Impasible, como jugando a las cartas o al dominó pero sin mesa. Allí miraba al que parecía ser su compañero de vicisitudes diarias, el contenedor. Daba la sensación de que miraba constantemente por el rabillo del ojo por si se acercaban con la basura, con los restos de comida que cada día tiramos la mayoría de los españoles. Estaba alerta por si llegado el momento, alguien que no había hecho cola, se le adelantaba a registrar el contenedor. No esperaba en la cola de un supermercado, ni en la del banco, tampoco lo hacía en ningún centro comercial. Alerta y derrotado, como si fuera de otro planeta (porque claro, en qué mundo estamos para ver escenas como ésta). El hombre resignado (estaría harto de las grandes colas de la beneficencia y de la cantidad de tiempo que pasaba en los bancos de alimentos).
Orgulloso de un país que está permitiendo escenas que no se daban desde hacía más de 30 o 40 años. Recordándose volcado en un contenedor, cogiendo aquí y allá lo que otros habían desestimado por falta de hambre y ganas, o porque no les gustaba el punto de sal y estaba poco hecho.
Me imagino a ese hombre orgulloso de un país, donde se han invertido más de 60.000 millones de euros en ¡SALVAR! a los bancos porque era imprescindible, o eso nos decían porque si no el sistema financiero quebraba. Lo veo sonreír al ver que de ese dinero no van a devolver nada y además a algunos les servirá para equilibrar balances y obtener mejores resultados. Mientras él, a pesar del frío y aunque tenga otras opciones, prefiera esperar delante del contenedor.
Veo al hombre sentado esbozar una mueca, quizá de frío (debe hacer 2 o 3 grados) o puede que del calor que le provoca la sangre hirviendo al darse cuenta de que su país tenía un prestigio en la gestión de una Sanidad Universal con muy buenos resultados y que además costaba bastante menos que otros países europeos. Pero ahora hay que buscar negocio y vamos más al modelo inglés y Estadounidense que cuesta casi el doble. El que pueda pagarlo bien y el que no, que espere en la entrada de urgencias.
Lo veo orgulloso porque ve cómo los presuntos gestores de nuestras leyes, son imputados constantemente sin que casi ninguno acabe donde se merece.
Mientras otros por 200 euros acaban con 4 años de cárcel. Tiene la pinta de estar pensando que la paga de los presuntos políticos es demasiado generosa para el trabajo que hacen y los pocos beneficios que acaban devolviendo a la sociedad que los ha elegido "democráticamente" para que luego ellos de manera democrática impongan la austeridad a los demás, porque a ellos no les afecta y si llega el caso, luego tienen la "puerta giratoria" donde grandes empresas los recogen con los brazos abiertos como asesores a 200.000 euros al año.Lo veo orgulloso porque en el barrio que vive han desahuciado ya a unos cuantos vecinos, a algunos les parecerá pocos, pero a mí, con que haya uno ya me provoca un nudo en el estómago, un puñetazo en la cara o un golpe que me rompe las costillas, porque hay gente que se queda sin un techo donde vivir por mucho que la Constitución diga lo contrario y para colmo continúan debiendo la hipoteca, situación que no ocurre en ningún otro país civilizado.
El hombre espera y espera los restos de lo que será su alimento. Y parece orgulloso de que la Educación lleve ya 7 leyes en lo que llevamos y que los "partidos políticos" que tanto prometen cuando hay elecciones y que tanto mienten porque luego no cumplen no se ponen de acuerdo para algo tan básico para un país como es la Educación y así nos va con el informe PISA con la comprensión lectora y las matemáticas.
En la foto mira y mira el contenedor, supongo que pensando que este país también está por detrás de otros 51 como Túnez, Kazajistan o Eslovaquia en cuanto a las facilidades burocráticas para montar una empresa. El que lo intenta se tiene que armar de mucha paciencia.
La silla le aguanta, el hombre expectante al olor de su posible comida, farfulla por qué demonios tiene que aguantar que con sus impuestos no sean capaces de generar empleo y encima que las prestaciones del desempleo disminuyan y con más de 45 años sus posibilidades de reincorporarse al mercado de trabajo pasen por el autoempleo.
Al final, parece que se levanta, indicando que para qué va a esperar más.
En este país, a algunos ya no pueden ni comer las sobras que tiran al contenedor, por mucha hambre que tengan, pero se le atisba otra vez una pequeña sonrisa, que puede que refleje que por los menos hay algunas cosas buenas aquí, una de ellas es la solidaridad de la gente. Se marcha caminando hacia el final de la calle.