Revista Opinión

Organizar el olvido y replegarse en Rosalía

Publicado el 24 julio 2022 por Monetarius

Alguien decidió hace tiempo que los españoles, junto al tinto de verano y la paella, debían comer como parte de la dieta mediterránea la flor del loto. La que comió la tripulación de Ulises y le hizo naufragar en tierra seca sin memoria. Flor de loto en España en la escuela, en el púlpito, en las radios y televisiones, en las redacciones de los periódicos. Flor de loto en las redes sociales y llegado el caso, en la punta de las bayonetas apuntando a veinticinco millones de españoles y unos cuantos compañeros de viaje. Flor de loto. La dulce flor que te hace perder la memoria, la que obligó a Ulises a llorar por Itaca al enfrentar la dureza de la desmemoria. Sus marineros, de avanzada, probaron la planta y olvidaron su cometido. Si no hay memoria el mal nunca existió y tampoco existieron los valientes porque no hacen falta valientes porque tampoco hubo canallas. Sin el cuaderno donde apuntaste las bajas, los que te quieran engañar podrán volverlo a hacer fácilmente. Los niños no tienen memoria. Son felices. Pero son niños.

Organizar el olvido. La frase es del poeta Juan Gelman y la recordaba recientemente Emilio Silva, Presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, con motivo de la ley de memoria democrática. Una ley que avanza bastante respecto de la ley Zapatero pero que sigue siendo cobarde porque atiende mejor a las víctimas pero se olvida otra vez de los verdugos.

Familiares víctimas de ETA han reconocido que la ley de 2011, una ley en exclusiva para las víctimas del terrorismo vasco, fue más lejos que la actual Ley de memoria democrática. También afirmaban que todas las víctimas tienen los mismos derechos -incluidos los materiales, las indemnizaciones, la devolución del patrimonio robado, la remuneración del trabajo esclavo-, aunque a la derecha solo le duelen sus víctimas. Y es normal, porque de las víctimas del franquismo ellos son los victimarios, los verdugos, los de Arriba España y la bandera roja y gualda presidiendo los fusilamientos, las palizas, las torturas y las ejecuciones disciplinadoras como la matanza de Atocha. ETA ha pedido perdón. La derecha grita ¡Viva el Rey! y hace eco en las cunetas

Gritan tanto que hasta las medidas más modestas parecen radicales. Es un juego de trileros. Esa sobreactuación hace mella en una parte no pequeña del PSOE.

En España, la sobreactuación de la derecha siempre le ha servido al PSOE para pasar por un partido de izquierdas. El gran organizador del olvido en España ha sido el PSOE. Ahí quedan para la vergüenza esos catorce años de gobiernos de Felipe González donde se fueron muriendo cientos de miles de ancianos que solo querían recuperar los cadáveres de sus familiares represaliados por ser republicanos, por izquierdistas, por ateos, por demócratas, por decentes.

Cada vez que se hace una ley democrática, las derechas españolas saltan como un resorte que se multiplica en sus terminales mediáticas: ¡Revancha! ¡Rojos! ¡Bolivarianos! ¡Hunden a España! ¡Acaban con la concordia! ¡Rompen a España! ¡Nos llevan al pasado! Da igual que sea la renovación del Consejo General del Poder Judicial, el nombramiento de un fiscal (¡Ellos que nombraron al Fiscal Maza!), la subida del salario mínimo, la reforma laboral, la ley del Sólo Sí es Sí, el tope al precio del gas o de los alquileres o el castigo a los defraudadores (de lo que nos acusaron a nosotros los Ferreras y compañía en una campaña orquestada), de juzgar a los Reyes corruptos o a los empresarios que hacen trampas. Gritan tanto que hasta las medidas más modestas parecen radicales. Es un juego de trileros. Esa sobreactuación, que hace mella en una parte no pequeña del PSOE, coloca el "centro" en posiciones que hace 30 años eran leídas como de extrema derecha.

Como contaba Emilio Silva, en Argentina se han muerto los dictadores en la cárcel, no en la cama, porque allí se abolió la Ley de Punto Final, que es la que sigue vigente en España con la Ley de Amnistía de 1977. Una ley que convirtió a ladrones, corruptos, asesinos y torturadores en héroes condecorados. Por eso, si entran en Buenos Aires activistas en un MacDonalds a colocar unos carteles llamando a una manifestación por la memoria, nadie les dice nada y los carteles se ponen. Mientras que si se hiciera lo mismo en España, todos sabemos la respuesta. En Argentina se respeta la memoria y es parte de la cotidianeidad. En España no. Por eso José Bono puso a desfilar un 12 de octubre a un nazi de la falangista División Azul junto a un republicano de la división de Leclerc que liberó París de los nazis en 1944. El republicano, anciano, no debiera hacer aceptado. En nuestra dignidad mandamos nosotros, no abogados traidorzuelos que siempre vendieron a sus amigos (lean las memorias de Tierno Galván, Cabos Sueltos, para que sepan lo que opinaba el Viejo Profesor del correveidile de Bono, un invitado habitual, como no podía ser de otra manera, de La Sexta, una televisión igualmente de trileros).

El 15M estalló contra todos el sistema político -el Rey, los partidos, la judicatura, los medios- y aquella suerte de "que se vayan todos" hizo envejecer al régimen del 78 y a todos los líderes políticos. Una nueva generación entró en política. Pero nada ha cambiado radicalmente. Aún más, hemos visto que el sistema que nació con Cánovas del Castillo en 1874 ha respondido de manera idéntica como lo ha hecho cada vez que el pueblo se ha levantado contra esa unión de la bolsa, la toga, el cetro y el crucifijo, esto es, dando golpes de Estado. En 1874 contra la I República, en 1936 contra la II República, en 1981 contra las políticas más avanzadas de la Transición y en 2015 contra Podemos.

¿Dolerse con Rosalía o con las 13 Rosas?

El neoliberalismo es ese sentido común donde todos nos comportamos como "empresarios de nosotros mismos" (Foucault). En esa lógica empresarial, todo se convierte en una mercancía, sea vivir o hacer deporte, sea el sexo, la amistad o morirte, que cada vez es más caro.

Para ello, se empezaron a abrir las fronteras a las mercancías y capitales extranjeros (tratados de libre comercio), se vendieron los bienes públicos que se privatizaron o se desmantelaron (como le pasó al tren en muchos lados, como Chile o Argentina, para fomentar el transporte por carretera que monopolizaban los empresarios golpistas), se desregularon las finanzas y toda la actividad económica y el derecho laboral se anuló. En España, las políticas neoliberales las aplicó primero el PSOE, luego el PP, luego el PSOE, luego el PP y ahora pues depende de los astros y de la cabezonería de Podemos.

El neoliberalismo se impuso por la fuerza y por eso empezó con el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile en 1973. Llamaron a los "chicago boys", los economistas chilenos que estudiaban con Milton Friedman en Chicago, para aplicar el nuevo recetario. La Academia Sueca premió al año siguiente con el Nobel para a Friedman. Así justificaba el magnicidio de Allende con un reconocimiento al economista al que le pareció bien ese asesinato si con eso podía instalar su laboratorio en Santiago de Chile.

El neoliberalismo, que nació matando, siempre ha necesitado organizar el olvido. Para que lo que pasa nunca sea visto desde la posibilidad de una alternativa. Para que nadie sepa que en el pasado hubo gente "que anticipó nuestra rabia" (Boaventura de Sousa Santos). Para que todos nos repleguemos tácticamente a lo privado y no nos preguntemos si las cosas podrían ser de otra manera. Para que disfrutemos de Rosalía y no sepamos quiénes eran las trece rosas. Esta semana, que han salido los audios de Ferreras con Villerjo, deben de haber unos 40 millones de españoles que no han escuchado nada de esos audios. Los que trabajan para organizar el olvido son eficaces.

Los usuarios del metro no se preocupan por el salario de nadie porque el suyo seguramente también es una mierda y en ese repliegue a lo privado y en ese sentido común mercantilista, les han repetido hasta la saciedad que los sindicatos son malos y que callarse en el curro es bueno.

Rosalía ha tocado en Madrid sin músicos. Unos críticos musicales, mayores, dicen que un concierto sin músicos es un karaoke; otros, más jóvenes, celebran el concierto y dicen que lo disfrutaron como nunca. Lo objetivo es que el concierto era un enorme videoclip, más cerca del Circo del Sol que de un circo con leones y trapecistas. Lo cual no quita en absoluto que el público lo disfrutara. Disfrutar no es pecado. Pero la música no es solo entretenimiento. Perreando te diviertes, pero no es fácil que encuentres respuestas a tus angustias en una letra de Bad Bunny. En Residente y Calle 13 si. Es un problema que te den chatarra y te parezca oro (Rosalía no es chatarra: está más cerca del oro). Ese engaño forma parte del repliegue táctico a lo privado, en especial de gente joven que se ha comido la crisis de 2008, la pandemia y ahora la guerra de Ucrania. Cuando esa generación estalle, porque estallará, la Comuna de París igual pasa por un ejercicio de moderación.

Mientras tanto, la gente usa el metro pero no pregunta cómo funciona y busca soluciones individuales para que el trayecto, abyecto, sea menos molesto. No se preguntan cuánto cobran los trabajadores del metro, porque los trabajadores más visibles, los de seguridad, son subcontratas que están ahí para garantizar la propiedad privada en relación directamente proporcional a tu propiedad. Los usuarios del metro no se preocupan por el salario de nadie porque el suyo seguramente también es una mierda y en ese repliegue a lo privado y en ese sentido común mercantilista, les han repetido hasta la saciedad que los sindicatos son malos y que callarse en el curro es bueno. En el repliegue privado, cada cual mira a lo suyo. Motomami. Disfruta. Y punto.

Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia

Entreteniéndonos. Limitando las preguntas. Cambiando de personalidad cambiando solamente de ropa. Huyendo de un mundo que duele. Aceptando las respuestas que se ofrecen sin esfuerzo (cada vez más, se ofrecen las respuestas a los acertijos sin tener siquiera que girar la página para leerlas). La ley del mínimo esfuerzo. Porque el umbral de dolor parece altísimo porque a lo mejor está muy bajo. Organizando el olvido. Y sin embargo, recordando.


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