La divulgación de conocimiento es casi tan antigua como la humanidad misma, y con el paso de los siglos, su trascendencia resultó cada vez más notable.
Incluso antes de existir normas respecto a cómo divulgar el conocimiento científico, ya se conservan evidencias de documentos creados con este fin. La primera obra de ciencias de la que se tiene registro data del año 300 a.C.: Los Elementos de Euclides (Betancourt, 2003).
En este recorrido histórico, no se puede obviar el aporte de los centros de educación que ya desde el medioevo impactaron en la conservación de materiales científicos, y que resultaron en la base para los primeros intentos de normativizar la producción en las academias. El primero de esos casos se trata de la Nomenclatura de Ginebra, en 1872, en el área de la química orgánica, y tres años después se creó la Oficina Internacional de Pesas y Medidas.
Sin embargo, no es hasta el siglo XX que los esfuerzos en este sentido dan fruto: en Alemania, en 1917, fue creado el Comité de Normas para la Ingeniería Mecánica General, denominado posteriormente “Instituto Alemán de Normalización, que crea y publica las famosas DIN”, y en 1946 surge en Londres la Organización Internacional de Normalización, conocida como ISO, por sus siglas en inglés (Cevallos, 2015, p. 7).
Otras experiencias en Europa hacen posible que para la segunda mitad de la centuria, se funde el Comité Europeo de Normalización para fomentar las normas ISO en ese continente; sin embargo, de acuerdo con Cevallos (2015), es en Estados Unidos donde surgen “las normas de escritura científica plasmadas en libros”, a partir de la creación del Style manual for biological journals en 1960. Este texto tuvo sucesivas ediciones hasta 1994, y en 1987 se realizó una traducción al español.
Estos antecedentes permitieron el surgimiento de variadas propuestas, entre las que destacan dos ampliamente conocidas en la actualidad: el modelo IMRyD (Introducción, materiales y métodos, resultados y discusión) que sirve como formato estándar de los artículos científicos, y el estilo Vancouver, derivado del grupo de normas que a finales de los años 70 del pasado siglo establecieron especialistas del área de Medicina, y cuya aplicación se extiende en la actualidad a centenares de revistas.
Es importante mencionar que el siglo XX es además el período en el que surgen las muy conocidas normas APA, denominadas por las siglas de la institución que le dio origen: American Psychological Association. Cerca de los 90 años de su aparición, puede considerarse una de las de uso más extendido.
Este interés por establecer mecanismos de estandarización en la divulgación científica, con independencia de las particularidades de los diferentes campos de estudio, es lo que permite el surgimiento y auge de la redacción académica como mecanismo que asegure no sólo el cumplimiento de una norma o estilo específicos, sino que el resultado responda a criterios de calidad.
Información extraída de: Curso de Redacción Académica impartida por MCASchool Bussines & Postgraduate por medio de la plataforma MiriadaX. Actualmente el curso está abierto para consultas.
Enlace: https://miriadax.net/web/redaccion-academica-2-edicion-