Revista Educación

Optimismo con ‘abrefácil’

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace tiempo que dejé de intentar lo del abrefácil. Prefiero tirar de tijeras de cocina. Limpias, directas, zas, zap, la onomatopeya que sea, y plas, envase abierto. Mi orgullo se pelea con los frascos de cristal. Ahí sí que hay que verme. Lo dejo sobre la mesa, para que se descuide mientras yo voy cocinando otra cosa, y en cuanto el tomate frito se descuida, ¡argf!, a por él que voy armada de un paño para que el muy cabrón no se me escape. Y no se escapa, pero tampoco se abre. Aquí no hay onomatopeya, solo me da para un “joderrrrrrr” esforzao. Yo prefiero hacer las cosas a mi modo y en general ése no suele ser el que me venden como fácil.

Vente por aquí, Caperucita, verás cómo llegas antes a casa de la abuelita. Mira, lobo cuentista, me pillo el bus mejor y me deja en la puerta, que los tíos con las orejas tiesas no sois de fiar. Si quieres, cuando salgas de trabajar, me llamas. Voy a andar yo ahora con atajos falsos a estas alturas, hombre, para hacer que me pierdo y que tú me rescates y que qué bueno eres y que dónde está mi abuela que te la has comido.

Métete en Atrápalo, tía, que te fotodepilan más barato. Ya, pero es que siempre me he depilado en esta peluquería y yo qué sé… Que no, que aquí te dan un 2×3 chachi. Por el mismo precio, tus ingles, el culo de tu novio y el entrecejo de los dos, ¡aprovecha! Luego llegas tú con las ingles convertidas en churros, a la misma temperatura, con la misma rugosidad y el mismo sex-appeal, a explicarle a tu novio que si antes no te asomabas a su culo, ahora que parece que tiene una zurraspa tatuada, pues menos todavía. Lo bueno es que, tal como te han dejado el entrecejo, la cara de enfado no tienes que exagerar mucho para ponerla. Eso que te ahorrarás en bótox.

Pues lo mismo me pasa con el optimismo. Me creo de naturaleza optimista, tirando al realismo. Ups, sí. Miro al cielo aunque no voy enganchada a globos, sino que piso el suelo, pero mi mantra es “y por qué no”. Me gusta soñar. En momentos malos y regulares, tiro de amigos, de artículos sobre la felicidad y de libros, sí, de autoayuda si hace falta. De ellos he obtenido claves que luego me han venido sirviendo para aplicar cuando me ahogo en tarro de tomate sin abrir. Paso a paso he ido aprendiendo cómo deshacerse de la culpa, las preocupaciones sin sentido o la ansiedad que a veces te quita el sueño. También están los amigos, esos que te dan la frase clave, el abrazo cálido, la risa bálsamo. Y la bronca, si es necesario.

Me gustan las frases tipo “Carpe Diem“, porque soy muy de latinajos y fan de las togas, y las que te llegan a veces al móvil: un simple “a por ello, morena” me recarga las pilas. Carpe Diem es una frase que expresa algo que te tienes que tatuar mentalmente para que no se te olvide: Aprovecha el día, vívelo porque es tuyo, un regalo con posibilidades al minuto. Un “a por ello, morena”, porque alguien que se preocupa por ti sabe que tienes algo que hacer y confía en ti lo bastante como para desearte éxito. Y encima te lo dice.

Sin embargo, como no me gustan los abrefáciles, no entiendo las tazas con mensajes simplistas y dibujos infantiles que te dicen que vas a tener un buen día. ¿En serio? ¿Cómo estás tan seguro, trozo de cerámica con asa? ¡Un tarro de cristal es superior a ti, mira cómo te observa con aire de superioridad, cerrado, intacto! Ese optimismo mediocre, sin contenido y sin base, ¿en qué me puede ayudar?

https://www.flickr.com/photos/pfv/2894029101/sizes/o/in/photostream/ In the morning, while he waits to the coffee to be served, de Pedro Veneroso

https://www.flickr.com/photos/pfv/2894029101/sizes/o/in/photostream/
In the morning, while he waits to the coffee to be served, de Pedro Veneroso

Que tú puedes desayunar feliz de la vida con la taza sonriente que me dice “hoy molas más que ayer, pero menos que mañana”, y a los diez minutos te llama tu suegra para decirte que el domingo vienen a comer ella, tu suegro, tu cuñada la plasta y su marido el listo y los tres niños, a cada cual más repelente. Hale, sigue mirando a la taza, a ver qué te dice de eso. ¿Seguro que mañana va a molar más? ¿Y pasado mañana? Porque pasado mañana es domingo y eso no va a haber taza dibujada que te lo resuelva.

¿De qué te sirve llenar tu vida de mensajes vacíos como el de la taza? ¿Para qué quieres calendarios, agendas, camisetas que digan “te quiero mucho” si quien te lo tiene que decir hace dos meses que no te besa más allá del piquito de buenas noches?

¿Qué pasa cuando somos infelices pero no resolvemos los motivos de esa infelicidad? Claro, hurgarse en las tripas da miedo. Y algo de grima. Soy infeliz porque no me gusta mi matrimonio. Ten narices a romper con él. ¿Cuesta, eh? ¿Y si el problema soy yo? ¿Y si quien no me gusta soy yo, que me vivo? Eso sí, estamos de acuerdo en que hay infelicidades (la enfermedad de un ser querido, una muerte inesperada, quizá son las dos mayores que se me ocurren) que no puedes esquivar ni resolver, con o sin taza, con o sin libro. Las puedes pasar, eso sí, con amigos y abrazos, pero aparte de estar jodido, poco más toca.

Yo voy a las infelicidades de “no me gusta este piso, no me gusta este barrio, no me gustas tú”, que sí se pueden solucionar. El “no me gusta” a veces es cuestión de enfoque, de mirar a las cosas de otra manera. Haz listas, si lo necesitas, que te ubiquen mejor, que te digan (aunque te lo estarás diciendo tú, pero parecerá que lo hace otro) qué es lo importante, qué significa, negro sobre blanco, tu vida. Cosas buenas y cosas malas. Y si la balanza se decanta del lado de las segundas, actúa. Desayuna si quieres en tu chachi-taza, pero por favor, luego haz algo para cambiar tus circunstancias, lo que puedes, lo que está en tus manos.

Construye tu felicidad a base de actitud, autoestima y carácter, relativizando lo malo y ubicándolo donde le corresponde. Porque la vida es una aventura increíble, pero para eso tienes que creértelo, no te va a entrar en la cabeza por mucho que lo desayunes.


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