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La fragmentación del movimiento: “Estás con nosotros o estás en contra”
En el gobierno de Bolivia hay un discurso y una práctica totalmente divergentes. Se fomenta el individualismo y se penaliza la toma de decisión comunitaria. Los movimientos sociales están casi en su totalidad subordinados al gobierno. Es vigente la consigna “estás con nosotros o estás en contra”. Pero además, no es sólo que te ignoran o no existes como fue hasta hace poco. No, ahora, tras las últimas elecciones, el gobierno parece decir: ‘sí, existes, y te aniquilo para que ya no existas’. Y entonces hay una fuerte campaña de desprestigio, de calumnia, muy baja, muy dañina, en contra de unos referentes sindicales o sociales que están en una posición fuertemente autónoma.
Yo creo que hay distintos factores. Por un lado hay una actitud general y por otra la presencia de cuadros medios en el gobierno que operan este tipo de políticas. Cuando Evo Morales llegó al gobierno, yo estaba preocupado por cómo es él. En el fondo, es una persona con sus legítimos objetivos. Por ejemplo, él siempre quiso ser presidente. Evo fue entre los promotores del referéndum del gas en 2004. Muchos estábamos en contra por considerar a la consulta una trampa. Él no, él negoció con el gobierno de entonces todo para poder acceder al mismo gobierno.
Yo creo que en esa ocasión, Evo utilizó a la gente. No me parece muy honesto, muy leal, que haya siempre utilizado esa capacidad de seducción muy propia de él para atraer gente, usarla y luego desecharla, inclusive de mala manera. Él es un caudillo y aquí no hay alguna horizontalidad del poder, no hay la más mínima intención de ofrecerle el poder a la gente. Aquí el poder está concentrado en una sola persona, y esa es Evo Morales. Él decide todo, da el visto bueno inclusive para los candidatos a alcalde en este país.
Además, se ha rodeado de gente que es muy condescendiente con él, algo que le gusta mucho. Yo vi actitudes hasta serviles hacia el presidente. No importa el pasado que tenga dicha persona, si segunda lo que dice el presidente está bien. En cambio, un compañero que nuca se ha vendido, que nunca se ha subordinado, o un sector que fue rebelde, que siempre fue autónomo, eso no es tolerado. Creo que es una mezcla de actitud personal junto a una red de personajes absolutamente descalificados que están ahí, en el gobierno.
Por ejemplo, yo ya no me puedo comunicar con él. La última vez fue hace dos años, ahora ni me comunican. Perece que estoy vetado para el gobierno. Y parece que la única forma para decirle que aquí estamos, aquí insistimos, aquí seguimos, no son las cartas públicas que le enviamos o los mensajes que le hicimos llegar por otras personas, sino la movilización. Por ejemplo, el gobierno organizó un evento para recordar los diez años de la ‘guerra del agua’ (en abril de 2010). Un evento partidario al que llegaron unas 500 personas y en el que se dio a entender que las conquistas de hace diez años fueron el logro de un grupo, de un sector.
En cambio, unos días después nosotros organizamos una marcha a la que acudieron más de diez mil personas y reivindicamos que no fue una parte la que ganó, sino que fue el resultado de la construcción colectiva, de un tejido social muy fuerte, muy generoso, muy transparente y sin discriminación alguna. Todo eso ya no existe. Hubo mucha fragmentación y cooptación por parte del actual gobierno. Por otro lado, se desprestigió a todos los que no quisimos entrar a ese juego.
Creo que la gente que está en el aparato tiene miedo hacia el poder que está abajo. Sucedió que cuando nos movilizamos, se asustaron porque vieron que fue la base social la que se manifestó, la base social de todo el proceso que llevó Morales a la presidencia, esa misma base que se movilizó primero cuando la ‘guerra del agua’. El canciller David Choquehuanca, a quien nunca vi en ninguna batalla, en ninguna parte, se dio el lujo de descalificar a la marcha diciendo que fue una marcha de la ultraderecha.
Es una falta de respeto y me indigna que un funcionario que nunca tuvo el valor de darnos la cara se permita descalificarnos. Además, si se considera que el MAS en las últimas elecciones perdió en las zonas urbanas, deberían de tratar de acercarse a esta gente, a esta base social que fue la misma que votó por ellos pero marchó con nosotros. Hay una ceguera absoluta, soberbia, desprecio a su propia gente.
La política laboral en Bolivia
El proyecto de reforma del código del trabajo en Bolivia – presentado el primero de mayo de 2009 – tiene dos grandes cargas para los trabajadores. La primera tiene que ver con la criminalización de la huelga, de la protesta. Hay nuevas reglas que se introducen, como por ejemplo que cualquier medida tomada por el sindicato debe de tener una mayoría de dos terceras partes, cuando ahora es suficiente el 50 por ciento más uno; además se propone que en caso de huelga, los trabajadores que no estén de acuerdo y quieran trabajar puedan hacerlo.
En el caso que un dirigente sindical u otro trabajador trate de impedir que se rompa la huelga, y lo agreda ya sea verbal o físicamente, a dicha persona se le puede ejercer una acción penal. Por otro lado, la propuesta excluye a todos los trabajadores del sector público del derecho a la huelga, es decir, todos los trabajadores del agua, luz, teléfono, comunicación, salud y de todo el aparato administrativo no podrán ir a huelga. De esta manera, se ataca directamente a la unidad sindical, a su posibilidad de acción unitaria.
Estas propuestas denuncian una visión individualista del sujeto trabajador. Nosotros queremos que se mantenga la visión colectiva, que sean los sindicatos quienes de manera organizada representen a los trabajadores. Tenemos aquí una ideología precisa que se está metiendo al interior del gobierno por parte de los tecnócratas. Por ejemplo, la nueva ley anticorrupción que se aprobó hace poco introduce la delación como método. Es decir, se sigue fomentando el individualismo, la desconfianza en el otro, por encima del colectivismo, de lo comunitario.
No hay un discurso oficial para la promoción de estas propuestas. Yo creo que hay gente que está metida, que se ha colado en el gobierno. A ellos les interesa conseguir dinero, recursos financieros, para que haya estabilidad macroeconómica. El mundo del trabajo, al igual que el agua, no les importa. De la misma manera, la vida cotidiana de la gente nos les interesa. En muchos sectores sociales, tras cinco años de gestión de este gobierno, no sólo no han cambiado las cosas sino que han empeorado.
Nosotros estamos con dos cosas en este momento. La primera es la lucha ideológica en contra del gobierno, en contra del individualismo, de la delación, de la criminalización de la protesta, pues lo que ni los gobiernos militares pudieron hacer, este gobierno lo está haciendo. Hay gente que se ha metido en el gobierno y, de manera muy subterránea, está negociando con los poderes económicos, con los empresarios. El proyecto laboral debe de haber sido consensuado con la patronal, no hay otra explicación. Pero como Evo Morales tiene una imagen muy fuerte, uno piensa que todo lo que hace está bien.
La segunda es tratar de resistir y conservar lo poco que ha quedado de esa ley general del trabajo que tiene más de 60 años, que sí, se ha convertido en algo contradictorio, desordenado, pero no por esto nos van a imponer algo regresivo como lo es el nuevo proyecto. Por ejemplo: este código (la propuesta gubernamental) legaliza el trabajo tercerizado. Ya en las líneas productivas, los trabajadores de planta y los subcontratados trabajan codo a codo y ni se reconocen entre sí. Existe el trabajador con todos los derechos y luego ‘el tercero’. Ni lo llaman compañero. Hasta el lenguaje te separa, te divide, te fragmenta te discrimina.
La comunidad y el sindicato
Ahora bien, nosotros tenemos unas raíces ancestrales que se refieren al concepto de comunidad. Ese sentir y actuar de la comunidad se está perdiendo y nosotros queremos recuperarlo. Desde nuestra perspectiva, el sindicato puede ser una réplica urbana de la comunidad, es decir que nadie nos pueda fragmentar ni dividir, que las decisiones se toman colectivamente y por consenso, que debe de haber una rotación en las responsabilidades, que pueda ser revocado el cargo, en fin, tal y como funciona en las comunidades andinas.
Urbanización acelerada, corrupción y narcotráfico en Cochabamba
En Cochabamba hay tres problemas. El primero es un proceso de urbanización muy acelerado. Desde el Estado se ha establecido que la tierra y el suelo son un negocio. De esta manera se fomentaron esas actividades absolutamente criminales de urbanizar todo: áreas de cultivo, parques de desarrollo forestal, etcétera. Todo esto está relacionado con el tema del agua. En la ciudad existen alrededor de diez mil pozos que son alimentados por los caudales que bajan desde las montañas. Ahora, esos pozos se están secando, tienen niveles muy bajos, lo cual obliga a mayores perforaciones. Frente a esta situación, no hay quienes lo paren pues todo se promueve desde el gobierno tanto nacional como local.
El segundo problema es el tema de la corrupción. Ya que no se ha cambiado esta institucionalidad corrupta, muchos compañeros que fueron a ‘cambiar al estado’, a ‘horizontalizar’ el poder, a crear una ‘institucionalidad participativa y abierta a la gente’ se han dejado transformar por el estado y se han vuelto corruptos. Un ejemplo es el caso de quien iba a ser el sucesor de Evo Morales que hoy está en la cárcel: Santos Ramírez Valverde.
Y el tercer tema es el narcotráfico que aquí en Cochabamba está acosando a las comunidades. Y es paradójico, porque cuando estaba la DEA (la agencia antinarcóticos de Estados Unidos) el problema estaba más controlado. Éste es un tema muy grave que habrá que enfrentar pues hay sectores de los mismos productores de hoja de coca que están entrando al negocio del narcotráfico. Y de seguir así puede que la hoja de coca que llevó Morales al gobierno quizás sea la misma que lo quite de ahí.
Discurso anticapitalista y práctica inconsecuente
Existen muchas contradicciones entre el discurso anticapitalista y antiimperialista y las formas de desarrollo promovidas que tienen un alto contenido capitalista. El caso de la mina San Cristóbal es ejemplar, como el plan del IIRSA. Es decir, lo que no pudieron hacer los de la derecha lo está haciendo este gobierno junto con Lula (presidente de Brasil). Estas contradicciones entre el discurso y la acción concreta no le permiten al gobierno ocultar las cosas que están ocurriendo aquí. El gobierno dice que todo esto es para juntar los recursos financieros para las necesidades de la gente y para establecer un grado de equilibrio con la naturaleza.
Pero allá en las comunidades, en donde la gente se opone, el gobierno descalifica inmediatamente a quien protesta o, en su caso, la suplanta con otros líderes enviados por el gobierno. En otros casos, el Estado está completamente ausente, lo que provoca que la gente quiera resolver los problemas por sí misma. Es por eso también que en estos cinco años hubo ya más de 60 muertos. Es el caso, por ejemplo, en Huanuni en donde hubo un enfrentamiento entre las comunidades que trabajaban las minas con cooperativistas y los trabajadores sindicalizados: por la disputa de un yacimiento, en octubre de 2006, 4 mil comunitarios, gente muy joven, se enfrentaron con los sindicalizados con un resultado de 17 muertos.
El movimiento autónomo
Es un momento muy difícil para el movimiento en Bolivia. Para comenzar no hay espacios para la autonomía. Ni indígena, ni municipal, ni nada de eso. Hay una fuerte imagen de Evo Morales que no permite la existencia de una voz autónoma. Pero la gente no es tonta y se entera que esto no está bien, aunque no se atreve a levantar la voz, pues hay ciertos niveles represivos.
Con este gobierno veo muy difícil cualquier espacio de autonomía. Es paradójico, pues este proceso fue impulsado por las autonomías, nadie nos decía qué teníamos que hacer, era una deliberación colectiva entre nosotros y ejecutábamos las cosas. Ahora eso ya no ocurre. De la autonomía pasamos a la subordinación absoluta.
Con respecto a este gobierno hay mucha esperanza tanto aquí como en muchas partes del mundo. El gobierno utiliza un lenguaje guevarista, marxista, antiimperialista que lleva a relaciones que a me preocupan. Por ejemplo, la relación entre Hugo Chávez de Venezuela, el presidente iraní Ahmadineyad y el gobierno de Bolivia. Antes de estrechar amistades, habría que ver qué pasa en esos pueblos. Por ejemplo, en Irán hay una fuerte represión en contra del movimiento obrero y en contra de las autonomías de los movimientos sociales.
Soy tan pesimista que no creo que el actual gobierno de Morales logre sobrevivir los cinco años (de su mandato). Va a darse una especie de desencanto en la gente. Me decía un viejo luchador campesino, de aquí, del barrio 1º de mayo, una zona muy empobrecida: “Estas victorias electorales del MAS (Movimiento al Socialismo, el partido de Evo Morales), esta imagen esperanzadora del gobierno, son el fruto del esfuerzo de nosotros; pero todo eso se está convirtiendo en una fiesta para los ricos de siempre”.
A pesar de que comienza a haber cierto descontento y desencanto entre la gente, mismo que se registra también en los resultados electorales que tanto interesan al gobierno, lo cierto es que la gente se siente de alguna manera chantajeada, porque si esto se derrumba, la pregunta es: “¿Qué viene después?”. Si esto se viene abajo, esto va a ser una fiesta para la derecha, que podrá decirle a la gente: “Ya tuvieron marxista, guevarista, indigenista…¿y qué hicieron?”. Y si todo se derrumba, como siempre los que pagaremos somos los que estamos abajo.
Perspectivas personales y colectivas
Ser indígena no es un tema de rostro, de rasgos, de color de piel, de vocabulario sino es un problema de actitud. El indígena es generoso y respetuoso con la gente, es transparente. Y este gobierno, aunque diga ser indígena, hace exactamente lo contrario: autoritario y desprecia al que no piensa como él. Por eso no quise asumir ninguna responsabilidad estatal, porque creo que lo que tu vives en tu experiencia cotidiana te hace cambiar tu visión de las cosas y tus actitudes.
He pensado qué hacer en este contexto. He platicado con mis compañeros y hemos discutido qué tenía que hacer ahora Oscar Olivera, esa figura que tiene aún una amplia base social. Y hemos decidido que me iba a lo más profundo. Opté por irme hacia lo más profundo de esa base social y buscar y establecer ahí una nueva trinchera de lucha que me permita sumergirme otra vez en la vida cotidiana de la gente, en sus preocupaciones y desde ahí reconstruir un tejido social ante el posible derrumbe.
Dejé de estar en los espacios públicos (la referencia es a la Mesa 18 que se organizó en ‘alternativa’ a la Cumbre sobre Cambio Climático organizada por el gobierno boliviano en abril de este año). Pensé que mejor me voy a la base y trabajo ahí en lo que más me gusta: hablar con la gente, percibir las preocupaciones de la gente, ir a las fábricas a informar a los trabajadores. Quizás mi última actividad pública fue la Feria del Agua, ya que la exposición pública me somete a los ataques del desprestigio del gobierno y esto comienza a agotarme.
Quería volver a la fábrica, pero la empresa ya no quiso. Entonces ahora me quedé aquí, organizando la escuela sindical y popular. Convertimos este lugar (la entrevista se lleva a cabo en el Complejo Fabril de Cochabamba) en un centro social de formación, información, organización e intercambio de saberes abierto a toda la gente, a todos los trabajadores, los nuevos y los viejos, los hombres, las mujeres. Es lo que tratamos de construir aquí: un espacio muy autónomo y muy crítico y que tenga la capacidad de preparar a la gente para que vayan a las comunidades, a los barrios, a construir esa autonomía.
Todo lo anterior con la perspectiva de pensar que la solución (a los problemas) está en la gente, ya no pasa por la política por como está concebida y practicada hoy. Poner nuestra gente en los aparatos estatales no sirve para nada. Definitivamente es un engaño. Al contrario, la solución para por la autogestión. Aquí en la ciudad, por ejemplo, tenemos unas fábricas que queremos tomar y autogestionarlas. Ya veremos.