Una de las categorías que suele pasar desapercibida y que más me gusta es la de mejor película documental. Este género me entusiasma y este tipo de premios sirve para descubrir films que de otra manera no conocería. Lo que lamento en los últimos años es la mayor presencia de documentales extremadamente militantes (tendencia culminada con el Oscar a An Incovenient Truth en el 2007). También creo que el nivel general de este año es más bien discreto, aunque también es verdad que el anterior estuvo por encima de lo habitual.
De los cuatro nominados que he visto, el documental que más me ha sorprendido ha sido Burma VJ. Dirigido por el danés Anders Ostergaard, narra las peripecias de un grupo de reporteros amateurs que grababan y difundían clandestinamente imágenes de las revueltas de monjes budistas contra la dictadura militar de Birmania. Es fascinante la importancia que tiene en nuestro mundo el poder contar con imágenes lo que sucede, y más aún en un país tan cerrado como éste donde si cogen a estos reporteros grabando les meten en la cárcel.
El mayor impacto del documental es la reflexión sobre la visibilidad de los conflictos en el resto del mundo. Las imágenes de estos anónimos reporteros de las manifestaciones de los monjes dieron la vuelta el mundo y las recuerdo perfectamente, sobre todo las que enseñan a los miliatres matando de un disparo a un fotógrafo japonés. Pero cuando aquello dejó de ser actualidad desapareció de nuestros telediarios y nos olvidamos de ello. Es duro ver que la situación en Birmania sigue igual, que la mayoría de los que grabaron esas imágenes fueron detenidos, su organización desmantelada y cómo ahora que no vemos lo que pasa deja de existir para nosotros.
La dificultad para realizar este documental es máxima, pues tan sólo cuentan con las mismas imágenes de los reporteros de dentro del territorio. El resto es reconstruido y servido al espectador a través de la historia personal de uno de ellos que tuvo que salir del país poco antes de las revueltas de los monjes y cómo él las vivió en directo a través de conversaciones telefónicas. Es un documental ejemplar, muy propio de nuestro tiempo y a la vez con una temática eterna. Lo recomiendo completamente.
Por contra, el más insulso de todos para mí es The Most Dangerous Man in America. Estructurado básicamente con entrevistas quiere parecerse a The Fog of War, pero está varios escalones por debajo del film de Errol Morris que ganó el Oscar en el 2004. Es una revisitación más de la guerra de Vietnam, en esta ocasión a través de la historia de Daniel Ellsberg, un analista del Pentágono de la época que decidió sacar a la luz documentos secretos de la organización que demostraban las mentiras del gobierno estadounidense para poder declarar la guerra.
Evidentemente, se trata de una historia muy interesante pero uno espera algo más de una película que es incluida por la academia de Hollywood como uno de los cinco mejores documentales del año. Lo han dirigido Judith Ehrlich (primera nominación a los Oscar) y Rick Goldsmith (segunda nominación tras la conseguida en 1997 por Tell the Truth and Run: George Seldes and the America Press).
El más entretenido narrativamente es The Cove, que también creo que es el máximo favorito para ganar la estatuilla. El film dirigido por Louie Psihoyos me recuerda mucho al Oscar al mejor documental del año pasado, Man on Wire. Uno y otro poseen una trama con todos los elementos propios de un thriller. En esta última sus protagonistas cuentan el intento de entrar en la torres gemelas de Nueva York, colocar un cable entre torre y torre y que uno de ellos se pasee por éste. Parece el robo de un banco. En The Cove el objetivo es conseguir imágenes de la matanza de delfines en una pequeña gruta de un pueblo de Japón, algo que nadie ha conseguido antes y para lo que no dudan en movilizar a un buen número de personas. Como dice su director en la película: parece Ocean's Eleven.
Tampoco le faltan los elementos reivindicativos y es una llamada de auxilio para la situación que viven los delfines, y cetáceos en general, en el mundo. La presencia de Richard O'Barry destaca por encima del resto por su trayectoria vital y por su capacidad de comunicar al espectador su mensaje. Empezó trabajando como adiestrador de delfines para la serie Flipper en los años 60 y ahora es el mayor activista para la liberación de estos animales que se encuentran en captividad. Un buen documental, emocionante y duro, y que no puede terminar de otra manera que no sea publicitando las formas de lucha que tiene a su disposición el espectador.
En la misma línea militante tenemos Food Inc. (dirigido por Robert Kenner), que tiene su valor en que abre los ojos del espectador a la realidad de la industria alimenticia. Estructurado pulcramente en bloques temáticos, uno detrás de otro, se nos desvela el estado de las granjas de pollo, la problemática con las semillas transgénicas de soja de Monsanto, la vista gorda de las autoridades correspondientes en asuntos de higiene alimenticia, la omnipresencia del maíz en la mayoría de productos, etc.
Es un documental muy sobrio y de carácter informativo que no aportará muchas novedades al espectador medianamente informado, ni sorprenderá al menos ingenuo, pero que acerca al gran público una situación comprometida como la de la industria alimenticia. En sus títulos de crédito finales no faltan los consejos sobre actitudes responsables y sostenibles a la hora de hacer la compra.
El quinto nominado es Which Way Home, producido por la HBO y que no he tenido la oportunidad de ver. Dirigido por Rebecca Cammisa, narra el periplo de niños emigrantes que cruzan todo México para llegar a Estados Unidos. A priori me parece muy interesante y duro, espero poder hacerme con él pronto.
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En el próximo post, las candidatas a mejor película de habla no inglesa.