Era una visión cosmológica concebida en términos morales, de bondad y maldad. Puede verse su desarrollo en la Teogonía Rapsódica, según el neoplatonismo, que era un compendio del corpus doctrinal órfico escrito en un poema de 24 cantos remontable al siglo XII a. C. y conocido por Jenófanes, Esquilo, Empédocles, Aristófanes y Platón.El orfismo es una teogonía y una cosmogonía, es decir, una explicación mitológica del orden divino y universal. El origen está en una unidad primordial e indiferenciada, la Noche, en cuyo seno se originó el huevo del mundo por la acción de Cronos, que lo divide en dos mitades, Cielo y Tierra, padre y madre respectivamente; entre ellos aparece un espíritu alado de luz y vida (Eros, Metis, Ericapeo), cuya función es la de generar vida mediante la proyección de su propio germen (spermata), o bien uniendo Cielo y Tierra, antes separados. De tal siembra o unión aparecen las parejas de dioses supremos: Océano y Tetis, Crono y Rea, Zeus y Hera. A partir de aquí se sucede el drama: el dios supremo trata de aniquilar sus vástagos pero es finamente destruido por ellos.
También la Noche tiene un papel destacado en las cosmogonías órficas (similares a las de Museo y Epiménides, todas post-hesiódicas), en combinación con otras fuerzas, como el Aire o el Tártaro. Son textos que señalan que había narraciones poéticas que atribuían a la Noche el origen del mundo, asociada con elementos sugerentes de la idea de oscuridad, incorporando ideas más primitivas, anteriores a Hesíodo.Es también una antropogonía, una explicación del origen del ser humano que se desarrolla a través del mito de Zagreo, donde se sugiere una visión moral del hombre, compuesto de dos naturalezas, la buena y la mala. En una versión de este mito, el niño cornudo Zagreo, nacido de Zeus y Perséfone-Koré, es atacado por los Titanes, despedazado y hervidos sus miembros en una caldera, antes de ser devorados. Después, Zeus aniquila a los Titanes, con cuyo corazón fabrica con ella una pócima que hace beber a Deméter (diosa de la tierra), cosa que permite renacer a Zagreo, bajo la forma de Dionisos. El resto de los miembros de los Titanes fue enterrado, y de sus restos mezclados con la tierra nacieron los hombres. Como los Titanes habían comido carne divina, al surgir de ellos los hombres conservaron esa parte de esencia divina, pero encarcelada en un cuerpo de naturaleza malvada. La vida humana, así, se convierte en una sucesión de luchas entre ambas naturalezas opuestas, bajo la perspectiva de que el cuerpo y el mundo de los sentidos es el elemento negativo. La vida en la tierra es entones un paso entre sucesivas reencarnaciones, y el ciclo del nacimiento y la muerte constituye una penosa y cansada rueda que, gracias a que el hombre posee un vínculo con lo divino, puede superarse mediante ceremonias ascéticas, pero también condenarse el alma que no siga ese camino, a continuar encadenada a la vida material.