Pasaje destacado
"Me miró a los ojos con sincera preocupación y trató de convencerme de lo beneficioso que sería para mi futuro sacarme esa oposición, tener un puesto fijo y no depender de vaivenes ni de renovaciones. Hablaba en los mismos términos en los que hablaba mi madre, pensando en mi bien, es decir, en mi estabilidad laboral. Se apresuró a aclarar que, por supuesto, entendía que aquel, el de las oposiciones, no era el plan más apasionante del mundo, que a lo mejor a mí, una chica en la flor de la vida, me tentaban más otros caminos, pero que lo que había ahí fuera era muy hostil, muy inestable, mientras que allí dentro, al menos, tenía una tranquilidad, eso era innegable.Alisó los papeles que había traído, los dejó encima de la mesa y dijo, tratando de sonar optimista, que el opositor que gana su plaza es quien está verdaderamente convencido de su lucha y que esa elección no es un reto para pusilánimes. ¿Y era yo, Sada, acaso pusilánime? ¡Bien sabía ella que no!"
Sexta novela que leo de Sara Mesa (podéis leer sus reseñas aquí), una autora madrileña (1976) que siempre me resulta polifacética porque cada obra suya la percibo muy distinta, con argumentos/temas que nada tienen que ver con lo anterior leído (me pasa también con Delphine de Vigan). Y “Oposición” ha seguido en la línea, no me ha defraudado, es más, os adelanto que me ha entusiasmado.Los puntos fuertes de la novela✔ En el comienzo ya se vislumbran matices de lo que está por venir:
La mesa la pusieron en mitad de la nada, en un lugar de paso, sin ventanas. Sonaba un ronroneo constante, quién sabe de qué aparato o cosa. Dejé el bolso y la carpeta encima de la mesa, el chaquetón en el respaldo de la silla y me senté a esperar tal como me había indicado el ordenanza. Allí en medio, entre sombras, solo se oía el ronroneo, nada más, y sus mínimas variaciones cada pocos segundos, como un cuerpo asfixiado cogiendo a duras penas bocanadas de aire. Frente a mí, la pared color crema; a la izquierda, el recodo que llevaba a los despachos; a la derecha, la puerta doble con ojos de buey por la que yo acababa de entrar. Era una mañana fría de invierno, apenas había amanecido, la luz me hizo pensar en la textura porosa de la cera. Tuve la sensación de haberme colado en un edificio vacío. De estar ocupando ese sitio por error.
✔ La trama a grandes rasgos sin spoilers: está ambientada en Madrid, aunque casi todo discurre dentro del edificio de trabajo y arranca en el primer día de una funcionaria que bien podría ser cualquier funcionaria ocupando un puesto de interinidad por vacante, una plaza de interina en la Administración Pública. Se trata de Sara, que como se ve en el párrafo del comienzo, dispone de una mesa grande en una zona en mitad de un pasillo con un ordenador y un teléfono, también una cajonera, una silla de oficina y un enchufe con regleta.
Dos de las mesas estaban libres, tanto de funcionarios como de papeles. ¿No me podían haber colocado en alguna, en vez de enviarme a la otra punta? ¿O eran mesas con dueños cuyos dueños, por la razón que fuera, habían tenido que ausentarse?
Curiosamente los funcionarios que pasan por delante de ella los primeros días no le hacen ningún caso, nadie le pregunta ni se presenta, la ignoran como si fuera invisible, haciéndola sentir muy poca cosa y tampoco nadie le explica su cometido. Como a Sara le avergüenza que la vean de brazos cruzados, finge trabajar. Su jefa inmediata y asesora jurídica sabe que ya se incorporó a su puesto, pero tarda diez eternos días en llamarla a su despacho, tiempo que Sara dedica a curiosear en sus alrededores e ir conociendo desde la distancia a sus peculiares compañeros de trabajo. Por fin, tras cinco horas de espera, Teresa la recibey le explica que va a ayudarla con la puesta en marcha de una OMPA (Oficina de Mediación y Protección Administrativa), algo que la mayoría de los organismos públicos ya tienen. También se hará cargo del nuevo RPlic@, el complejo programa informático para la tramitación de las Reclamaciones en cuyo desarrollo habían estado trabajando durante meses tres funcionarios del área de informática. Pero tampoco le da demasiadas explicaciones acerca de su cometido exacto, ni le cuenta de qué manera puede ayudarla.
Yo debía probar el RPlic@ para asegurarnos de que marchaba como la seda. Mi primera tarea, según Teresa, era leerme el manual de usuario de pe a pa y, luego, cuando me lo supiera de memoria, ponerme a incluir expedientes que ya habían caducado, peticiones y quejas que llegaron años atrás a nuestro departamento y a las que se había contestado de aquella manera, o de ninguna manera, porque en aquel momento no existía una OMPA como la que inauguraríamos muy pronto.
Pareciera que Sara tiene por fin una tarea a la que dedicarse en sus horas de trabajo, pero solo será algo ilusorio ya que las reclamaciones que entran y que tiene que tramitar, son muy escasas, no le dan para matar el tedio
¿De qué se quejaba ese señor? De tonterías. Aunque, por mí, como si se quejaba de su suegra, yo estaba feliz porque aquella reclamación, por irrelevante que fuera, justificaba al fin mi presencia en esa mesa. ¡Y qué agradable y novedoso volumen de trabajo generó un solo escrito! Había que registrarlo, asignarle un número, catalogarlo en la base de datos, redactar un acuse de recibo, informar oficialmente a Teresa por nota interior de la recepción del expediente, preparar otra notificación aún más ceremoniosa para dar traslado a los miembros del comité de sabios...
Impulsada y animada por su madre y también por Beni, una compañera de trabajo, decide empezar a estudiar sus oposiciones para conseguir una plaza fija, para toda la vida. Pero el aburrimiento y la ausencia de tareas durante sus largas jornadas laborales, va haciendo mella poco a poco en su estado de ánimo, y en su paciencia llevándola a cometer errores y locuras quizás imperdonables para lo que viene siendo la ética del funcionariado público.
✔ Los personajes: la protagonista absoluta es Sara María Villalba Villalba (aunque ella se llama a sí misma Sada, debido a su problema de frenillo e incapacidad de pronunciar su nombre correctamente). Es hija única, vive con su madre que trabaja de recepcionista en una clínica dental, su padre murió siendo ella muy pequeña y tampoco tiene novio. Una amiga de la familia ha movido los hilos para conseguirle el puesto de interina.
La expresión que yo había utilizado, mover los hilos, era sumamente desafortunada, porque predispone a la gente a denunciar amiguismo donde no lo hay. La función pública no es permeable al enchufe, sentenció, dado que se asienta en una línea recta, la de la transparencia, y ¿sabía yo cómo era esa línea? Se respondió ella misma contando con los dedos: primero, convocatoria; segundo, requisitos; tercero, adjudicación. Por no hablar de que lo mío era una interinidad por vacante, es decir, un puesto transitorio. Al verdadero funcionariado solo se accede por oposición, cosa que, ya que estábamos, quizá debería ir considerando.▶︎ Hay dos personajes más bastante destacables: el de Beni, Benita, la señora del despacho contiguo y su corsé ortopédico, antigua maestra de escuela que lleva casi dos décadas en la administración, compañera de trabajo con la que más contacto tiene porque ambas disfrutan leyendo poesía. Es una relación curiosa, aunque igual lo de ellas no llega a ser ni relación, ya que todo transcurre en una sola dirección, Beni se interesa por ella, le ofrece sus libros e intercambiar pareceres sobre ellos, pero a Sara le aburre la mujer, siempre intenta quitársela de encima. Beni está empeñada en que Sara oposite, la incita a estudiar y le regala el calendario del opositor con una frase de motivación escrita en mayúsculas en cada hoja
Sonrió como si ya me hubiera ganado para la causa. Ya no hay marcha atrás, bromeó, ¡ahora solo te tienes que inscribir! Empecé a sentirme acorralada, empujada para entrar en el redil, pero no era una posibilidad que pudiera desechar a la ligera. Le prometí a Beni que me lo pensaría
Como a mitad de la novela aparece alguien que aporta mucha luminosidad a la trama, de hecho diría que literariamente ha sido mi personaje favorito. Se trata de Sabina, del departamento de informática, a la que conoce el día que sube por primera vez a la terraza del edificio, una mujer cautivadora, hechizante, pragmática, solo dos años mayor que Sara, que consigue envolverla y arrastrarla con su arrolladora personalidad. Ambas conectan desde el principio, están felices de haberse encontrado, ríen juntas, desayunan juntas y suben a la terraza cada día a fumar, se cuentan anécdotas divertidas sobre sus compañeros de oficina y se burlan con maldad de todo y de todos, de esas formas de ser tan cómicas de algunos. La relación que surge entre ambas y lo que sucede entre ellas, da que pensar.
Me volví maliciosa, aunque no todo el tiempo. Eran más bien ramalazos de malicia, ocurrencias que de pronto me asaltaban y que eran más grandes que yo. Sabía, por ejemplo, que era mezquino criticar a Beni por su corsé, y sin embargo lo hice, le dije a Sabina que se movía como Robocop y las dos nos reímos un buen rato imitándola. Después me sentí oscuramente culpable, temí que se enterara no sé cómo. Aunque en realidad, mi miedo iba más lejos que eso. Era un miedo a mí misma.▶︎ La autora nos muestra además un elenco de personajes/funcionarios variopintos, todos le sacan a Sara como mínimo veinte años y resulta fácil imaginarlos dentro de cualquier edificio administrativo: desde el socarrón e impertinente ordenanza, José Joaquín, pasando por el jefe superior máximo de todos ellos, Echevarría, toda una entidad allí, y gran promotor de la tan esperada modernización administrativa y la otra jefa, Teresa, enamorada, fascinada con Echevarría y a la que Sara debe rendirle cuentas directas respecto a su trabajo.
Desde que llegué había esperado que algún superior me guiara como un pastor a su oveja, primero Teresa y luego Echevarría y mañana Dios sabía quién, pero los superiores no se mostraban dispuestos a guiarme; enfrascados en sus propios asuntos, yo les estorbaba
Salu, la secretaria de Echevarría, una mujer que a pesar de ser la que más curra, todos la llaman la Poquita, sosa e insulsa, toma notas a toda velocidad, redacta actas y trascribe las reuniones y sesiones del Comité de Sabios. El raro Jefe de negociado número dos, de dudoso estado mental, que pasa horas y horas en su despacho sin salir ni siquiera al servicio ¿trabajando?, un ser espectral que siempre llega y se marcha a la misma hora, que pasa cada día por delante de la mesa de Sara sin pararse a hablar con ella y que siempre deja un peculiar tufillo porque incluso en pleno agosto viste la misma ropa de siempre.
Me llegó un olorcillo rancio que achaqué a su costumbre de ponerse el abrigo de paño aunque ya no hiciera tiempo de llevarlo. Qué maniático era. Yo no sabía si lo suyo se debía a la timidez o a otra cosa peor. Quizá padecía una especie de incapacidad, un trastorno social, algo ante lo que no cabía reprocharle nada. Al no tener trabajo, pensé, al estar tan aislado y ninguneado por el resto del departamento, había ido reduciendo sus habilidades hasta el punto de que ya apenas sabía articular palabra.
Y el Monago, un tipo con bigote que rara vez interviene en las conversaciones ni expresa sus opiniones, que siempre anda mascando pictolines oliendo a tabaco de pipa y que al parecer es quien redacta los discursos que luego pronunciarán los políticos. Siempre con la frase en la boca, su famosa frase que siempre repite cuando quiere despachar todo aquello que no le interesa, "difícil de explicar, pero sobre todo aburrido de escuchar"
✔ La historia y el título: ● La historia me ha resultado muy innovadora, no había leído nunca algo así, sobre un tema así. Lo cierto es que no es de esas tramas que te enganchan desde el principio, de hecho, me costó un poco entrar en ella, pero una vez que entré ya no salí para nada de la lectura, quedé completamente atrapada, fascinada y mantuvo en todo momento mi curiosidad de saber hasta dónde iba a llegar la protagonista. Porque la protagonista se mete en líos, ella misma se lo guisa y se lo come, ella solita, sin ayuda de nadie.
Es una especie de sátira muy crítica, bastante ácida, sobre todos los aspectos de la Administración Pública: el exceso de burocracia y multitud de pasos para cualquier trámite, las fastidiosas notas interiores, los sistemas de citas previas con teléfonos que siempre comunican y nunca se atienden, o webs que se cuelgan.
La cita previa era el mirlo blanco, el trébol de cuatro hojas. Más difícil de conseguir que el Euromillón. Más que correr siete maratones
Las inhumanas colas para todo, los eternos plazos requeridos para cualquier tipo de procedimiento, los tediosos papeleos, y cargas de trabajo tan mal repartidas, con gente que trabaja mucho y otros que no hacen más que mirarse el ombligo hora tras hora, día tras día.
Pero ¿y los plazos?, insistí. Sabiendo como sabía todo lo que se tardaba en recorrer el procedimiento completo, carta va y carta viene, reunión y debate y luego otra ronda de cartas, lo íbamos a resolver fuera de plazo. Ayayayayay, canturreó ella, cuánto tienes todavía que aprender. Arqueó los labios, recitó: artículo 23 de la ley de procedimientos administrativos, alma de cántaro, ¿aún no te lo sabes? La relatividad de los plazos, Sada querida. Eso me dejó más tranquila
Además, está contada y abordada de una forma irónica, con mucho humor. en muchos momentos de la lectura me he sonreído, casi hasta he soltado una carcajada, como cuando la gente llama por error al teléfono gratuito de la OMPA que solo se diferencia en un dígito con el de Nespresso:
El primer día no llamó nadie, el segundo tampoco, el tercero llamó una mujer que quería encargar cápsulas de café. ¿Cápsulas de café?, repetí. Como ella insistía, llegué a pensar que era un término administrativo para designar algo que yo desconocía, tipo pliego de condiciones o apud acta. Pero no, quería café de verdad, un pedido de cápsulas, por favor, seis cajas, mitad ristretto y mitad cappuccino. Cuando le dije que se había confundido de número se quedó muy sorprendida. ¿No es ahí Nespresso?, preguntó. No, no. ¿Seguro?, insistió desconfiada, pero ¡si llamé la semana pasada y era!
La autora habla con mucha guasa y desde su propia experiencia como trabajadora en la administración que en algún momento fue, se nota que conoce bien el tema y no parece haber elegido el nombre de la protagonista que es su propio nombre, de forma casual, así como tampoco parece ser casual el haber utilizado la primera persona para narrar, algo bastante raro en sus anteriores obras.
● Respecto al título destacaría que está muy bien elegido, no solo porque se refiera a la maldita “oposición” que hay que superar para sacar una plaza de funcionario, al proceso de selección en sí mismo, sino porque Sara se “opone”, se rebela contra las absurdeces de la burocracia, contra los rígidos procedimientos y terribles protocolos.
✔ El final me ha parecido genial: al principio no entendí los motivos de Sara, me costó entender porqué hizo lo que hizo, pero pensándolo bien, dándole una vuelta sí llegué a comprenderlo y me pareció una idea buenísima y original. Otra auténtica y genuina. . . “oposición”
¿Os recomiendo esta novela? Por supuesto, por varios motivos: por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero también porque considero que es una novela muy interesante tanto si se ha opositado o trabajado alguna vez en la pública, como si no. Yo, que oposité durante tres añitos y he trabajado y ocupado plaza en dos Administraciones distintas, en lugares distintos, me he sentido bastante identificada con algunas (por supuesto no todas) de las vivencias de la protagonista. Y porque a Sara Mesa hay que conocerla, leerla, darle una oportunidad. ¡No os la perdáis!
He leído y comentado "Oposición" junto a mi gran amiga Mariana, del blog Los libros de Mava, así que otra lectura más que va directa a la saca de nuestro Club de lectura MavaMar. Si os apetece o tenéis curiosidad por saber si ella ha disfrutado la novela tanto como yo, podéis hacerle una visita y leer su reseña AQUÍ, seguro que no os arrepentiréis.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente:
