Esta semana pasada he vuelto a tener la oportunidad de hablar sobre el mercado de trabajo que vivimos, el mercado de trabajo de la sociedad digital en el que no solo es necesario conocer y utilizar los recursos online, también es preciso gestionar nuestra imagen profesional.
Gracias a la gran Verónica Ramallal, una profesional ya imprescindible para mi, de esas que te hacen pensar “qué idea más clara y qué bien lo dice”, he tenido la oportunidad de participar en Oriéntate y planifica tu futuro, curso de Verano de la Universidade da Coruña.
En formato de pequeño grupo, técnicos del ámbito de la orientación y la promoción del empleo y jóvenes que trabajan por su desarrollo profesional pudimos dedicar unas horas a hablar de algunos de los cambios más evidentes en el mercado de trabajo.
Temas clásicos como el papel de la formación, el de la temporalidad y el impacto TIC fueron algunos a los que les dedicamos un buen rato. Y también al propio concepto del trabajo y las relaciones que establecemos en él. Me refiero al papel que debe jugar una relación como las prácticas o el trabajo sin cobrar (me resisto a escribir gratis).
Y quería comentarlo porque creo que es la primera vez que me encuentro personas (por lo menos con tantos argumentos) que piensan en nuevas relaciones laborales para aquello que hacen. En el grupo había personas dispuestas a trabajar a cambio de otros trabajos, a trabajar a cambio de la confianza en futuros servicios, a trabajar en términos de recompensas con servicios… No querría posicionarme demasiado. A día de hoy me parece que se nos presentan nuevas formas para trabajar, pero que no deben confundirse con la precariedad.
El trabajo cooperativo y colaborativo no solo se ha mostrado útil y lleno de aportes en la propia actividad económica, también es una clave importante de la sociedad civil en tiempos como los que vivimos. Ahora bien el trabajo tiene un valor en nuestra economía. Aquello que hacemos debe ser pagado o recompensando en su justa medida.
Desde la definición del valor de lo que aportamos es desde donde empieza el desarrollo profesional y desde donde debe empezar la búsqueda de empleo. De ahí que hablemos tanto de la importancia de identificar aquello que sabemos hacer y de identificarlo en términos de valor: ¿Qué aporto? ¿Yo pagaría por los servicios que oferto? ¿Qué mejoro? ¿Qué soy capaz de conseguir? Y En tiempos de cambio permanente esa redefinición debe ser constante.
Porque esta es una característica principal de este nuevo mercado de trabajo, está en cambio constante, a una velocidad que nunca habíamos visto. Y en los próximos años seguirá cambiando. Algunos cambios son imprevisibles, otros parecen dibujarse de forma más clara. Hoy mismo podíamos leer (gracias a Ximo Salas que lo compartió en G+) cómo los próximos desarrollos tecnológicos impactarán en profesionales que hoy utilizan conocimientos y capacidades analíticas, de la misma forma que hemos visto como hasta ahora han impactado en empleos poco cualificados o con muchas posibilidades de automatización.
Pero, independientemente de estos cambios, lo que yo si constato en cada grupo con el que trabajo es la necesidad de estos foros. Las personas necesitamos hablar de lo que pasa en el mercado de trabajo desde un punto de vista técnico o, cuando menos, con ciertas certezas que vayan más allá de la conversación con amigos. Y no me cansaré de repetirlo. Es muy importante generar espacios en los que poder dialogar y aprender sobre el mercado de trabajo. Es más, por lo que yo veo, parecen imprescindibles.
PD: Mi agradecimiento no puede limitarse a Verónica Ramallal, obviamente. Este curso de verano, como otros encuentros y foros que, como digo, son tan necesarios, son posibles gracias al personal técnico que lo organiza y a las organizaciones y personas que se comprometen a participar. Así que mi más sincero agradecimiento al Servizo de Asesoramento e Promoción do Estudante, a Inmaculada Muñoz Priego y a compañeros como Roberto P. Marijuán o Sonia González de Adecco