Revista Cultura y Ocio
Sé que alguien pensará que no es lo más recomendable, tumbado en la playa o rodeado de un encantador paraje, leer un libro donde se nos narra el exterminio de una multitud de personas que merecen el mero calificativo de ‘insectos’, un libro donde los cuentos acaban tan mal como recién salidos de las manos de los Perrault, si no peor. No lo discuto. Sí daré sin embargo algunos motivos para que el lector pase por encima de estos prejuicios.
Partiendo de la convicción de que un libro es un método de protección solar superior a cualquier crema protectora creo que Oscuro bosque oscuro es un libro de fácil digestión y sin embargo altamente nutritivo. En primer lugar, es un libro escrito como si se tratase de poesía, con renglones quebrados. Pero no es esto, naturalmente, lo que asimila a este texto con la poesía sino la repetición (que alcanza hasta al propio título) de palabras y expresiones, esa aliteración que aparece siempre en los manuales como figura esencial del discurso poético. Y de lo siniestro, al decir de Freud. La historia, no engañaremos a nadie, lo es. Volpi no parece dispuesto a abandonar su fascinación por el nazismo (por el mal, sería más correcto decir, ya que a lo largo de la novela en ningún momento se mencionan ideologías, lugares ni tiempos concretos) y nos ofrece una historia donde hombres corrientes son alistados para recibir una instrucción cuya finalidad es el exterminio. Hasta ahí me permito contar.
Lo interesante, como casi siempre, no es tanto la historia, sino el modo en que está narrada, muy cerca de la oralidad y del tono de los cuentos tradicionales. El resultado: un inyectable literario de extrema pureza que transita directo hacia el imaginario del lector. Podríamos decir que Oscuro bosque oscuro es un cuento de terror para adultos. Interesante resulta asimismo cómo el autor introduce al lector en la obra, apelándolo continuamente, incluyéndolo como personaje que asiste y –tal vez- participa en la masacre, solicitando por parte del lector real un compromiso ético que lo aleja del usual efecto de ‘suspensión del descreimiento’ y que le obliga a preguntarse por su papel dentro de la historia, de toda historia, antídoto contra la generalizada condición del lector como mero espectador de la obra.
El verano, es cierto, es época propicia para la languidez y una saludable despreocupación. Conviene, sin embargo, como en esa famosa escena de Terciopelo azul, asomarse de vez en cuando bajo el césped que acaricia nuestros pies desnudos camino de la playa, la piscina o el lago.
Jorge Volpi
Editorial Salto de Página, Madrid, 147 págs.