En el marco del mes de la celebración de la diversidad sexual, un mes en donde vemos los medios de comunicación a reventar con contenido gayfriendly, conviene preguntarse muchas cosas sobre el orgullo y el sentido mismo que damos los miembros de las comunidades LGBT a estas fechas y -también aquellos que no lo son, pero que no por esto están afuera del debate-. ¿Hay un orgullo gay?
Si vemos la historia de la homosexualidad en la historia de la humanidad nos encontramos con una descripción muy frívola y poco exhaustiva. Algunos levantarán la mano argumentando que olvidamos a la Antigua Grecia, no obstante, los antiguos helenos no celebraban la homosexualidad como tal -aceptaban la pederastia pero con fines educativos donde el efebo aprendía todo lo que pudiera del adulto, muy distinto a la aberración que hoy llamamos pedofilia-. Los romanos veían las relaciones homoeróticas positivas para el varón que fuera activo pues le supondría un rol dominante, cuanto al pasivo, sería poco honroso dar la cara públicamente en aquella sociedad.
La Edad Media se limita a la persecusión de la Iglesia, puesto que las prácticas sexuales no engendran descendencia y consecuentemente son relaciones «frívolas» y sin sentido porque no cumplen el precepto universal de procreación para poblar la tierra de bebés. Entonces, los homosexuales fueron condenados de diabólicos y perseguidos por el mundo occidental, pues las iglesias protestantes y ortodoxas siguieron condenando estos actos. Esta influencia impactaría en la cultura popular e incluso en la ciencia, utilizando falacias e ideas erróneas en torno a la homosexualidad -considerándola una enfermedad y buscando la cura-.
Las cosas no cambiaron mucho hasta el siglo XIX, cuando empiezan a surgir, en las sociedades más desarrolladas, como fue Alemania e Inglaterra, hombres y mujeres que buscaron incipientemente la reivindicación de los derechos de los homosexuales, pugnaban por la eliminación de las condenas legales y que dejara de considerar a la diversidad sexual como una enfermedad. Fallaron. Pero sentaron la base de un movimiento que alcanzaría hasta nuestros días.
En los años 60, en el mundo occidental, la represión hacia los grupos minoritarios era evidente. Se sentían los aires de cambio y poco a poco salieron, hartos de muchas injusticias, los grupos más vulnerados por la inmensa mayoría nacionalista. Tomando el caso concreto de los EEUU. vemos como en el bar Stonewall Inn se hace necesaria una acción «desesperada» pero que da frutos. Luego de una redada por parte de la policía, la comunidad responde las agresiones de los agentes policíacos. Primera vez que sucede algo semejante. Iniciaría el movimiento contemporáneo de la lucha por los derechos LGBT.
Así, desde mediados del siglo pasado, las comunidades sexualmente diversas han avanzado en materia de reconocimiento de derechos y participación política y mediatica en las sociedades occidentales -una menor incidencia en Asia, África y Medio Oriente-. Donde la agenda política de estos colectivos versa sobre el reconocimiento del matrimonio legal, la adopción, seguridad social para la pareja, e incluso la aprobación de un marco legal de estas propuestas en algunos países, y en algunos más acciones para frenar y disminuir la homofobia en la población.
Hoy más que nunca pareciera necesario para los miembros de la diversidad sexual ser orgullosos de su identidad. Más allá de como satiriza esa famosa imagen de facebook cuya verosimilitud recae en presentarse como escrita por un miembro de la comunidad LGBT+ argumenta que no debiera existir el orgullo por el simple hecho de que te guste alguien de tu mismo sexo. Respondería cualquier persona que haya reflexionado la historia de la homosexualidad la imperiosa necesidad de sentirse orgulloso en vista de todas las personas que han sufrido por motivo de su orientación sexual o expresión de género; por todas las personas que han sido agredidas físicamente, o en sus escuelas, o en sus trabajos, o en el mismo seno familiar; o por las muertes en razón de su identidad; o por la homofobia institucional y política que practican una gran cantidad de países en Asia y África.
Una vez dada respuesta a lo anterior, es necesario revisar como se celebra la diversidad en la actualidad. En la actualidad hay muchas personas que salen de fiesta. Que asisten a las verbenas y a la famosa marcha del orgullo. En ella se baila, se bebe, se besa. No metiéndonos en este asunto que incumbe solamente a aquellos que lo hacen, me gustaría reflexionar sobre el uso de la publicidad en las redes sociales. ¿Alguien está a salvo de ellas? Gracias a estas chuladas podemos enterarnos de noticias y memes «gratuitamente». Ergo, últimamente se han perfilado como una revolución para el marketing digital en razón de toda la información del mercado que proporcionan a las empresas.
Luego, regresando a lo que nos atañe: ¿será que las marcas en general utilizan la casua LGBT para impulsar sus ventas en junio, lucrando con una causa tan delicada como es la lucha de los derechos de la diversidad sexual? O al contrario, están proporcionando ayuda al contingente de la diversidad al poner la bandera arcoiris por todos los rincones de la ciudad y de los medios durante el mes gay? ¿Apropiación cultural o apoyo a la causa?
Y más importante: ¿que opina la gente de esto?