
Hay tanta buena música compuesta y tanta grabada que siempre me gusta (re)descubrir obras, muchísimo más en directo por no haber trampa ni cartón. Y me entristece profundamente ver la desbandada progresiva de público a medida que avanza la temporada, desconozco la causa, porque en el antepenúltimo de abono de nuestra orquesta asturiana, nuevamente con David Lockington a la batuta (aunque la perdiese avanzado el primer movimiento de la sinfonía) nos encontraríamos con ese maridaje necesario de los conciertos entre lo habitual y lo raro, entendiendo como tal obras poco programadas o escuchadas en emisiones radiofónicas. Se mantenía el solista invitado, esta vez el gran pianista norteamericano, nacido en Rusia, Kirill Gerstein, precisamente optando por dos obras en esa misma línea, más una intensa e inmensa sinfonía que no creo hubiésemos escuchado antes en Oviedo, al menos en mi tiempo. Como exigía este concierto, una plantilla deseada, en el sentido de tener que ampliar la habitual hasta la necesaria para poder afrontar estos repertorios, preparando un relevo generacional que deberá ser pensado muy a fondo, dando protagonismo de solistas a segundos atriles, demostrando estar suficientemente preparados para ello.



