Revista Política

Oposiciones y maquinaria pesada

Publicado el 11 febrero 2013 por Pepecahiers
OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADAEl día que aprobé las dos últimas asignaturas que me faltaban para conseguir el título de Bachillerato Unificado Polivalente, emprendí una huida desesperada del instituto, no fuera que se arrepintieran o se percataran de que todo había sido un error. Ahora sería un hombre independiente, me prepararía yo solito unas oposiciones y me convertiría en un feliz funcionario del estado. Los principios siempre están cargados de buenas intenciones, como el infierno. Se prepara uno su mesa bien iluminada, junto a la ventana, sus libretas inmaculadas para hacer resúmenes, sus bolígrafos de colores, sus lápices bien afilados y el temario de las oposiciones, aún inédito. Cómo por entonces se necesitaba ser un Fitipaldi en mecanografía, opté por aprender yo solo con esa manía autodidacta que algún día me llevará a ninguna parte. Adquirí concretamente "Método Caballero de mecanografía al tacto".
OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADA
La parte de la máquina de escribir era ciertamente distraída y no me desanimaba aporrear las teclas con el mismo ánimo que un pianista de taberna. Poco a poco fui tomando destreza y en no demasiado tiempo conseguí un número de pulsaciones al minuto nada desdeñable. El temario de la oposición era otro cantar, lleno de leyes, reales decretos y otras normas absurdas, como, por ejemplo, conocer las obligaciones de la gobernanta de lencería de la Seguridad Social, que contada así no parecía desde luego tan excitante como un catálogo de Victoria´s Secret. Al poco tiempo fui perdiendo interés y me pasaba más tiempo mirando por la ventana que al temario. Había una rubia que me tenía loco y me obligó a comprarme una especie de monocular con la que atisbarla con más detalle. Así que, con semejante instrumento en un ojo y la oreja puesta en dirección a la puerta, por si mis sufridos progenitores entraban y me pillaban estudiando a larga distancia, iba perdiendo el tiempo sin tregua. Tenía debajo de los apuntes una historieta que andaba dibujando por aquella época que, sumado al letargo y a una falta de concentración galopante, me conducían directamente al abismo laboral. 
OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADADe forma absolutamente sorprendente pasé el primer examen teórico, ante mi entusiasmo sustentado en una fortuna de dimensiones cósmicas. Ahora sólo me quedaba superar la prueba de mecanografía y tendría pie y medio en la administración pública. Por aquellos tiempos tenías que llevarte tu propia máquina de escribir al examen, lo cual era bastante engorroso. Tenía un modelo de la marca Olivetti con estructura metálica y un maletón del carajo que prometía dificultades logísticas de lo más interesantes. El autobús me dejó bastante lejos del lugar en donde iba a transcurrir la prueba. Armado con mi pesada maleta emprendí el camino restante en el coche de San Fernando, un ratito a pie y otro andando, comenzado al principio sin dificultad, parecía no pesar tanto. Al cabo de un rato empezó el incesante cambio de mano para ir compensando. En esos momentos los dedos tomaron la forma de piltrafas en forma de chorizos atados con cuerdas, algo muy recomendable para alguien que tiene que realizar una prueba de mecanografía. Ante mí se extendía una pendiente sin asfaltar, llena de piedras y con un desnivel cercano al del Kilimanjaro. Con un poco de suerte acabaría despeñado con la cabeza abierta y la máquina destripada, sería una mezcla interesante de vísceras y teclas, con fortuna podría formar, como el Scrabble, la palabra "desastre". Utilizando mi sangre fría bajé como si llevara una pesada carga de nitroglicerina, llegando sano y salvo al lugar del examen.
OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADASudando, cansado, nervioso y con un manojo de pimientos morrones palpitante que antes eran mis dedos, me fundí entre la marabunta de opositores y máquinas de escribir. Ellas, que son muy sabias para estas cosas, llevaban la estructura  de un carrito de la compra, en donde poder transportar sus pesados instrumentos de escritura táctil. Después de unos interminables minutos accedimos al lugar de la prueba, una sala enorme que se perdía en un mar de mesas y sillas. Colocamos cuidadosamente nuestros respectivos artefactos y se nos dio un papel escrito para que lo copiásemos en un tiempo determinado. Y entonces empezó lo peor. A la orden de "ya pueden comenzar", doscientas máquinas de escribir iniciaron su atronadora carrera. El ruido era espectacular, con unas vibraciones propias de ser medidas en la escala Richter. Entre los nervios, mis dedos engarabitados y espachurrados, el tío de la izquierda que corre más que Daniel Day-Lewis en "El último mohicano", empieza a darme una crisis de ansiedad. Descubro horrorizado que acabo de escribir "wkeruiqeori" y "weioqenfjekwq", entre otras incongruencias, mientras la tía que tengo delante mía ha cambiado ya de página y su carrete gira a más revoluciones que el tocadiscos de un disc jockey con epilepsia. En medio de la vorágine, saco de mi bolsillo un bote de liquido corrector, que ni siquiera se si es legal hacerlo, pero corresponde a un acto de desesperación. Me pinto las uñas de blanco y no atino con el papel, los grumos del pincel no ayudan y un sudor frío me recorre mi espina dorsal. Retomo la escritura y se me enreda la tecla "g" con la "h", las varillas que contienen ambas letras se enzarzaron en una pelea absurda en la que acabaron como un paraguas abierto en medio de un huracán. Fracasado y destruido en mis aspiraciones laborales, la prueba terminó, obteniendo un merecido suspenso. Pero mis años de opositor no habían hecho más que empezar...OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADA

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