Revista Viajes

Orlando Pelayo y Alcalá del Júcar

Por Labodeguilla Felipe Carrión Gómez @bodeguillarural

Orlando Pelayo y Alcalá del Júcar.

Orlando Pelayo nace en Gijón en 1920 y fallece en Oviedo en 1990. Pintor y grabador.

Pelayo por Henri Cartier-Bresson, 1979

Pelayo por Henri Cartier-Bresson, 1979

Javier Barón Thaidigsmann, historiador, jefe de conservación de Pintura del siglo XIX del Museo del Prado y miembro de número del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), clausuró el curso en el Instituto con una conferencia titulada “La personalidad artística de Orlando Pelayo”

Barón destacó de su obra “Cartografías de la ausencia”, paisajes casi abstractos, imaginados entre 1959 y 1962, a partir del recuerdo de sus vivencias infantiles en Alcalá de Júcar y Asturias; y los “Retratos apócrifos”, una galería de personajes españoles que vienen de la literatura y la pintura, que remiten a la pintura de el Greco, Velázquez y Goya.

De él, Barón dijo: “Se indignaba con facilidad ante los que consideraba vicios españoles como la ignorancia, la prepotencia y el desprecio al conocimiento y su cara se iluminaba cuando en la conversación salían los nombres de Camus, de Guillevic, el Prado, el paisaje de Alcalá del Júcar, el mar, la luz y la gastronomía de su tierra”.

Hijo de un maestro republicano, originario de Alcalá del Júcar, que por su trabajo pasó de Asturias a Extremadura y de allí a Albacete llevando consigo a su familia, de ahí la relación de Orlando Pelayo con nuestra tierra.

Participó en la Guerra Civil con las fuerzas republicanas en 1938, depués se exilió en Orán (Argelia), donde inició su carrera como pintor y trabó amistad con varios artistas y escritores, como Albert Camus, André Gide, Jean Grenier, Guillevic.

En 1947 se instaló en París y allí se integró en la vida artística de la ciudad con otros pintores españoles pertenecientes a la “Escuela de París”: Óscar Domínguez, Francisco Bores, Antoni Clavé, etc. En 1967 y 1968 realiza sus primeras visitas a España después del exilio. Con los años, repartió su tiempo entre su residencia parisina y su estancia veraniega en tierras asturianas.

El Instituto de Estudios Albacetenses, del cual era miembro honorífico, en 1985 le distinguió con la Medalla de Plata de la institución.

En el Museo de Albacete se conserva una donación de unas 30 obras de Orlando Pelayo.

Pelayo, Las brujas de Cenizate, 1969

Pelayo, Las brujas de Cenizate, 1969

Pelayo, La abadesa de Tarazona, 1974

Pelayo, La abadesa de Tarazona, 1974

En la segunda de estas etapas, desde 1962, la serie “Retratos apócrifos” se centró en la historia y la cultura clásica española con protagonismo de fantasmales e inquietantes criaturas. Destacan en esta etapa obras como “Las brujas de Cenizate” (1968), “Les sous maîtresses de d’Albacete” (1970), “Saludadora de Jorquera” (1975), “La abadesa de Tarazona” (1975), “Leyenda de Balazote” (1977), estas figuras están enraizadas en los recuerdos infantiles de su infancia y juventud albaceteña.

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