La roca Tarpeya en la actualidad. Foto Wikipedia
"Quien estudie las oposiciones conocerá a España"Miguel de UnamunoDe la Enseñanza en EspañaO,C. IV p 52
Siempre había pensado que la Inquisición había ejecutado, durante sus casi cuatro siglos de existencia, a cientos de miles de pobres personas por su religión, sus costumbres heterodoxas o, simplemente, por su conducta extravagante. Sin embargo, cuando estudiaba Historia Social, me enteré de que, según la mayoría de los estudios serios, no se llegó a sobrepasar la cifra de 10.000. Y que según García Cárcel, que se tragó todo el Archivo Histórico Nacional que es donde están los archivos de la Suprema de la Inquisición, no llegaron a 3.000 las víctimas (1).
En un primer momento pensé, ¡pues no fueron tan malos!, salen a siete ejecuciones al año. En mi descargo diré que enseguida me di cuenta de que ese pensamiento era un disparate. No necesitaron más de 3.000 ejecuciones para mantener al país en un puño, dentro de la más pura ortodoxia, para mayor gloria de la monarquía y de la Iglesia. Fue un perfecto mecanismo de control social.
Los historiadores os dirán que la Inquisición permaneció vigente en España hasta 1834 en pleno reinado de Isabel II, pero se equivocan. La Inquisición mudó de forma, se readaptó y reapareció por un Decreto de junio de 1852 de Bravo Murillo, si señor, el que trajo el agua potable a Madrid y que tiene una calle importante dedicada a su recuerdo. Sólo que cambió de nombre, a la nueva Inquisición se le llamó Oposición. Y se adoptó como sistema general de acceso a las administraciones públicas en la Ley de Bases de 22 de julio de 1918, aunque los cuerpos que se estimaban especiales como abogados del Estado, jueces o catedráticos mantuvieron la normativa de cada Cuerpo.
Y todavía, al parecer, hay que estar agradecido. Para López Medel (2) la oposición es el resultado de una evolución en los sistemas de selección de personal – recuérdese que también los dinosaurios supusieron un escalón evolutivo -, que supone un reajuste del favoritismo y de la concesión graciosa que fue norma aceptada socialmente en el Antiguo Régimen pero que casaba mal con el Estado liberal surgido de la Revolución Francesa entre cuyo ideales estaba el gusto, tan burgués él, por lo meritocrático.
El ser opositor es tener un sambenito (3) y la oposición tiene mucho de tortura. Así que establecer un paralelismo entre el potro de tortura y “cantar” ante un tribunal de oposición es exagerado pero inevitable. No soy el primero que lo hace ni seré el último que se acoja a esta comparación malintencionada.
De hecho, José María Chico (4) – autor de los libros “Historia de las Oposiciones” y “Oposita que algo queda” -, realizó hace más de veinte años la misma comparación. Pero no se quedó ahí sino que dijo, cito textualmente, “la fina mentalidad ibérica, agudizó su ingenio al tratar de buscar un método selectivo. A diferencia de quienes descubrieron la roca Tarpeya (5) y por allí despeñaban a todos los que no servían, y lo acontecido en Alemania, en donde las SS liquidaban a todos los judíos……, aquí mucho más finos, nuestros métodos selectivos son las oposiciones”.
Hay más antecedentes ilustres en esto de criticar sin recato tan funesto sistema, el Doctor Marañón (6) dijo de las oposiciones que “eran el cáncer de la Universidad” y, antes aún, Angel Ganivet (7), dijo que con este sistema “la juventud pierde el tiempo, preparándose para ingresar en éste o en aquél escalafón, aprendiendo a contestar de memoria cuestionarios fofos e incoherentes”. Incluso desde el humor, José María Chico cita en su libro varios chistes, hay uno que es muy del estilo del semanario “La Codorniz” (8) aunque él no cita la fuente, que me parece especialmente gracioso. “Dos burros están mirando a un tercero que, a su vez está sentado ante una mesa llena de libros, y comentan: <<Es un opositor empedernido, ahora se está preparando para caballo fiscal>>”
Así que críticos ilustres ha habido, el catálogo es mucho más extenso de lo que aquí pongo, hay artículos de prensa, comentarios, libros que ponen a parir este curioso y carpetovetónico sistema de selección desde los años ’50 del pasado siglo hasta nuestros días (9). Sin embargo el sistema goza de muy buena salud, sigue siendo el método de acceso por excelencia en las administraciones. Y no cabe duda que en 2012 el olor que desprenden las oposiciones es tan rancio como el que despedía la Inquisición cuando se abolió en 1834.
¿Pero qué es una oposición?. Según cuenta José María Chico, en los años ’40 una emisora de Madrid hizo un concurso entre los estudiantes de los diversos Colegios Mayores de la capital para premiar la frase más afortunada que definiese esa especie de martirio que son las oposiciones.
Dos fueron especialmente ingeniosas, por un lado: “la oposición es nuestra segunda bárbara fiesta nacional”(10); y la otra decía: “la oposición es lo que los padres quieren que hagan sus hijos y lo que los hijos dicen ¡que lo haga su padre!”.
Pero, más allá de estas ingeniosas definiciones, una oposición es una serie eliminatoria de exámenes en la que se van despeñando por la roca Tarpeya los candidatos, quedando para el final los aprobados por el tribunal que siempre, esto es un teorema, serán un número menor o igual al de plazas que están convocadas (11).
Según la normativa vigente los procesos de selección para el acceso a un puesto de la administración pública son la oposición y el concurso oposición, la diferencia entre uno y otro viene dada porque en el segundo – aparte de una serie de exámenes – hay una fase de concurso que no es otra cosa que la revisión y puntación de unos méritos que el opositor puede demostrar documentalmente. El concurso oposición es mucho menos común y normalmente se usa para procesos de promoción interna en el que se tiene en cuenta lo que ha hecho en el pasado el opositor. Se tiene en cuenta pero poco, pues se suele usar como segunda fase y después de tener que haber aprobado necesariamente todos los exámenes previos.
Esta serie de exámenes son puestos y puntuados por un tribunal compuesto por funcionarios que deben seguir los principios de profesionalidad e imparcialidad. Es decir, debe estar compuesto por profesionales destacados del ramo de que se trate, y especialistas en diversas disciplinas que de alguna manera son necesarias por la propia naturaleza del proceso. El tribunal también puede estar asistido por asesores en materias específicas pero no forman parte constitutiva de dicho tribunal.
Todo el proceso debe respetar los principios de igualdad, mérito y capacidad, es decir, se debe garantizar la igualdad de oportunidades – que como sabemos es la función legitimadora por excelencia en la sociedad actual (ver “El gran montaje”) -, la igualdad entre sexos, se deben respetar los méritos de cada cual y debe puntuarse según la capacidad y conocimientos demostrados por cada candidato. Dicho de otra manera, no se puede enchufar a nadie, aunque sea tu sobrino y te llames Julio Nepote (12), ni actuar discriminatoriamente, por poner un ejemplo, siendo un misógino o una andrófoba (13).
Todo esto parece muy formal, ¿verdad?, si leyeras la normativa querido lector – una constelación de leyes, reales decretos y órdenes ministeriales - hasta te entrarían ganas de ponerte firme y en primer tiempo de saludo de lo formal que es todo. Y puede que sea formal, lo que está por ver es que sea realmente objetivo. Pero sigamos.
Las oposiciones, en el caso de los funcionarios de carrera, no se hacen para acceder a un puesto de trabajo sino a un determinado Cuerpo. Pero, ¿qué es un Cuerpo de funcionarios?.
El funcionariado es un colectivo muy heterogéneo, tanto vertical como horizontalmente. Verticalmente, las administraciones son organizaciones fuertemente jerárquicas, están basadas en el modelo burocrático y es ésta – la jerarquía – uno de los principios identitarios de la burocracia. Por tanto existen una serie de niveles jerárquicos que marcan distintas funciones, responsabilidades y, claro en función de estas, cada una con sus remuneraciones específicas. Esos niveles se asocian a unos grupos separados por la titulación académica que se necesita para acceder a dicho grupo. En la tabla siguiente se especifican los grupos y niveles.
Fuente: Juan Carlos Barajas. Haga clic encima para ampliar
Respecto a la horizontalidad, se refiere a que hay una gran cantidad de profesiones diferentes: desde ingenieros de caminos hasta médicos o policías pasando por administrativos o informáticos.
De la confluencia de ambos ejes, vertical y horizontal, obtenemos los Cuerpos. Por ejemplo, los del subgrupo A1 (vertical) del ramo de la informática (horizontal), obtenemos el Cuerpo Superior de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. De la confluencia del subgrupo A2 y del ramo de la administración civil, tenemos el Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado. En general cuando se habla de Cuerpo “Superior” es A1, “Gestión” es A2, “Técnico” es C1 y “Auxiliar” C2 (14).
Además de Cuerpos hay Escalas, pero que Dios me perdone no he sido capaz de encontrar una diferencia legal entre Cuerpo y Escala, en mi descargo diré que no soy un analfabeto legal pero tampoco soy un jurista. Para mi tienen implicaciones legales similares, quizás el Cuerpo es más grande o tiene más prurito, es decir, pertenecer a un Cuerpo mola más que pertenecer a una Escala. De todas formas, si hay un jurista entre el público, que me lo explique.
Y si opositas a un Cuerpo o Escala y apruebas, ¿qué puesto de trabajo te asignan?. Pues uno, por riguroso orden de escalafón, correspondiente al nivel de entrada al Cuerpo. Por ejemplo, para los Cuerpos del subgrupo A1 – que son los que manejan el cotarro – el puesto de entrada es de nivel 26, es decir, un puesto de nivel medio-alto. Para el A2, el nivel de entrada es el 18, un puesto medio-bajo y así ocurre con todos los demás grupos.
Los exámenes de las oposiciones son de lo más variopinto. Dependen, en número y dificultad, del Grupo y del Cuerpo al que se pretende acceder. Por poner un ejemplo, en el acceso al subgrupo A1, son los ejercicios escritos – ya sean teóricos o supuestos prácticos – que posteriormente hay que defender ante un tribunal en sesión pública posterior. O directamente, más exquisitamente inquisitorial si cabe, recitar o “cantar” de memoria varios temas elegidos aleatoriamente de un temario extenso ante el tribunal para luego someterse a un turno de preguntas.
En cualquier caso las pruebas premian la capacidad de empollar, engullir conceptos, datos, artículos, leyes y siglas, por lo que se debe contar con una muy buena memoria y mucha capacidad de estudio. También se pone a prueba la paciencia y el temple, pues hablar delante de un tribunal y con público exige de ambas virtudes.
Todas estas pruebas quedan a la discrecionalidad del tribunal que los puntúa según su criterio. Por lo tanto se trata de un criterio colectivo o de grupo, pero subjetivo. Que yo sepa las únicas pruebas realmente objetivas son los tests de respuestas múltiples, enrevesados, confusos, pero su corrección no depende de un criterio personal sino de un programa de ordenador que comprueba las respuestas automáticamente.
Así que a los principios de igualdad, imparcialidad, profesionalidad, mérito y capacidad hay que añadir el “contraprincipio” de la subjetividad. Por eso, muchas veces el público – usualmente el público de las sesiones está formado por los opositores que todavía no se han examinado – queda sorprendido porque opositores brillantes con defensas extraordinarias sean eliminados y otros, menos brillantes, con defensas más modestas sean aprobados.
Y esto me da pie para hablar un poco de los fallos del sistema. En primer lugar hay que decir que en cierto sentido hacer unas oposiciones es como alistarte en la legión extranjera, tu vida pasada no cuenta para nada. De nada o de muy poco te valdrá tu currículo, tu experiencia, lo que hayas realizado en tu vida profesional anterior, si acaso puede que se evalúe de forma indirecta por las preguntas del tribunal, pero en cualquier caso de forma muy endeble. En cambio se valorará sobre todo tu memoria – las pruebas son memorísticas hasta el paroxismo - y, últimamente – permitidme este guiño a las oposiciones de tecnologías de la información – tu capacidad para sumar, multiplicar y dividir con velocidad y exactitud, como si el género humano no hubiera inventado calculadoras que hacen mejor ese tipo de trabajo que las personas. De manera que a menudo se cuelan personas que tienen gran capacidad de estudio y de resolución de problemas teóricos pero cuando dan con un trabajo real no son resolutivos y la gente se pregunta que cómo han aprobado una oposición.
En segundo lugar no se evalúa la personalidad de los candidatos, conozco el caso de una persona – tremendamente inteligente y preparada – pero que es incapaz de relacionarse con otras personas y ha aprobado las oposiciones a un Cuerpo del grupo A1. Es imposible que esta persona sea un directivo o predirectivo de la administración, quedará en un despacho aparte haciendo vaya usted a saber qué. Este es un caso extremo pero se dan a menudo situaciones de candidatos que aprueban pero están poco preparados para las relaciones sociales o para la toma de decisiones. Unos aprenden con el tiempo y otros no.
Y para terminar con los fallos, es posible que realice más adelante otro artículo que explique todo esto con mayor detalle pues se me quedan muchas cosas en el tintero, hemos visto que las pruebas al final dependen de la subjetividad del tribunal. Incluso de la formación del tribunal, pues no todos los miembros del tribunal están todos los días sino que se van turnando. De tal forma que hay formaciones más “blandas” que otras, o bien, más preocupados por una serie de temas y problemas que por otros. Incluso, aprobar o no, puede depender de que en una sesión haya tres candidatos buenos o que la media de los candidatos sea más baja. En fin la suerte juega un papel también en esto.
Bien, decíamos que se depende de la subjetividad de los miembros del Tribunal y si las pruebas son subjetivas, entonces, ¿por qué no se diseñan unas pruebas igual de subjetivas, igual de selectivas, pero sin tanto sacrificio humano?. ¿Por qué no se humanizan las oposiciones?, no me refiero a bajar el listón sino a hacer unas pruebas que no amarguen la existencia a los candidatos hasta límites insospechados.
Porque a esta altura del artículo todavía no hemos hablado de por qué comparamos las oposiciones con un martirio. Bueno básicamente porque oposites a lo que oposites son siempre terriblemente difíciles de sacar. Debemos tener en cuenta que aprobar una oposición requiere de un gran esfuerzo de estudio sea cual sea el nivel del Cuerpo al que se aspire. En los Cuerpos de menor nivel jerárquico el problema es la terrible competencia por el desfase entre las plazas ofrecidas y el número de aspirantes y, en las plazas de mayor nivel, la exigencia es máxima en cuanto a nivel de conocimientos especializados necesarios y en cuanto a la titulación exigida. En cualquier caso tienes que emplear muchas horas de estudio durante muchos meses o años, para intentar alcanzar algo sobre lo que no tienes ninguna garantía previa de conseguir, algo de resultado incierto porque no se trata de aprobar o suspender sino de estar entre los treinta, cuarenta o cuatrocientos mejores de los ochocientos, dos mil o treinta mil que se presentan.
Y esas horas de estudio continuado te pasan factura. Tenemos la factura familiar, tu pareja deja de tener pareja, tus hijos dejan de tener padre, tus padres dejan de tener hijo, tus amigos recuerdan de vez en cuando que una vez tuvieron un amigo pues te has convertido en una especie de eremita que sólo se dedica a estudiar. En ese sentido, todos los que te rodean también hacen la oposición.
Y la factura personal. En tu vida personal todo gira en torno a la oposición, cualquier pequeño rato lo dedicas a la oposición, dejas de leer, dejas de ver películas, eres incapaz de pensar en otra cosa. Sueñas con los exámenes, tienes pesadillas horribles mientras duermes y sueñas despierto viéndote en tu futuro despacho con la bandera constitucional detrás y la gran cruz de Isabel la Católica sobre tu pecho. Cuando despiertas, pues otra vez a estudiar, es una auténtica obsesión.
Y la factura física. Estar tanto tiempo sentado te perjudica mucho, cuanta más edad tienes es peor, más desgaste físico. Quieres alternar estudio con ejercicio físico y, al principio, lo cumples pero conforme avanza la oposición mayor es la obsesión y ningún tiempo de estudio te parece suficiente y se lo quitas a los paseos o a los ejercicios o a la comida o a cosas menos confesables en público pero muy necesarias para mantener la cordura. Y muchas veces acabas enfermando.
Conforme avanza el proceso te preguntas más veces que por qué lo haces, y ya no encuentras respuesta, los objetivos iniciales se han diluido, sólo quedas tú y el esfuerzo que ya llevas hecho, has entregado tanto de ti y de los tuyos que ya no puedes echarte atrás, ¿cómo vas a dejarlo ya si sólo quedáis cincuenta para veinticinco plazas?.
Y si al final no lo consigues te hundes, te haces todas las preguntas que has evitado hacerte durante todo el proceso y te hundes más. Estás varios días queriendo que la tierra se te trague, con una inmensa sensación de fracaso y de pérdida de tiempo. Si apruebas, todo parece cobrar sentido, conectas la lavadora mental y empiezas a olvidar los sinsabores y el precio de las varias facturas que has pagado - al cabo de los años lo olvidarás por completo – y te aprestas para ir a ese despacho que tantas veces has imaginado, con su bandera rojigualda y ya sientes el peso de la gran cruz de Isabel la Católica sobre tu pecho sin saber que te encaminas a vivir la muy estable pero penosa vida del funcionario (15).
Juan Carlos Barajas MartínezSociólogo
A mi mujer y mis hijos infinitas gracias porque, durante un tiempo, convivieron con un fantasma que se parecía a su marido y padre, y que sólo se aparecía a las horas de las comidas
Notas:
(1) Para ampliar información es interesante el libro del profesor Santos Juliá, Historia Social y Moderna y Contemporánea de España.(2) Jesús López Medel, Doctor en Derecho, graduado social y Registrador de la propiedad, catedrático de Derecho Natural, autor de importantes trabajos sobre Derecho de Propiedad, Filosofía del Derecho y Derecho Registral(3) El sambenito es una prenda utilizada originalmente por los penitentes católicos para mostrar público arrepentimiento por sus pecados, y más adelante por la Inquisición para humillar a los condenados por delitos religiosos. En la actualidad se utilizan expresiones como "llevar un sambenito", "te cuelgan un sambenito" o "cargar a alguien un sambenito" con el significado de cargar con una culpa inmerecida o perder la reputación y ser despreciado por algún oprobio.(4) José María Chico Ortiz, Registrador de la Propiedad, autor reputado de Derecho Hipotecario con numerosas obras publicadas. Curiosamente fue uno de los primeros estudiosos, por no decir el primero, de la aplicación de la informática al Derecho. Tiene dos magníficos libros sobre oposiciones, “Oposita que algo queda” que es un libro de anécdotas sobre oposiciones e “Historia de las Oposiciones” que es un estudio histórico sobre las oposiciones en España. Sus escritos destilan un magnífico sentido del humor y reconoce que le costó un imperio aprobar las oposiciones de registrador.(5) Roca Tarpeya, “rupes Tarpeia” en latín, era una abrupta pendiente de la antigua Roma, junto a la cima sur de la colina Capitolina. Tenía vistas al antiguo foro romano. Durante la República, se utilizó como lugar de ejecución de asesinos y traidores, que sin ninguna piedad eran lanzados desde ella. También hay una roca Tarpeya en Toledo que durante la época romana se utilizó para los mismos propósitos que su matriz romana. Ya que se trataba de comparar con métodos de selección a lo bestia, yo habría utilizado la comparación con el monte Taigeto que era donde los espartanos abandonaban a los bebés que no pasaban el examen de aptitud o “lesjé”. Pulsa aquí para ampliar en Wikipedia (6) El Doctor en Medicina Don Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), fue un médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español, cuyas obras en los ámbitos científico e histórico tuvieron una gran relevancia internacional. Durante un largo período dirigió la cátedra de endocrinología en el Hospital Central de Madrid. Fue académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España (de la lengua, de la Historia, de las Bellas Artes, Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales). Fue un humanista en el sentido más renacentista de la palabra y uno de los intelectuales más importantes que ha visto España durante el siglo XX. Pulsa aquí para ampliar en Wikipedia.(7) Ángel Ganivet García (1865-1898), escritor y diplomático español. Se le considera, por su incertidumbre vital y por su angustia espiritual, precursor simbólico de la Generación del 98. Es un representante de la cultura positivista y escéptica del siglo XIX. En cuanto a las oposiciones fue un hacha, sacó las del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos y, posteriormente, sacó el número uno en las del Cuerpo Consular (entonces estaba separado del Cuerpo Diplomático) en 1892.(8) Aunque la cita es de José María Chico, a mi me suena haberlo leído en la Codorniz, pero no lo he encontrado en mi biblioteca personal en la que tengo libros acerca de esta revista satírica española, la más importante de la historia en mi opinión, seguiré buscando y cambiaré está nota más adelante si lo encuentro.(9) José María Chico en su libro “Oposita que algo queda” da una relación muy extensa de todos artículos y libros que critican el sistema de las oposiciones.(10) Según el diccionario de citas de Wenceslao Castañares y José Luis González, el Doctor Marañón dijo una frase muy parecida "las oposiciones es el espectáculo más sangriento después de los toros", aunque reconoce que es atribuída.
(11) La propia ley 7/2007 del Estatuto del Empleado Público así lo entiende, es lógico que no se apruebe a más personas que plazas hay convocadas. No puedo resistir la tentación de contar una experiencia personal. Una vez participé en unas oposiciones a analista funcional en un Ministerio, aprobamos cinco y una vez tomada posesión nos enteramos de que sólo había cuatro plazas. A mi casi se me cae el cielo encima cuando el Subdirector General nos dijo que uno se tenía que quedar fuera, que lo arregláramos entre nosotros para elegir quién. El afortunado quedaría a la espera de la primera plaza que quedara libre. Uno de los cinco dijo que lo sorteáramos, organizó el sorteo, escribió los nombres de cada uno en un papel, los metió en una bolsa, le dio a elegir a la única chica que había entre nosotros, y le tocó a él mismo. Han pasado casi treinta años y sigo preguntándome qué es lo que sucedió en realidad.(12) Julio Nepote fue un emperador romano de occidente, en concreto el penúltimo, que al parecer debió su nombramiento a que era sobrino político del emperador romano de Oriente, León I el magno. De hecho nepos en latín significa sobrino. Y claro, de ahí viene la voz nepotismo que, según la RAE, es la desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos.(13) Aquí he querido hacer un chiste, pero sin duda es un chiste malo, lo que quiero decir es que siendo hombre no puedes preferir candidatos hombres y siendo mujer no puedes favorecer a las mujeres.(14) No siempre es así, está la Escala Técnica de Gestión de Organismos Autónomos que es del subgrupo A1 y lleva “gestión” en el nombre(15) Quería poner esta nota para dejar claro que mis críticas están dirigidas contra un sistema que considero perverso, en ningún caso contra el opositor que gana una oposición. Éstos se merecen con creces el aprobado y demuestran ser superhombres y supermujeres. Dicho de otra manera: son todos los que están, aunque también es cierto que no están todos los que son.
Bibliografía:
Historia económica y social moderna y contemporánea de España
Santos Juliá y otros
UNED
Madrid 1996
Oposita que algo queda
José María Chico Ortiz
Revista de Registradores de la Comunidad Valenciana
Nº 44, 15 de enero de 1990
Diccionario de citas
Wenceslao Castañares y José Luis González Quirós
Editorial Noesis
Madrid 2000
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