En esta semana que empezó con lo mejor del histórico under argento, con El Reloj, siguió con Ave Rock y termina con Orion's Beethoven, otro de los grupos en los que partició nuestro amigo lamentablemente desaparecido Daddy Antogna, y otro de los discos ya publicados que traemos para el recuerdo, y algo que muchos no conocen, una agrupación que posteriormente derivaría en el grupo Orions, proyecto más comercial de los ochentas, pero que había comenzado con un extraño estilo sinfónico, oscuro, con mucha variedad desconcertante y sus momentos de clímax y texturas que luego derivarían más hacia el rock pesado y compartiría con El Reloj hablando estilísticamente. Aquí está su primer disco, toda una rareza del rock nacional argentino, pero que no puede faltar en nuestro blog cabezón.
Artista: Orion's Beethoven
Álbum: Superangel
Año: 1973
Género: Rock sinfónico
Duración: 29:42
Nacionalidad: Argentina
Continuamos con las rarezas. Este es quizás el disco más enigmático y oscuro de toda la década del 70 en Argentina, grabado en el mismo año que el de Pinchevsky que traje ayer. Tal vez el pésimo sonido (yo diría que es más o menos lo mismo que lo tengamos en lossless y escucharlo en MP3) y el hecho de que la voz por momentos suena como si estuviera cantando muy lejos del resto de la banda, quizás ayuden a crear ese ambiente casi fantasmal. Muy oscuro.
El vinilo gira en torno a la suite que da nombre al disco. El tema, dividido en 3 partes, está compuesto tanto de momentos acústicos como eléctricos, y con variedad de climas, con una extrañísima parte llamada "Nirma-Nakaya" donde la banda repea!, antes de entrar en una especie de funk con una pequeña sección de vientos desconcertante teniendo en cuenta el año en que "Superangel" fué grabado. Tras eso se suceden 2 temas que serían unos blues retorcidos. Y el final se torna aún más oscuro con una versión de la "Sinfonia Nº8 en B Menor" de Franz Schubert.
No esperen encontrar un álbum con buen sonido (lamentablemente todo lo contrario), pero el álbum no está mal, es una verdadera rareza y sobretodo un álbum emblemático del prog latinoamericano, por lo que me parece importante que esté en este espacio.
Lo que parece es que la agrupación se reunión no hace mucho para recrear las canciones compuestas en sus primeros discos, de lejos los más interesantes de su larga carrera musical. Pero mucho de ello no sé y no tengo data, pero prometo investigar y ver qué novedades podemos traer al blog cabezón.
Lo que tampoco sé es cuando entró en juego el gran Daddy Antogna en este grupo, le podría preguntar a él y traer quizás alguna anécdota. Esta fue su historia, según mi ex-compañero de aventuras, el señor Stephenson:
Este grupo de sinfo-rock debutó en 1969, en el Festival de Música Beat. Ya para 1970 se presentaban casi constantemente en el Instituto Di Tella y, en varias oportunidades, como teloneros de Luis Alberto Spinetta. En noviembre de 1971 participaron del B.A.Rock II y en abril del ’72 se lanzaron a un show propio, en el Teatro Premier. A raíz del éxito obtenido fueron convocados para El B.A.Rock III y la película “Rock hasta que se ponga el sol”. Para la aparición del primer disco (“Superángel”, 1973) Jorge Liechtenstein reemplazó a González en la batería. Si bien ésta es una de las agrupaciones más duraderas del rock argentino, el mayor escollo que encontraron fue la dificultad para grabar la segunda placa, hecho que los llevó al borde de la disolución en 1975 y ’76.Stephen
Luego de "Superangel", tras varios años, y con un cantante nuevo llamado Petty Guelache, grabarían un disco llamado "Tercer Milenio", ícono del rock pesado, el cual los consolidó junto a El Reloj, Plus y Aeroblus (éstos desde Brasil) como una de las bandas duras que fueron la antesala del metal en Argentina, hasta la llegada de Riff y V8. Realizaron una gira presentación de este nuevo material, ya con un estilo menos sinfónico.
La "separación" llegaría poco después este segundo disco, separación entre comillas porque después retornaron a principios de los 80's con 2 discos bajo el nombre de Orions, que como les conté los inmortalizó con el éxito "Hasta que se ponga el sol". En 1981 se incorporaron el vocalista Alberto Varak y el tecladista Horacio Várbaro. Ya para entonces habían acortado el nombre a Orions.
Al año siguiente llegó el segundo álbum, con una nueva formación: los hermanos Bar, González retornó a la batería y la incorporación del cantante Petty Guelache. Realizaron una gira presentación de este nuevo material, ya con un estilo menos sinfónico. En 1981 se incorporaron el vocalista Alberto Varak y el tecladista Horacio Várbaro. Ya para entonces habían acortado el nombre a Orions.
Seguimos con otros comentarios de terceros...
Hasta donde sé de estos tipos, telonearon al flaco Spinetta dándose así fama en argentina en los locos 70. Un gran power trío de hard rock progresivo, algo así como los rush latinos y son bastante buenos.Voodo
Entrando directamente en la música que hacen, tienen un riffs muy buenos, canciones relativamente largas y una gran habilidad de composición. Por desgracia, la calidad de sonido es bastante mala, tomando encuenta de que partieron en 1969 y 4 años después sale esto, donde la voz casi no se entiende, no sé si fue intencional pero si lo es, tiene un efecto muy malo. Por lo demás, la guitarra que varía su sonido entre electro acústico y distorcionado, da el pie melódico a la composición, asi como la batería y el bajo hacen un acompañamiento lujoso, siempre con el problema del sonido que se soluciona en su segundo disco que subiré pronto.
La canción que da nombre al disco es una composición que no puede sonar a otra cosa que hard rock progresivo, además dura 17 minutos, muy propio de la época.
Si escuchan la canción del video, tienen hasta algo como hip hop, lo cual puede ser el toque original que influencia grupos de la época noventera, no estrictamente, pero puede recordar a Rage Against the Machine (recordando el futuro).
Esta banda, una de las mejores de la historia de eso que se llama "rock" en Argentina, debutó en 1969 en el Festival de Música Beat. Ya para 1970 se presentaban casi constantemente en el Instituto Di Tella y, en varias oportunidades, como teloneros de Luis Alberto Spinetta. En noviembre de 1971 participaron del B.A.Rock II y en abril del '72 se lanzaron a un show propio, en el Teatro Premier. A raíz del éxito obtenido fueron convocados para El B.A.Rock III y la película "Rock hasta que se ponga el sol". Para la época de la aparición del primer disco (Superángel, 1973), Jorge Liechtenstein reemplazó a González en la batería. Ronny Bar nos cuenta que "lo editó Polydor, en aquel entonces una rama de Phillips. Hace un par de años, no se exactamente cuando, Phonogram lo reeditó en CD".Mano de Mandioca
Si bien ésta es una de las agrupaciones más duraderas del rock argentino, las dificultades que tuvieron para grabar la segunda placa, los llevaron al borde de la disolución en 1975 y '76. Al año siguiente llegó el segundo álbum, con una nueva formación: los hermanos Bar, González retornó a la batería y la incorporación del cantante Petty Guelache. El segundo disco, es tan hermoso como éste, pero con un aire más torturado (acompaña a los terribles tiempos que se vivían en Argentina). Es de 1977 y se llama Tercer Milenio.
En las últimas semanas donde poco a poco la realidad recupera su siniestra nitidez, llego a mis oídos este disco, que a decir verdad, francamente me sorprendió por la ‘’ingenuidad’’ que entrelaza cada una de sus composiciones, me parece escuchar el trabajo de unos aficionados sin más aliento e impulso que la exaltación que les produce tocar sus instrumentos, no se muestran omnipotentes como tantos músicos que se muestran inaccesibles, aquí no hay deseo de eso, pese al afán compositivo y los momentos de lucidez que despide el disco, rescata ese sentimiento extraviado hoy en día que invita al escucha de actitud pasiva a hacer parte del espectáculo.MKrieg
Este artefacto de naturaleza ovípara, cuyo desarrollo se gesta en el mismo aparato auditivo, parece fluctuar entre rastros de la escena italiana, trazas del rock psicodélico, pasajes cósmicos de guitarra acústica, saxofón, algunos efectos de sonidos y trabajo vocal que no sé porque me recordaron a los Italianos Black Hole. Todo comienza con la suite ‘’Superangel’’ pieza de poco más diecisiete minutos divido en tres partes, que se mueve entre pasajes pesados y oscuros para revitalizarse con movimientos sinfónicos, dando paso a "Retrato de alguien" e "Hijo del relámpago" donde se mueve por el Space-rock y un Hard blues denso, para finalizar con una adaptación de la obra del compositor austriaco Franz Schubert "Sinfonía No 8 en sí menor".
En definitiva un trabajo de corta duración, bastante grato de escuchar y todo un testimonio de la escena argentina y latinoamericana. Así que ha prestarle oído!
Como ustedes bien saben, amigos de este espacio ya añoso, por acá nos gusta, cada tanto, incurrir en la nada despreciable actividad de rastrear, a través de sus mejores intérpretes y artistas, los coletazos que un movimiento de mucho suceso y repercusión (especialmente a finales de los ‘60 y principios de los ‘70) como el rock progresivo tuvo alrededor del globo. Como hace mucho que no pasamos por este estilo y su maximización casi global y simultánea, vamos a intentar, nuevamente, una explicación más o menos somera de este fenómeno tan interesante. Es fundamental, para esto, trazar una línea temporal y conceptual que refleje al movimiento. Se trata, esencialmente, de un desprendimiento natural del rock psicodélico, género que, como sabemos, estaba muy en boga a finales de los ‘60. Varios artistas de aquel amplio espectro ya habían comenzado, en su vuelo poético e instrumental, a complejizar notoriamente sus líricas y sus músicas. Los ejemplos de Beach Boys y los intrincados modos de grabación de Pet Sounds o de The Moody Blues con su obra sinfónica Days Of Future Passed (que ya andará por acá) fueron antecedentes directos para toda una movida que estribó de forma preclara en aquella unión de música de cámara y música popular. Se trató de un movimiento espontáneo, nada planeado, pero rápidamente -tan rápidamente como se expanden las modas- una parva de bandas se unían al nuevo sonido, comenzando con Procol Harum y su “A Whiter Shade Of Pale” con reminiscencias bachianas, pasando por el previsible exceso de Deep Purple con su Concerto For Group And Orchestra y expandiéndose hacia los horizontes del jazz -como lo demostraría el rock canterburiano- y de la música electrónica, bien presente en el krautrock que tanto les mostramos hasta hace poco. Rápidamente, la nueva movida, bautizada como rock progresivo por su mirada superadora y complejizante, lo copó todo. El mundo estaba, además, viviendo los primeros coletazos de la globalización, sin la que hoy no podríamos entender sociedad alguna pero que por entonces recién era un concepto novedoso y en pleno desarrollo. Acuñado por el pelmazo teórico de las comunicaciones Marshall McLuhan, el término aldea global se usaba para representar la interconexión que, a partir de las nuevas formas de telecomunicación, existía entre las naciones y la rapidez casi instantánea con que el flujo de información se movía de un lugar a otro de forma prácticamente irrestricta. Pensemos que McLuhan escribió el primero de sus libros teóricos al respecto (The Gutenberg Galaxy) en 1962, mucho antes de que la revolución de internet nos hiciera a todos híperconscientes respecto a estas cuestiones. A partir de la cristalización de esta teoría en la realidad de la época, la forma de la gente de aquel tiempo de relacionarse con la información cambiaría radicalmente, y esto tendría sus implicaciones en el ámbito artístico. Hagamos el ejercicio de imaginar cuánto podría modificar, para un artista, acceder a las tendencias del momento en un marco de relativa inmediatez, en oposición a lo que se sabe que ocurría a principios de los ‘60 cuando las noticias provenientes de Europa llegaban con una considerable demora. Extrapolemos esto a la música, y entenderemos cuánto cambió en los músicos (y en el público) el rock progresivo, primera movida directamente prohijada por el boom de las telecomunicaciones. En nuestro país, el rock psicodélico que tan de moda estaba en Estados Unidos y el Reino Unido durante toda la década del ‘60 fue una tendencia tardía, expresada apenas en un par de canciones (ni siquiera álbumes completos) de Los Gatos, quienes hasta antes de ser imbuidos por la influencia beatle eran parte de un movimiento más típico de Latinoamérica, el beat; movida caracterizada, además, por un marcado comercialismo (hubo Joven Guardia en Brasil, Perú…) y una idea musical algo más lavada, decididamente pop. Recién a finales de los ‘60, cuando afuera todo había explotado, se vivieron los primeros intentos reales de experimentación a través de álbumes como el segundo de Almendra, Manal o los primeros intentos de Arco Iris, enrolados también en una tendencia típicamente yanqui como el folk más pastoral. Esto, sin embargo, favoreció a la personalidad de los grupos argentinos, que se transformaron en bandas atípicas para la época (habría que pensar en Aquelarre o Color Humano, por ejemplo, y buscarles equivalentes en el resto del mundo) a partir de que su acercamiento a los géneros era más bien autodidacta y no tan informado. Sin embargo, con el tiempo eso cambiaría decisivamente. La explosión cultural que causaron -entre otros- los músicos de los que precisamente estamos hablando por aquí favoreció al acceso cultural creando una demanda nunca antes vista. Los pibes de la época querían las novedades, querían saber qué se escuchaba afuera. A su vez, los sellos discográficos, ya instalados definitivamente, se tiraban a editar más grupos de aquellos que estaban haciendo olas en el viejo continente. En pocos años, el oyente y el músico de rock argentinos estaban casi al día con lo que pasaba fuera de las fronteras del país. Sus proyectos musicales y sus intereses así lo reflejaban. Se creó, además, una conciencia superadora en el escucha, que a partir de la cantidad de información que manejaba supo, además de ambicionar, escapar de las obviedades eligiendo mejor qué era lo que quería y le gustaba más -tendencia que con los años nos haría llegar a lo que tenemos hoy, un exceso de información que lleva a la uniformización de un mismo sonido, pero eso es harina de otro costal- cuestiones que redundaron, en los años posteriores, en una cantidad y calidad de nuevas propuestas musicales que coparon el panorama del rock argentino de los años ‘70 con una creatividad ebullente y en un marco propicio para hacerlo. Así se originó, en nuestro país, una movida de rock progresivo interesantísima de la que hoy les mostraremos una de esas bandas algo olvidadas por la memoria colectiva (o mejor dicho mal conceptuados, pero eso lo veremos posteriormente) pero que cuentan en su acervo con un par de álbumes de avanzada, de gran nivel lírico y, sobre todo, instrumental.De mi discoteca
Ya hemos hablado por acá de grupos insignia del rock progresivo argentino como Aquelarre, Crucis, El Reloj o Invisible así como de otros un tanto olvidados (Cuero, Piel De Pueblo, Bubu) y, además, de bandas de todo el globo que también curtían la misma onda. Pero hoy les hablaremos de una banda que, si apeláramos directamente a la historiografía, está entre las grandes pioneras del estilo. Lamentablemente, cuando lo que toca es hablar de la popularidad o la remembranza de sus grabaciones, sin embargo, el resultado es absolutamente opuesto. Intentaremos, entonces, delinear por qué un grupo que aparece entre los primeros exponentes de un movimiento que tuvo tanto éxito en nuestro país ha sido tan rampantemente olvidado. Esta banda se formó tan lejos en el tiempo como en 1968, cuando en nuestro país apenas si existían grupos de rock. Sus fundadores fueron los hermanos Román y Adrián Bar, bajista y cantante y guitarrista, respectivamente. Pibes muy preparados, de familia que los había enviado al conservatorio, poseían una gran habilidad instrumental y su enfoque sería muy rápidamente noticia en el entonces creciente mundillo del rock argentino. Se trataba de una banda -completada con el baterista José Luis González, venido él de un palo más hardrockero- de largas secuencias instrumentales de tintes psicodélicos pero que dentro de sus extensas composiciones era también capaz de invocar cortes y quiebres más bien propios de músicas más elevadas. Su preparación formal les permitía incorporar estructuras más bien propias de la música de cámara. Sí, lo que años después se conocería como rock sinfónico ya era practicado por este excitante y joven trío allá por el ‘68 en la lejana Argentina. En definitiva, su debut en vivo se dio dentro de uno de los grandes eventos de la movida, el Festival anual de Música Beat de Buenos Aires. Durante la edición de 1969, su breve pero intensa presentación tuvo un fuerte eco en los oídos de un pibe, un tal Luis, que para entonces ya estaba con un pie y medio fuera de la banda que había formado con sus ex compañeros de colegio secundario. Sería él quien los acercaría, como primer espaldarazo (qué raro en él, ¿no? El mismo que le dijo a Vox Dei que cante en castellano), a la notoriedad. Los llevó al Instituto Di Tella, que organizaba habitualmente happenings de artistas modernos que necesitaban ser musicalizados con largas suites, y esta banda bautizada Orion’s Beethoven a partir de la galaxia y el compositor favorito de Ronán (el ex Román, claro) sería la indicada. Para 1970, repartían su tiempo entre su residencia como musicalizadores espontáneos en el Di Tella y algún que otro show como teloneros, claro, del propio Spinetta, que los tenía como uno de sus grupos favoritos de la época. Estos dos trabajos de perfil bastante alto y particular renombre empezarían a llevarle algo de popularidad al trío, que seguía adelante con su régimen de presentarse en vivo tantas veces como les fuera posible, ya que era esa su principal forma de crecer como instrumentistas en la confianza del compañero, elevar el nivel de sus improvisaciones y generar texturas y climas novedosos. Ese entrenamiento los terminó llevando al segundo B.A. Rock, de 1971, donde obtuvieron, nuevamente, el favor del público. En esos años, el rock argentino era acuciado por una profunda crisis identitaria -de la que ya hemos hablado aquí, si no me equivoco- a partir de la separación de sus tres bandas fundacionales y se creía que, quizás, Orion’s Beethoven podía ser la siguiente gran cosa. Al fin y al cabo, estos pibes lo tenían todo: destreza instrumental, canciones poderosas pero reflexivas, presentaciones en directo maravillosas y una gran pujanza a la hora de tocar, tocar y tocar para darse a conocer. Pero les faltaba algo, claro, y ese algo sería su eterno trauma. Llevaban ya cuatro años de pulir su repertorio y no habían podido registrarlo en un álbum, como si su perfeccionismo no se los permitiera, como si hubiese algo que, ellos creían, les faltaba. En abril de 1972, unos cuantos meses después de aquel exitoso B.A. Rock, por primera vez se presentarían como cabeza de cartel, en el teatro Premier de la calle Corrientes. El lleno total que ostentaría el lugar nos hablaba de que había algo interesante en Orion’s Beethoven, algo que le llegaba a la gente y los hacía ser bastante populares para una banda tan pujante, sin nombre ni -casi- antecedentes. La confirmación de este fenómeno llegaría para ellos en una invitación devenida, justamente, de aquella exitosa presentación en el Premier: el B.A. Rock III de 1973, célebre por haberse convertido en la primera película del rock argentino,Rock Hasta Que Se Ponga El Sol. En el largometraje dirigido por Aníbal Uset puede verse a los hermanos Bar y a González, asistidos por el saxofonista Chachi Ferreyra y el percusionista José Corriale, encarar una potente y abrasiva versión de uno de sus clásicos, la esotérica y fantasiosa “Nirmanakaya”. Viendo la filmación se nota la presencia de una banda en la cúspide de sus posibilidades artísticas e instrumentales, un grupo en un momento particularmente álgido. Probablemente por eso, a nadie sorprendió cuando después del gran suceso del festival y su film, a Orion’s Beethoven le cayó la oferta de registrar su ya excesivamente demorado primer material discográfico para el sello Phonogram, subsidiaria nacional de Polydor (hoy todo esto es de Universal, pero bueno, yo me tomo el tiempo de detallárselos). Para entonces, González había abandonado el grupo por diferencias creativas para ser reemplazado por Jorge Liechtenstein, situación que sin embargo no variaría el ya definido repertorio que integraría el debut de Orion’s Beethoven, este Superángel lanzado a fines de 1973 y que aquí les ofrecemos. Se trata de un álbum integrado, esencialmente, por dos grandes suites -compuestas ellas de temas interconectados por secuencias instrumentales- que lideran sendos lados del vinilo y son acompañadas de dos canciones más. La primera de ellas le da título al álbum, y consiste internamente de tres movimientos: “El Camino De Los Superhombres”, “Soy El Sol” y la conocida “Nirmanakaya”. Se trata, obviamente, del momento álgido del álbum, un tour de force de casi 18 minutos a través de una variedad de climas siempre llevados por el bajo de Ronán en una tónica misteriosa y densa enfatizada por su voz que suena a través de efectos y nos lleva a un viaje místico e intenso. Acompaña a esta suite “Retrato De Alguien”, un rocanrol muy en la vena de la época, que cierra el lado A. El lado B lo abre “Hijo Del Relámpago (Fuego)”, doce minutos de vadeante improvisación, climáticos crescendos y una atmósfera bastante lograda, para luego cerrar este potente álbum con algunos fragmentos de la “Sinfonía Nº 8 En Si Menor” de Franz Schbuert arreglados al rock, en un experimento bastante gratificante para el escucha de bases bastante funky y un final a toda máquina.
En definitiva: este álbum es una de las epítomes del rock progresivo argentino. Imposible no quererlo.
Orion’s Beethoven debe ser uno de los grupos más infravalorados que nacieron a principios de los setenta en la Argentina. Los Orions (nombre que adoptarían más adelante) tenían un estilo único, experimental y extravagante que lo distinguía fácilmente de cualquier banda de su generación. Son una banda llega a sonar más psicodélica que progresiva, que toma muchas cosas del Pink Floyd de The Piper.Persi Música
Superangel sería su álbum debut (el primero de dos). En él nos empapan un poco con su singular rock en solo cuatro temas, la mayoría largos, épicos, logrando resultados admirables.
La homónima “Superangel” abre el disco de forma impresionante. Es una suite de más de 17 minutos en la que logran una tremenda fusión de pasajes de psicodelia tormentosa (a lo Barrett), tramos acústicos, rockeros e incluso jazzeros. Una locura realmente apabullante. Las siguientes, “Retrato de Alguien”, “Hijo del Relampago” y “Sinfonía Nº 8 en Si Menor” son aplastantes, penetrantes y llegan a sorprender, pero no atrapan tanto como “Superangel”.
Aunque su fuerte no son las interpretaciones vocales pero sí sus delirantes improvisaciones instrumentales, es un muy buen disco, especialmente recomendable para quienes busquen bandas “oscuras” progresivas de los primeros años del rock nacional.
Orion's Beethoven formed in Argentina in the late 60's, but it took them over four years to release their debut album. 'Superangel' eventually came out in 1973, and was a good progressive effort, influenced in parts by The Nice and ELP with the inclusion of classical excerpts in the music. Guest musicians provide sax and percussion, and the sound is complex enough to please most progressive rock fans. The second track is a twelve minute suite which incorporates acoustic and hard rock sections, as well as a fine sax solo from Chachi Ferreyra. The final track 'Hijo Del Relampago' has a harder rock edge that much of what has gone before, and this could be the starting point for the direction that the band took for their second album.
After another four year break the band produced 'Tercer Milenio' - a more rock orientated album. Opener 'Amistades Desparejas' is a great hard rock track with some stunning guitar, and the band sound like a completely different entity on this song. 'Ella y Los Colores' is a slower, but no less powerful song, but it seems that when they try to emulate their first album - as on the title track 'Nino Del Tercer Milenio' - with a more progressive offering it comes off less well in the context of the album. The heavy guitars are still there, and the guitar solo is pretty good, but the tune seems to have evaporated. 'Cancion Del Lobo' is a lengthy blues-based track, which gives guitarist Adrian Bar scope for one of his best solos. Album closer 'Hermano Silencio' is a hard rocker which is the equal of the first track, and so they bookend this release with some tasty heavy rock. Of the two I think that this album is my favourite, although you don't have to make that choice as they are both now available on one CD. Personally I was only after 'Superangel' as an example of Argentine prog-rock, but I am now glad that the second album was included as it was an unexpected bonus.Crotchbat
Orion’s Beethoven were formed in Buenos Aires in 1969, by the Bar brothers, Ronan and Adrian, with the singer Petty Guelache and drummer José Luis Gonzalez; they released finally album in 1973, this Superangel, that all along its 4 tracks features a sort of admixture between the hard rock a la Black Sabbath, with the style of symphonic bands o the time, like Genesis or King Crimson.death_metal_doll
The songs are mostly long and, honestly, not too cohesive, though with cool details that keep the interest.
The first and longest track “Superangel” lasts almost 18 minutes, where are alternated the heavy rhythms with more intricate passages, the Leslie effect on the vocals and even some saxo in the end.
“Retrato de alguien” is the shortest song, a heavy blues, close to the 4 minutes and with a jazzy edge, which is followed by “Hijo del relámpago”. This is another long track, that fills a good share of the side two all along its 12 minutes, basically more obscure and jazzy blues a la early Black Sabbath, with some psychedelic touch, though not too compelling; enjoyable anyways, because of its raw, almost amateurish sound.
In the end is the 6-minutes “Sinfonía # 8 en B menor”, instrumental loosely inspired on Franz Schubert, with vocation for the heavy guitars and some pretentiousness privative of the epoch.
Not a bad album, though quite far from a masterpiece and with a very deficient production; probably the worth of this Superangel is in its crudeness, a certain daring spirit, and why not: a beautiful artwork, created by Loreley Bar (a sister of the Bar brothers I assume).
An absolutely anti-commercial record, with nonexistent airplay, for sure.
No podía faltar esta rareza en nuestro catálogo de álbums!
Lista de Temas:
1. Superángel
2. Retrato de alguien
3. Hijo del relámpago
4. Sinfonía Nº8 en B menor
Alineación:
- Adrián Bar / guitarra
- José Luis González / batería
- Román Bar / bajo y voz
Músicos invitados:
Daddy antogna / batería