Revista Arquitectura

Optimismo

Por Arquitectamos
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Optimismo (Clicadla y la podréis ver más grande y disfrutarla más)
Mi amigo (todavía tan solo virtual) Carlos Bento Company me la ha puesto en mi muro de Facebook, dedicándomela, y no os creáis que me ha indignado o me ha horrorizado. No. En absoluto. Al contrario: Me ha hecho reír, seguramente por la sorpresa, y en seguida me ha levantado la moral.
Es una columna que se cogió de cualquier sitio y era corta para lo que se pretendía; así que se suplementó con ladrillos. Con ladrillos huecos.
Estos se pusieron haciendo un cubo de la misma base que el capitel: dos pies por dos pies, pero tras la tercera hilada se decidió ahorrar drásticamente el material y se siguió con la cuarta parte de esa sección: un pie cuadrado.
La imagen nos agrede e incluso nos insulta desde varios frentes: el estético, el histórico, el constructivo, el económico... Pero, si no somos tiquismiquis e intentamos entender a su autor, nos llenaremos de una sensación de plenitud. Y eso es lo que pretendo contaros.
Quien haya hecho esto es una persona llena de optimismo y de seguridad en sí mismo. Es alguien que no se amilana ante ningún problema. Es una persona positiva y, como se dice ahora, propositiva. No le va la filosofía ni las discusiones abstractas ni bizantinas. Le importa un pimiento el sexo de los ángeles. Él va al grano. Pim pam pim pam. Dicho y hecho. No se atasca y no atasca. Es como una roomba: Si encuentra un obstáculo se da la vuelta y busca entrar por otro lado, pero siempre llega a donde quiere y se sale con la suya.
A él que no le venga un arquitecto con melifluosidades, ni un arqueólogo con consideraciones, ni un concejal con recriminaciones. Él es una persona resolutiva y no pierde el tiempo con pamplinas.
Es esa persona a quien le dices que se te ha roto la lavadora, o la impresora, o la plancha y te la desmonta. Lo mismo te la arregla con un cordel o con un clip (y le sobran la mitad de las piezas) que te la devuelve despanzurrada y te dice con gran seguridad: "Este modelo salió malo. Nunca funcionó bien". Y a otra cosa, mariposa.
Por supuesto, no tiene ni idea de lavadoras, ni de impresoras, ni de planchas. ¿Entonces por qué se las das? Pues porque irradia una seguridad que se torna en autoridad moral. Y te las deja peor, pero sin despeinarse ni arrepentirse.
Te para la Guardia Civil de Tráfico porque ibas a 76 km/h en un tramo con limitación de velocidad a 70 km/h (¿os suena?), y él, desde el asiento del acompañante, o incluso desde el de atrás, toma la iniciativa y se pone a hablar con el guardia. Puede que le toque la fibra y salgas librado. Las más de las veces no sirve para nada, y aun hay algunas en que lo estropea más. Pero él no se rinde ni se desanima jamás. Se sabe omnipotente y omnisciente, y por eso a veces nos da un poco de rabia y nos carga, y casi deseamos que se dé el batacazo. Pero no contamos con que es inmune. Se los da, claro que se los da; pero no le afectan ni le hacen cambiar de actitud.
Si esa columna falla y el techo se cae será por otra cosa. En seguida buscará una explicación convincente (para él) que deje su autoestima incólume. Su autoestima es una plancha de acero inoxidable de veinticinco centímetros de espesor. No se la vas a abollar tú ni se la voy a arrugar yo. Y, en cualquier caso, está diez galaxias más allá de donde pueda llegar el displicente enarcamiento de mi ceja.
Nunca se arrepiente de nada. Está seguro de todo lo que hace y de lo que piensa, y, si oye hablar alguna vez del escepticismo filosófico o de la duda metódica, mirará para otro lado con una mueca de conmiseración y de lástima. Incluso de compasión.
En general nos solemos preocupar por todo. Es bueno llenarse alguna vez los pulmones con aire puro, limpio y fresco, y mirar con alborozo a los pocos elegidos a quienes nada les tuerce el ánimo. Benditos sean. Qué envidia.
Optimismo

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