(I. 13) SIMBOLOGÍA ARQUITECTÓNICA.
Son el lugar privilegiado de expresión de los maestros constructores, por su colación alta y su aparente insignificancia. En ellos se explayan con total libertad, sin reservas, plasmando sus símbolos, su mundo y a ellos mismos.
Se retratan en forma de perros (de ahí su nombre) por obedecer a la voz de su amo, el maestro constructor; de monos, en el caso de los aprendices, porque deben imitar a los compañeros sin saber todavía muy bien lo que hacen (como el burro flautista o arpistas que también hacen música o tallan sin saber cómo) o de lobos solitarios (el maestro).
Aunque actualmente nos resulte extraño relacionar un cantero con un perro, es la asociación retórica más importante. El juego de palabras " canto=cantero=can" junto a los hábitos de vida de los trabajadores de la piedra, propiciaba esa mutua identificación. Un can, aparte de ser el mejor amigo del hombre, es también un guijarro o trozo de piedra. Un can labrado es la parte más sobresaliente de la moldura que carga una cornisa. Es una piedra esculpida, un perro adiestrado. Cuando un can o un trozo de piedra caía por accidente y dañaba una de las extremidades del cantero, se decía que le "había mordido" la mano o el pie.
Si el can aparece rascándose la cabeza, se trata del maestro de obras, ya que se le atribuye más razón que intuición.
Si retorciéndose sobre sí mismo o lamiéndose el trasero, es el maestro escultor, que es capaz de llegar a cualquier rincón para plasmarlo con su imaginación.
Si el can lleva una piedra en la boca, se tratará del aprendiz, la piedra bruta que le ha hecho recoger el maestro para que la pula con su trabajo.
Por tanto, en los casos que el cantero se represente en el canecillo sujeto a figuración, siempre será reconocido por los instrumentos con los que se retrata (cincel, puntero, pico, maceta, etc).
Pero siempre quedará la libertad como grito de su pensamiento.
Sección para "Curiosón" del grupo "Salud y Románico".