517 Os Ancares, una reserva muy especial
Zona inmobiliaria
Entre los años 70 y 80 los gallegos descubrieron Os Ancares. Les fascinaron los reportajes periodísticos que contaban que allí quedaban, todavía, aldeas sin luz, cabañas prehistóricas en las que convivían personas y animales, pueblos sin carreteras aislados en invierno por la nieve, tecnología agrícola barrida de Europa hace 200 años… y la montaña, los bosques autóctonos inmaculados, valles profundos y picos inaccesibles. Flora variada y fauna única en Galicia: ciervos, rebecos e incluso osos. Nacía el mito de Os Ancares. Un destino turístico de ida y vuelta en el día si se quiere, pero que empuja a quedarse, siquiera un fin de semana. Un baño de naturaleza y antropología facilitado ahora por el asfalto, las señales y la incipiente hostelería.
La comarca de Os Ancares, situada al este de la provincia de Lugo, constituye una imponente barrera que actúa como límite natural entre Galicia y Castilla León. Tanto la historia como la vida están condicionadas por este escarpado relieve, que supera en más de la mitad de su superficie los 1.000 metros de altitud.
Las pallozas, viviendas de origen prerromano; los bosques de brezales, castaños, carballos, nogales y acebos; el mítico urogallo, en peligro de extinción; la abundancia de jabalíes, corzos, ciervos e infinidad de aves, los valles amplios, los picos de cerca de 2.000 metros, el paisaje sobrecogedor en cualquiera de las estaciones del año con los principales valores de esta zona de la montaña lucense.
El punto de partida para entrar en Os Ancares es Becerreá, un pueblo situado en el kilómetro 459 de la carretera N-VI que enlaza Madrid con A Coruña, una vez bajado el puerto de Pedrafita do Cebreiro si se procede de la Meseta, o a 42 km de Lugo si se llega desde el Norte.
También O Cebreiro es, sin duda, el lugar más emblemático e internacional de Os Ancares. Esto es debido a su gran pasado histórico relacionado con las peregrinaciones, ya que es uno de los principales puntos del llamado Camino Francés.
LAS PALLOZAS.
Son las viviendas tradicionales por antonomasia. Su estructura es consecuencia directa de la geografía y clima de la zona. Su base es generalmente ovalada, con paredes de piedra y techo de paja. Estos techos tienen una gran pendiente que evita que la nieve y el agua sobrecarguen la techumbre, y la paja permite que el humo se filtre, con lo que no es necesaria chimenea. Además aprovechan el desnivel del terreno para el vertido de aguas residuales. El interior tiene una zona para las personas y otra para los animales, aprovechando el calor que éstos desprenden como rudimentario sistema de calefacción.
Para disfrutar a fondo de Os Ancares es muy recomendable pasar alguna noche en el albergue o en los dos hostales existentes en San Román y en Piornedo. En cualquier caso, la ruta aquí propuesta puede realizarse tranquilamente aprovechando una jornada, puesto que se trata de descubrir un círculo de aproximadamente 130 kilómetros para regresar a Becerreá.
El aislamiento en el que tradicionalmente han vivido los valles y montes ondulados de esta sierra gallega ha ayudado a mantener intacta su naturaleza. Desde el Alto de O Cebreiro se contempla una de las vistas más extensas de este territorio jacobeo. El pueblo que le da nombre guarda una de las joyas del prerrománico gallego: la iglesia de Santa María (IX).
Desde O Cebreiro salen rutas a pie que discurren en las zonas altas por bosques de abedules y castaños, y en las bajas por prados salpicados de pallozas, típicas chozas que anteriormente he mencionado y que tienen un gran valor etnográfico. El conjunto mejor preservado se ve en la cercana aldea de O Piornedo.
Fuentes | Galinor / Lugotur
Celso de Ourense (@moradadelbuho)