Hoy, por mera casualidad y supongo que, por supino aburrimiento, he osado volver a olisquear en mi vestusto pero bien avenido blog. No por nada, por aburrimiento más que por interés. Por saber si seguía ahí, si alguien lo estaba leyendo, si había perdido lectores o vaya usted a saber por qué. El caso es que he vuelto a entrar. Y he vuelto a escribir. Después de un largo tiempo he vuelto a escribir en mi blog. Bitácora al que en su día dediqué tiempo y alma y que hoy, merced a montones de factores entre los que se incluyé, no lo negaré, la dejadez, languidece a la espera de ser retomado en una u otra dirección, que de todo hay en la viña del Señor y cómo en botica. No se que esperaba de él ni si lo retomaré con el espíritu combativo en que lo fundé. Tampoco si lo usaré cómo escaparate de mis logros o simplemente lo dejaré correr. Simplemente entré y aquí me veo, escribiendo.
Osaré hacer el esfuero de volver. Osaré volver a escribir. O no. No lo sé, quizás este sea el artículo de rigor para que 2016 no pase sin pena ni gloria sin ver si quiera un post escrito. No lo sé. Ignoro si me habrás superado la situación política o cofrade o si mis enemigos o amigos me superan a diestra o siniestra poniendo proa al ostracismo y popa a mi propia desazón. No sé si el blog merece qque siga escribiendo o que lo deje descansar en paz. Lo único que sé es que he vuelto a escribir. Algo, no mucho, que no lo he dejado pasar más y que he entrado. Esperaba haberlo visto desaparecer y mira, el blog sigue aquí. La esperanza de retomarlo también, las ganas... de eso no estoy tan seguro. El Hombre propone y Dios provee o no. Dejemos que el tiempo lo diga, que el ánimo se moje y que si tiene que ser sea, que tampoco estoy tan seguro.