A ratos pienso en los errores que he cometido en mi vida! Y, ahora me doy cuenta de que la mayoría de ellos son precisamente por no haber seguido mi intuición, mis impulsos desde dentro! Es más, no son errores cometidos, la mayoría son errores por cometer, en todo caso! ¿Cuántas veces he dejado de hacer algo por miedo a equivocarme, por temor al fracaso? ¿Y no ha sido más error no haber si quiera probado errar, en vez de dejar de cometerlos por miedo a equivocarme? ¿Cuántas palabras no dichas se han quedado en el tintero, por decir? ¿Cuántas cosas, por sentir o por hacer?
Ni que decir tiene que la vida está hecha de oportunidades e inoportunidades! Unas y otras dependen del momento preciso, de la ocasión adecuada para pensar, sentir o hacer algo! Y la vida misma nos pide que seamos capaces de no juzgarlas de antemano, de decidir en el momento oportuno… aunque la opción no sea siempre la más adecuada! Es más, en la vida no hay pensamientos, sentimientos o acciones buenas o malas en sí, solo oportunas o inoportunas, según con quien y cada momento! Y de nuestra libertad o capacidad para decidir depende su acierto! Ese es el privilegio del ser humano: la Libertad! Porque ser libre no es acertar siempre, sino ser responsable incluso de los errores y, en todo caso, aprender de ellos… y crecer!
“Debería estar…” “Tendría que haber…” “Si pudiera, ahora mismo…” “Si hubiera estado…” “Si no fuera por…” son argumentos que habitualmente nos sirven de coartada para justificar y/o identificar una indecisión! Porque lo que más nos cuesta a las personas es, precisamente, tomar una decisión, del tipo que sea! Una vez tomada, uno se relaja y, en todo caso, espera no haberse equivocado, aunque deba admitirlo si así fuera! Podríamos afirmar que, una vez decidido algo, estamos incluso dispuestos a aceptar que nos hayamos equivocado! Y, en cambio, si hemos dejado escapar una posible oportunidad, nos arrepentimos de haberlo hecho y nos retorcemos con dolor, sin saber qué hubiera ocurrido de haberla tomado!
En mi vida han habido muchas oportunidades perdidas, visto con mi actual perspectiva! Unas por miedo, otras por incapacidad de decidir y otras, por temor a equivocarme, tal vez! Aunque quizás todas la razones sean una sola: miedo. Lo que más me duele es pensar cómo hubiera resultado mi vida si, ante algunas de ellas, hubiera tenido el valor de afrontarlas de cara y no tanto si me hubiera equivocado al hacerlo! Seguramente la vida de cualquiera de nosotros está fraguada más de decisiones no tomadas a tiempo, que de errores cometidos! ¿Por qué tememos equivocarnos, si resulta peor no habernos decidido cuando surgió la ocasión para hacerlo?
Creo que en la vida todo tiene su momento, aunque qué duda cabe que ese momento aparece en el momento oportuno, valga la redundancia! Pero no siempre estamos preparados para verlo, porque estamos distraídos con lo supérfluo y lo vano o, tan solo, rememorando nuestro pasado! Comparamos lo nuevo con lo viejo; buscamos referentes de lo recién llegado en nuestro pasado, por cierto no siempre grato; creemos que los hechos se repiten y no hay nada nuevo ante nosotros! Y todo eso alimenta el miedo y éste, la indecisión!
Cuando se habla de recuperar “el niño interior” que todos tenemos dentro es a eso a lo que se refiere! A no buscar réplicas vividas anteriormente, a estar bien atentos a lo nuevo que surge y a estar dispuestos a vivirlo con sorpresa e ilusión, como lo hace cualquier niño! Olvidar el pasado, obviar el futuro… y concentrarse en el presente, eso es todo! Las oportunidades surgen, una tras otra, siempre en el momento más oportuno, pero debemos ser valientes y confiar en que es, así y siempre, el momento más oportuno!
Invariablemente, cuando conversamos con una persona anciana, siempre rememora lo vivido, pero se lamenta de lo que nunca vivió, a pesar de haber tenido la ocasión y posibilidad para hacerlo! Aún recuerdo a un anciando tío mío hoy ya fallecido, que, en una navegación en velero durante la noche y estando ambos solos de guardia, me confesó haber perdido una gran oportunidad cuando tenía 18 años de edad, por no haber decidido oportunamente y a tiempo; con su lamento entendí lo caras que se pagan las indecisiones y cuánto tiempo las llevamos a cuestas y con pena! No hace demasiado tiempo una buena amiga mía decidió huir de una evidencia y hoy está -lamentablemente- sufriendo las consecuencias de su falta de decisión o de valor para afrontarla, lo que hoy le ha hipotecado su vida, en su huída ¿hacia adelante o atrás? Y es que la vida, tal vez, no nos pide más que seamos consecuentes con nosotros mismos, tengamos el valor de perseguir nuestros sueños y que, luego, confiemos que la propia vida hará el resto… Pero, ante una duda e indecisión ¿no confiamos en nosotros mismos o en la vida?
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