La nueva ciencia no se caracteriza por la experimentación, sino por la interpretación de los fenómenos según ideas a priori, a saber, las matemáticas
«Nada hubiera sorprendido tanto a Galileo, Descartes y demás instauradores de la nuova scienza como saber que tres siglos más tarde iban a ser considerados como los descubridores y entusiastas del “experimento”. Al estatuir Galileo la ley del plano inclinado, fueron los escolásticos quienes se hacían fuertes en el experimento contra aquella ley. Porque, en efecto, los fenómenos contradecían la fórmula de Galileo. Es éste un buen ejemplo para entender lo que significa el “análisis de la naturaleza” frente a la simple observación de los fenómenos. Lo que observamos en el plano inclinado es siempre una desviación de la ley de caída, no sólo en el sentido de que nuestras medidas dan sólo valores aproximados a aquélla, sino que el hecho tal y como se presenta no es una caída. Al interpretarlo como una caída, Galileo comienza por negar el dato sensible, se revuelve contra el fenómeno y opone a él un “hecho imaginario”, que es la ley: el puro caer en el puro vacío de un cuerpo sobre otro. Esto le permite descomponer (analizar) el fenómeno, medir la desviación entre éste y el comportamiento ideal de dos cuerpos imaginarios. Esta parte del fenómeno, que es desviación de la ley de caída, es, a su vez, interpretada imaginariamente como choque con el viento y roce del cuerpo sobre el plano inclinado, que son otros dos hechos imaginarios, otras dos leyes. Luego puede recomponerse el fenómeno, el hecho sensible como nudo de esas varias leyes, como combinación de varios hechos imaginarios.
Los que interesa a Galileo no, pues, adaptar sus ideas a los fenómenos, sino al revés, adaptar los fenómenos mediante una interpretación a ciertas ideas rigorosas y a priori independientes del experimento, en suma, a formas matemáticas, Ésta era su innovación. No observar, sino construir a priori, es lo específico del galileísmo».
(J. ORTEGA Y GASSET, «Bronca en la física», en Obras Completas, V. Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 284.