Nuestros hijos nos dan mucho amor y mucha felicidad en el día a día pero es en momentos tan preciosos como estos cuando te das cuenta de que una sonrisa, un gesto, un avance y superación de tu hijo es lo más grande que se puede experimentar.
Hecho la vista atrás y recuerdo los anteriores festivales cuando mi pequeño era como un patito bastante torpe o miraba con ojitos tristes hacia el público buscando a su mamá mientras hacía los movimientos aprendidos cual alumno aplicado.
Esta vez levantaba la cabeza orgulloso, sonreía satisfecho, se movía con soltura y seguridad. Seguramente se equivocó en algún paso o hizo algún movimiento equivocado, pero para mí fue una verdadera estrella.
Mi hijo, nuestros hijos, son lo mejor del mundo y nos regalan momentos inolvidables.
