ya, el Estado de Marruecos está sometiendo a la población saharaui a través de la fuerza policial y militar pero, principalmente, a través de la “repoblación” del territorio de ciudadanos marroquíes, ortorgándoles privilegios sociales y reprimiendo cualquier intento de expresión del pueblo saharaui. Hoy a la violencia organizada de las estructuras armadas del Estado de Marruecos vemos cómo se suma la de las milicias o colonos. Es el proceso de colonización, en vivo y en directo.
Los saharauis eran ciudadanos españoles, con DNI, hasta hace 35 años. Fue en aquel momento, con el dictador en la cama, cuando el Estado de Marruecos decidió intervenir la colonia española y envió a una marcha colonial a cientos de marroquíes, la llamada Marcha Verde. Frente al intento de Marruecos y el oportunismo de Mauritania –que se quedó finalmente con una parte importante al sur de la región-, Argelia y Libia pusieron a trabajar su diplomacia de Guerra Fría, acogiendo y armando al Frente Popular de Liberación de Saghía el Hamra y Río de Oro, o Frente POLISARIO. Eran los tiempos del libro verde de Gadaffi, de la lucha internacional contra el colonialismo, incluido el propio de las ex-colonias.
La paz, las misiones de Naciones Unidas, y el plan para la realización de un referéndum de autodeterminación en la zona llegaron con el comienzo de la década de los 90. Sin embargo, pensar que un Estado como el Marroquí, donde el gobierno y la monarquía ejercen la censura sin pudor, que camufla sus mentiras entre los gobiernos socialistas españoles, los franceses de cualquier color y por supuesto los norteamericanos, pensar que un gobierno así iba a consentir que la soberanía de un territorio que reclama fuera decidida por un referéndum, era pensar en lo imposible.
Desde que en 1975 decidimos, como Estado, liberarnos del peso de ser colonizadores. Los gobiernos socialistas y populares -incluyendo los de UCD- se han ido repartiendo sus simpatías entre el gobierno marroquí y el Frente POLISARIO respectivamente. Los populares han apoyado a los saharauis por el planteamiento de un juego de suma cero, donde todo lo que ganen éstos lo pierden los marroquíes, uno de sus enemigos internacionales propios. Los socialistas, siguiendo los “pasos marcados” por Felipe González, han apoyado a Marruecos en su reivindicación de manera más o menos evidente, apoyándose en la elaboración de un consenso que permita a España seguir pescando en los caladeros marroquíes –y saharauis-, seguir disfrutando de los fosfatos de la ex-colonia y no tocar el asunto de Ceuta y Melilla –para el cual los gobiernos populares no han tenido miedo a mostrar una postura de fuerza.
El proceso de colonización del Sahara Occidental que ha llevado Marruecos desde hace más de tres décadas ha provocado el enquistamiento de los campamentos saharauis en Tinduf –desierto de Argelia- y la exclusión social, política y económica de la población saharaui que aún reside en su país. Organizados, los saharauis de El Aiun, han terminado montando una protesta visible y audible a través de un campamento a las puertas de la ciudad. Marruecos no lo ha tolerado y ha puesto a funcionar la política de tierra quemada que tantos frutos le ha dado hasta ahora.
Muy probablemente se podrá argumentar contra los dirigentes del Frente POLISARIO. También es muy factible que la responsabilidad del gobierno de España respecto a la independencia del Sahara haya caducado y que sea un asunto internacional a tratar por organizaciones internacionales –con el apoyo expreso de España, por supuesto. Y por supuesto que todo el grupo de la farándula comprometida, esos actores que lideran huelgas de hambre y envían firmas a La Moncloa, es bien criticable en tanto se elevan por encima de los legítimos líderes sociales y políticos y se piensan Bono, de U2, intentando salvar al mundo –y sólo pido que no hayan sido ellos los que animaron a los saharauis de El Aiún a acampar. Pero también es innegable que lo que está aconteciendo a día de hoy en el Sahara Occidental resulta incriminatorio para el Gobierno de Marruecos y delata en su postura de debilidad al Gobierno de España que dirige Rodríguez Zapatero.
Como antiguos detentadores de la soberanía del Sahara Occidental, la labor de España debería consistir en canalizar el proceso de resolución del conflicto a través de las organizaciones internacionales, que para eso están. Sin embargo, en casos como el que hoy está sucediendo, donde un gobierno colonial, como el de Marruecos, abusa y veja a quienes han sido ciudadanos de derecho de tu Estado, lo que se requiere es una postura firme y decida de fuerza. Una postura capaz de anteponer lo que de humano tiene la política a los intereses económicos y geoestratégicos. Estar a la altura de los altos valores que se dicen defender en cada declaración política y cada plan estratégico implica dejarnos de zarandajas diplomáticas, defensa en el Congreso de los Diputados de las hipotéticas soberanías territoriales y exigencias de que los periodistas oficiales entren a ver qué está sucediendo -les recomiendo seguir todo por GuinGuinBali. El Gobierno de España, su Presidente y la nueva Ministra de Asuntos Exteriores, tiene una oportunidad de oro para demostrar su compromiso con los Derechos Humanos y comportarse con la dignidad que parece le arrebatan, día sí y día también, los mercados internacionales.