Revista Talentos
Tristeza infinita por una vida perdida. Por varias. Por tanto sufrimiento y dolor. A veces llanto amargo, desesperado. A veces silencio profundo como la muerte. Llanto por la pérdida anticipada, antes del final definitivo. Llanto por lo que no supimos comprender de esa pérdida.
Pero estamos aquí y no podemos desandar lo andado ni cambiar las cosas que no dependen solo de nosotros. No entendemos nada, pensamos que la vida es un despropósito, como los humanos; y queremos abandonar, rendirnos.
Pero estamos aquí. Estamos aquí, con todo a cuestas. Huyendo del dolor que no queremos, y encontrándonos con él a cada paso. Lloramos por todo lo que perdimos y no podemos recuperar. Y lo más terrible, sabemos que aunque pudiéramos volver atrás, lo más probable es que las cosas no cambiaran demasiado, porque las cosas no deprenden solo de nosotros.
Estamos aquí, a menudo inconscientes de lo que de verdad pasa. Estamos aquí, y a veces no podemos soportarlo. Y entonces, ¿qué hacer?
La única salvación es mirar hacia delante, como alternativa a la sinrazón. Acoger cuanta belleza y dicha la vida nos entregue; estar atentos, empaparnos de compasión y recibir a la paz con honores de reina.
Bienvenida seas. Cuando llegues, nos encontrarás esperándote como el artista a su musa. Nuestras manos se han llenado de compasión y lágrimas, y por ahora, ésas son las flores que tenemos para arrojar a tus pies descalzos. Bienvenida seas, paz, y cuando nos alcances, no camines tan deprisa que no podamos seguirte; no nos dejes atrás.
Todo lo que perdimos ha de ser llorado, y todo lo que nos traigas bendecido.
Estamos aquí y podemos hacer dos cosas: hundirnos lentamente en el Magma Oscuro, sin perdonar ni perdonarnos, o salvar todo lo que se pueda. La voluntad de vivir contigo o el empeño de morir en vida.
Queremos soltar todos nuestros lastres, sin declinar responsabilidades, ni asumir las que no son nuestras. Queremos afrontarlas sin el peso de la culpa, o del rencor. Sin el peso de la memoria doliente.
Te recibimos, paz, en el ahora desnudo, en tu horizonte cercano hacia el que caminamos sin engañosa euforia y con el gesto amable. Con la sonrisa pronta y sin ruido.
Deseamos la paz de haber sabido crecer, a pesar de todo, y de pensar que el hecho de haber crecido y permanecer así en el mundo, sirva para que nuestra vida y la de nuestros amados compañeros de camino resulte un poco mejor.
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