En el siglo XXIII un joven científico llamado Randall Fritz realizó un descubrimiento sorprendente. Descubrió que ciertos órganos del cuerpo se comportaban de una manera diferente a los demás, que sus células podían dividirse y regenerarse más veces que las de un órgano ordinario del mismo tipo. Estos órganos, que se mantenían sanos a pesar del abuso que recibieran, fueron denominados “Órganos Deluxe”. Este hallazgo explicaba por qué ciertas personas mantenían, por ejemplo, su hígado sano a pesar de abusar constantemente de la bebida.
El descubrimiento del joven científico pasó casi desapercibido ante la comunidad médica. Sin embargo, éste no bajó el ritmo de su investigación. Randall Fritz continuó su trabajo, dejando a un lado la investigación en células humanas y dedicándose a modificar genéticamente ciertas plantas, con el fin de desarrollar marcadores orgánicos que ayudaran a detectar la presencia de Órganos Deluxe en animales.
Pasó mucho tiempo hasta que Randall logró su cometido. Desarrolló una cepa de plantas que al ser ser ingeridas soltarían ciertos reactivos en la sangre, permitiendo la detección de órganos deluxe presentes el individuo. Los reactivos funcionaban de manera muy precisa en las ratas de laboratorio. Una vez anunciado el hallazgo a la universidad donde trabajaba, empezaron los problemas del joven Fritz.
Ingenuo como era, Randall nunca pensó que llegaría a llamar la atención de sectores poderosos de la industria farmacéutica. Una vez que recibió los reportes de la investigación de los marcadores orgánicos, el rector de la universidad realizó varias llamadas. Inmediatamente fue transferido un nuevo asistente al laboratorio de Randall, un espía.
A Randall le pareció simple rotación de personal. Nunca notó nada raro en el nuevo asistente, por lo que prosiguió sus labores con normalidad. Mientras tanto, el espía recopilaba todos los datos de la investigación y reportaba constantemente a sus camaradas.
Pasaban los meses y la investigación en animales mostraba resultados impresionantes. Randall empezó a gestionar los permisos para su investigación en seres humanos. Visto eso, el espía supo que debía actuar con celeridad.
***
—¿Qué diablos hace usted aquí? —preguntó Randall al ver a alguien en su oficina privada— ¡Esos papeles son confidenciales!
—Estimado Randall, tranquilícese. Vengo a hablar de negocios con usted —dijo un hombre con lentes y bata.
—¿Negocios?
—Sí, señor. Negocios muy lucrativos —respondió con calma y una sonrisa siniestra—. Tome asiento, por favor.
El misterioso hombre se sentó en el escritorio de Randall y usó su revólver como pisapapeles. Randall guardó la calma y se sentó.
—¿Puede explicarme qué desea conmigo? —preguntó Randall, esforzándose para no quebrar la voz.
—Quiero que me entregue toda su investigación y no deje absolutamente ningún respaldo para usted. A cambio de eso, le daré la cifra que aparece aquí —dijo el misterioso hombre, mientras abría un portafolio con una laptop dentro.
—Acepto —dijo Randall, luego de ver el monitor que le mostraba el hombre—, pero con dos condiciones.
—Me agrada la gente con agallas. A pesar de saber que no está en posición de negociar, quiere imponerme condiciones —respondió el hombre, con una sonrisa de satisfacción malévola—. Adelante, ¡suéltelas ya!
—Quiero poder usar los marcadores en mí y en mi familia, para cuidar nuestra salud con el fruto de mi trabajo.
—Me parece razonable, siempre y cuando no divulgue absolutamente nada y mantenga las plantas dentro de su propiedad. ¿Cuál es la otra condición?
—Quiero saber por qué tanto interés en mi trabajo. ¿En qué les afecta? —Randall no podía guardarse su curiosidad, su alma de científico no se lo permitía.
—¡Definitivamente los científicos no tienen ni idea del potencial económico de lo que descubren!
—No le entiendo.
—Es sencillo —dijo el hombre, con un tono bastante sereno—. Si se popularizaran los marcadores que usted desarrolló, la gente sabría con exactitud qué Órganos Deluxe posee.
—¿Y eso qué tiene que ver con ustedes?
—Dinero, amigo, dinero. Si la gente llega a saber de qué órganos puede abusar y cuáles debe cuidar, entonces el negocio de medicamentos y exámenes médicos caería enormemente.
—¡La soberanía médica! ¡Es un derecho de todos! —Randall se ofuscó y dio un golpe en el escritorio.
—¡Un derecho que nos estorba! —gritó el misterioso hombre, que parecía haber perdido la calma por unos instantes. Respiró y se tranquilizó—. Volvamos a lo nuestro.
—No puedo negarme a su oferta, la entiendo clarísimo—dijo Randall, con un rostro que mostraba decepción y resignación—. Cumpliré.
—Perfecto. La suma que le mostré acaba de ser acreditada a esta cuenta —el hombre le entregó un papel a Randall, con cara de haber cerrado un gran negocio.
***
—¡No puedo creer que te hayan hecho eso! —dijo la asustada esposa de Randall—. ¿Por qué aceptaste?
—Porque en el monitor que me mostraron no estaba solo la suma de que me ofrecían, sino una grabación en vivo de nuestro hijo en la escuela.
—¡Santo cielo!
FIN
Por Donovan Rocester