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¿Os apetece una pizza?

Publicado el 22 marzo 2013 por Bypils @bypils

Recuperando relatos…

La pizza

Oferta Especial con dos finales a elegir:

1) Aquí te pillo, aquí te mato.

2) Aquí te mato, aquí te pillo.

¡Qué aproveche!

No es que se escondiera de él.

Alguna noche, de forma muy ocasional y con la voluntad de complacerla, la había dejado llamar a la pizzería del barrio para que le trajeran una suculenta margarita, con cebolla, bacon y doble de queso. Lo de hacerse vegetariano no había sido una sorpresa para ninguno de los dos. Con los años, se había acentuado su obsesión por los productos ecológicos y la dieta sana. No comía carne roja y no le gustaba el pescado, por lo que su dieta se había ido reduciendo a lo que se conoce como “vegetariano ovo-lácteo” de una forma natural.

Ella, en cambio, seguía comiendo de todo: aprovechaba para degustar un filetito o una dorada a la sal cuando acudía a los almuerzos de negocio o cenas con las amigas o un domingo en casa de sus padres… Su madre ya se ocupaba de tener un menú variado para todos los gustos de los comensales y mientras él alababa la lasaña vegetal, ella se zampaba un rabo de toro al vino tinto…

El vino…El vino era otra de esas cosas… Al principio de su vida en común, les gustaba degustar una copa y en las “ocasiones especiales”, adquirían vinos de buena cosecha según lo que puntuaba el gurú enológico Robert Parker. Los cumpleaños, los aniversarios, alguna buena noticia en el ámbito laboral… Eran las cosas típicas. Pero, aquello se convirtió en frecuente y empezaron a acudir a catas y seminarios. A ella también le gustaba la cultura del vino y su disfrute pero… ¡eso no quería decir que no pudiera tomar una Coca Cola de vez en cuando!… Cuando osaba a abrir una lata del refresco maldito, él la miraba con cara de asco y meneaba la cabeza, en un gesto inconfundible de confirmación de su locura.

Al margen de esas cosillas del comer y del beber, funcionaban como una pareja perfectamente engrasada. Una relación casi perfecta. No se podía pedir más… Tal vez por eso la carcomía la culpa mientras esperaba al mensajero de Pizza Telele. Él la había llamado hacía una hora y le había dicho que no cenarían juntos. Cosas del trabajo. Y ella, en vez de sentirse decepcionada y cenar en soledad la judía tierna con patata y zanahoria, había cogido el folleto promocional de Pizza Telele y había encargado una pizza mediana… y una Coca Cola! ¡Sí!.

Pero…si se paraba a pensar un poco, ya eran bastantes noches de trabajo atrasado y bastantes pizzas, engullidas de contrabando. ¿De cero a tres o cuatro veces al mes? ¿No eran demasiadas noches de free-pizza? En sus pensamientos, por un segundo, destelló un mensaje de advertencia: ¿Estaba con otra? pero llamaron a la puerta y el pensamiento se desvaneció.

(…)

Cuando llegó al portal del número 22 de la Calle del Hambriento estaba ya muy nervioso. Estaba atendiendo el teléfono y tomando los pedidos, cuando vio en el identificador de llamadas que estaba al aparato la bella criatura de la pizza mediana con cebolla, bacon y doble de queso…y una Coca Cola. Sólo anticipar la suavidad de su voz cuando anunciara que quería una pizza a domicilio, ya lo ponía enfermo. Le temblaban las piernas, la mano que sujetaba el teléfono y, por supuesto, la voz. Llevaba mucho tiempo pensando en ella, planificando cómo sería su encuentro y deseando que se produjera pero… era demasiado pronto. No estaba preparado. ¿O sí? La excitación recorrió su cuerpo desde la punta de los dedos del pie hasta lo alto de su cabeza rapada.

Contestó con una voz chillona que le sorprendió a él mismo y se quedó petrificado cuando ella le hizo el pedido. Le prometió que estaría en su domicilio en veinte minutos y cuando colgó, se dirigió a la zona de reparto y cambió los turnos.

Al cuarto de hora, sentía el frío de la noche en la cara mientras recorría las calles de la ciudad para llegar a la casa de “ella”. Era perfecta: esos ojos brillantes que lo miraban con alegría cuando le entregaba la pizza, los labios carnosos que se humedecía con la lengua y lo provocaban directamente,… Sabía que estaba sola: sólo hacía pedidos nocturnos cuando el tipo que vivía con ella no estaba en casa. Una única vez lo había sorprendido, abriendo la puerta y gritando: ¡Cariño, tu pizza! Pero eso había sido hacía mucho tiempo… En los últimos meses, la había estado observando y sabía que estaba sola.

Sola.

A medida que avanzaba en su recorrido se hacía más firme su propósito. Ese era el momento. Esa era la noche.

(…)

Abrió la puerta y vio al chico de Pizza Telele. Siempre era el mismo: alto y delgado, con unos ojos oscuros que siempre la miraban fijamente y que ella veía a través del casco. Y aunque su aspecto era amenazador, en el fondo era simpático y siempre le sonreía cuando le daba la propina.

Esta vez, llevaba el casco de la moto en la mano y pudo ver su reluciente cabeza, afeitada al cero y con un extraño tatuaje en la parte superior. ¿Qué era eso? ¿Un pájaro? Sostenía la caja de pizza con una mano y la estaba observando de esa forma intensa que ya había percibido en ocasiones anteriores.

Extendió la mano para coger su pizza y, entonces,…

FINAL nº 1 : Aquí te pillo, aquí te mato.

pizzacor

Sonó el teléfono. Mientras el chico de reparto esperaba en el recibidor, atendió la llamada a su móvil. ¿De la empresa de su marido? ¿No estaba con ellos? ¿No tenía una cena de trabajo? La alarma volvió a dispararse y esta vez, apareció un nombre y una cara. Últimamente, ella estaba presente en muchas de sus conversaciones… ¿Y si?…De repente, todo encajó y las pequeñas cosas que habían pasado inadvertidas, se convirtieron en claras pruebas condenatorias. ¡Le estaba poniendo los cuernos! Sintió una furia interior que ni supo controlar.

¡Maldito ovo-lácteo de los huevos!

Oyó una voz que la llamaba. El chico de la pizza.

Seguía con la caja en la mano pero percibió un cambio de actitud en él. Se disculpó y, alterada por el reciente descubrimiento, se le cayeron las monedas al suelo.

Él , a su vez, tiró la pizza y le cogió la mano sin apartar la mirada de su rostro. Ella abrió muchos los ojos, sorprendida, pero no la retiró. Por unos segundos, titubeó: su vista se dirigió a la caja, desparramada en el suelo, a sus manos entrelazadas y, otra vez a sus ojos. ¿Era energía sexual lo que chisporroteaba en el ambiente? .

En ese momento, él supo lo que tenía que hacer: tiró con fuerza de ella y dejó que se produjera el primer impacto,  cuerpo a cuerpo.

Buscó sus labios y la envolvió en un abrazo de hierro que los dejo sin respiración. No hubo palabras. Ni una siquiera. Entraron en la casa y se dejaron caer, enredados, en el sofá. Cuando todo acabó, continuaban en silencio. Se vistió y bajó a buscar la segunda pizza de cebolla, bacon y doble de queso que llevaba de reserva. Y la Coca Cola.

La dejó sentada en el sofá, despeinada y rodeada de los cojines, esparcidos por todo el salón. Encima de la mesita de cortesía, dejó la pizza y la Coca Cola. La beso suavemente y se fue.

Ella se quedó mirando la pizza, ya fría. ¿Cornuda? Era posible, pero de apaleada, nada. Metió la pizza en el horno y se fue a duchar.  Y aunque había gozado con “Un aquí te pillo y aquí te mato”, con un casi desconocido nunca más llamaría a la Pizzería Telele…

Cuando él llegó a la Pizzería Telele, buscó su agenda secreta. La guardaba, escondida, al fondo del cajón de pedidos. Buscó la lista de clientas que había seleccionado y tachó la del número 22 de la Calle de los Hambrientos.

FINAL nº 2 : Aquí te mato , aquí te pillo.

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Sonó el teléfono. Mientras el chico de reparto esperaba en el recibidor, atendió la llamada a su móvil. ¿De la empresa de su marido? ¿No estaba con ellos? ¿No tenía una cena de trabajo? La alarma volvió a dispararse y esta vez, apareció un nombre y una cara. Últimamente, ella estaba presente en muchas de sus conversaciones… ¿Y si?…De repente, todo encajó y las pequeñas cosas que habían pasado inadvertidas, se convirtieron en claras pruebas condenatorias. ¡Le estaba poniendo los cuernos! Sintió una furia interior que ni supo controlar.

¡Maldito ovo-lácteo de los huevos!

Oyó una voz que la llamaba. El chico de la pizza.

Seguía con la caja en la mano pero percibió un cambio de actitud en él. Se disculpó y, alterada por el reciente descubrimiento, se le cayeron las monedas al suelo.

Él tiró a su vez la pizza y le cogió la mano sin apartar la mirada de su rostro. Ella abrió muchos los ojos, sorprendida, pero no la retiró.

Entonces, el alzó el casco y descargó un golpe contra el cráneo de la mujer. Siempre le estremecía el crujido de los huesos cuando se rompían, pero era parte del juego y  la verdad, eso lo excitaba aún más.

Con el cuerpo inerte en sus brazos, entró en la casa. Más tarde se ocuparía de ocultar su rastro. Aquella iba a ser la víctima número cinco y quería tomárselo con calma. Ya no podría regresar a la Pizzería Telele, tendría que abandonar la ciudad y empezar de nuevo. Una nueva mujer, la sexta, lo estaba esperando en cualquier punto de la geografía española. Suspirando, la dejó en el sofá.

Para la víctima número cinco, había ideado una fiesta especial. Con pizza y Coca Cola, como a ella le gustaba.  A la prensa le iba a encantar encontrarla de aquella manera: los programas amarillos se iban a cebar con lo original y escabroso de la puesta en escena… ¡Cómo iba a disfrutar viéndolos elucubrar sobre el asesino de la pizza!

Con el borde de la pizza, que recortó con cuidado, le hizo una corona que le puso en la cabeza. La sangre empapaba la masa. No quedaba mal aunque le hubiese gustado más que se hubiera visto el color crema del pan. Resaltaría más con aquel pelo tan negro…

No lo encontrarían jamás. Ni siquiera podrían asociar esta a otras muertes similares en otras pizzerías… Aún no se habían dado cuenta que tenían que buscar al asesino en serie “del reparto”.  Iban muy, muy, por detrás. ¡Qué ingenuos!

Ya había acabado con cinco vidas y a cual mejor : la primera, había sido una clienta de una tienda de productos ecológicos, la segunda, una habitual del Carrefour, la cuarta, una fanática de la comida china a domicilio y por fin, la quinta, la bella criatura del número 22 de la Calle del Hambriento.

Mientras limpiaba sus huellas pensó que, su próxima solicitud de trabajo, iba a ser para una vacante de “repartidor” de prensa diaria en la ruta de Badajoz. La había visto en la prensa dominical…Se presentaría.

Alguna suscriptora interesante se podía convertir en la sexta…


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