Harvey Weinstein (su hermano Bob se mantiene más en la sombra) es uno de los personajes más controvertidos de Hollywood. Desde que fundaron Miramax, productora con cierta tendencia a la promoción de películas de cierto aire independiente y con sello de calidad, los Weinstein se han convertido en los productores más influyentes del cine norteamericano de las últimas décadas. Descubridores de Quentin Tarantino o Steven Soderbergh, por poner dos ejemplos, su mirada ha estado habitualmente dividida entre la industria de Hollywood y cierto cine europeo con posibilidades de éxito comercial: El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996), Shakespeare enamorado (John Madden, 1998) o Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, 2004) fueron algunos de sus primeros logros. Luego vendría su salida poco decorosa de Disney (a la que vendieron Miramax para tratar de hacer frente a sus deudas). Entre las frases más conocidas de Harvey Weinstein se encuentra la siguiente: "Tengo 65 Premios BAFTA, 75 Oscars, $2 billones en activos y cientos de millones de beneficios. Y aun así, Michael Eisner (el que fuera jefe de Disney) no quiere renovar mi contrato".
El año pasado, Harvey Weinstein consiguió convertir una película británica que había sorprendido en el Festival de Toronto, pero que no parecía contar con grandes posibilidades fuera de los circuitos de festivales de prestigio, en la gran favorita de los Oscar. El discurso del rey (Tom Hooper, 2010) logró cuatro premios, entre ellos los de Mejor Película y Director. Este año ha ocurrido otro tanto. The Weinstein Company, productora fundada por los hermanos Bob y Harvey tras su cese de Disney y el abandono de Miramax, ha cosechado más nominaciones que la mayor parte de las multinacionales, con películas como La dama de hierro (Oscar a la Mejor Actriz), Mi semana con Marilyn (que no ha conseguido premio), el documental Undefeated (Oscar al Mejor Documental) y por supuesto The artist (cinco premios de la Academia).
Harvey Weinstein vio por primera vez The artist (Michel Hazanavicius, 2011) en el avión que le trasladaba desde Nueva York hasta Cannes, unos días antes de que la película comenzara su fulgurante carrera cinematográfica. Por tanto no se dejó llevar por el éxito del filme en el Festival de Cannes, sino que tuvo el olfato suficiente como para ver las posibilidades de esta económica película francesa. Dicen que desde el principio se sintió emocionado con The artist, y que eso le llevó a comprar los derechos de distribución en todo el mundo.
Para los informadores de Hollywood, la "maquinaria Weinstein" es bien conocida. Sus campañas de cara a los Oscar consisten en dar la mayor visibilidad posible a una película. Y comienzan, no en el mes de noviembre, como muchas, sino desde el verano. Harvey Weinstein puso en marcha esta maquinaria con The artist. Organizó fiestas con futuros votantes de la Academia, paseó a todo el equipo por los medios de comunicación, presentó la película en decenas de pases privados allí donde pudiera rascar algún voto. Una de las proyecciones más calebradas fue aquella a la que invitó a descendientes de Charles Chaplin y otros actores del cine mudo, tratando de jugar la baza de la nostalgia. Cuentan que, mientras una gran compañía de Hollywood se suele gastar unos 2 millones de dólares en promocionar sus películas de cara a los Oscar, Harvey Weinstein se gasta 5 millones. Y dicen también que sabe manejar a los medios como nadie (o lo que es lo mismo, que se comporta con los medios como un auténtico déspota). Todavía se recuerda cómo se dirigió a un periodista del New York Observer gritando: "¡Soy el puto sheriff de esta puta ciudad sin ley!". Pero para los Weinstein, las campañas promocionales hacia el Oscar no tienen por qué ser limpias. Su departamento de publicistas ha generado numerosas contra-campañas para destrozar la carrera de sus competidores. Se dice que ellos fueron los que difundieron noticias en torno a la película Slumdog millionaire (Danny Boyle, 2008) en las que se afirmaba que los niños que habían participado no habían cobrado o que el rodaje había provocado odio en la India. Juego sucio que los Weinstein no tienen el menor reparo en utilizar.Su relación con los directores tampoco ha sido especialmente apacible (a excepción de Quentin Tarantino, con el que sigue trabajando a pesar de decisiones dictatoriales por parte del productor). No en vano a Harvey Weinstein le apodan "Harvey The Punisher" o "Harvey Scissorhands", por su tendencia a recortar (quiera o no quiera el director) las películas que produce. Así, obligó al mismísimo Martin Scorsese a hacer lo propio con Gangs of New York (2002); o al propio Tarantino en Pulp Fiction (1994). Peter Biskind cuenta numerosas anécdotas sobre la carrera de los hermanos Weisntein hasta que fueron expulsados de Miramax en su libro "Sexo, mentiras y Hollywood" (2007).
Michael Moore mantiene un litigio con los productores porque, según él, no ha recibido la parte que le corresponde de los beneficios del documental Fahrenheit 9/11. El último en sufrir las consecuencias de la desgana de Harvey Weinstein ha sido el director Richard Ayoade (más conocido por ser uno de los protagonistas de la serie IT Crowd). El productor compró en el Festival de Toronto su película Submarine (2010), interesante debut como director de Richard Ayoade. Pero tras varios pases privados en los que no recibió una respuesta positiva a la película, le dijo al director: "En Toronto creí que la película tenía gracia. Aquí nadie le pilla el punto. Y yo tampoco". Al final, Submarine quedó relegada a un estreno menor en el mes agosto en Estados Unidos.
Harvey Weinstein también fue el impulsor del Oscar que acabó ganando Penélope Cruz por Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2008). No en vano la actriz española pertenece al círculo íntimo del productor desde hace años. Y eso le ha valido estar en proyectos tan apetecibles como Nine (Bob Marshall, 2009). La máxima de Harvey Weinstein es muy clara: "Si eres mi amigo, te apoyaré hasta la muerte. Si eres mi enemigo, date por muerto". Cuando un productor se le adelantó en un festival comprando los derechos de Shine (Scott Hicks, 1996), cuentan que Harvey Weinstein le buscó por todo el hotel hasta encontrarle, le empujó contra la pared y le dijo: "Ya puedes ir buscándote un buen abogado porque voy a dibujarte de nuevo el culo".