Tiene uno la sensación de que no siendo gay, se convierte en una especie de despojo social que no va con los tiempos -no es “cool” como dirían otrora nuestros vecinos trasatlánticos- una suerte de retrógrado ente primitivo que no comprende la pluralidad en las relaciones íntimas y vive anclado en el inmovilismo. En Madrid, hasta la Sra. Cifuentes hizo el “trenecito” con Carmena, no sea que un amplio colectivo se sitúe frontalmente contra una formación a la que se tacharía de homófoba automáticamente, con la misma facilidad con la que los morados tildan de fascista a quien muestre disidencia con su pensamiento, políticamente correcto.
No existe, desde mi punto de vista, marginación alguna hacia la homosexualidad y la transexualidad y desde hace ya muchos años; la creación de “ghettos”, revistas específicas, barrios concretos, es fruto de la propia actividad del colectivo y responsable del tipo de distinción que se quiera interpretar, sesgadamente, por parte de los propios interesados. En este sentido llama la atención lo sucedido en Madrid hace tres años, y publicado en este espacio, cuando los organizadores del evento prohibieron el desfile de la carroza israelí por su postura en el tema palestino; curiosamente, es el país de Medio Oriente en el que existe libertad de sexo, toda vez que sus amigos palestinos tienen la poco saludable costumbre de colgar de grúas a quienes muestren esas tendencias “desviadas”; fue el mismo año en el que dicha organización invitó a todas las formaciones políticas menos a los populares, naturalmente, pese a que ninguna de las reformas de la era Zapatero fue modificada por el gobierno conservador.
Lo cierto es que nunca entendí el motivo de sentirse orgulloso por la orientación sexual: Conozco “heteros”, gays, misóginos, bisexuales; las páginas “X” de internet se clasifican por temas de preferencias íntimas, muchas de las cuales, incluso desconozco; sería lo mismo que sentirse orgulloso de tener olfato, o dos piernas, que tanto da. Defendimos en su momento, el día del promiscuo o “putero”, con el permiso de Carmena, que busca castigar a los usuarios de sexo por pago mientras cuelga la bandera del arco iris en el Ayuntamiento. Algo no funciona bien.