Oslo nos recibía con una lluvia pertinaz, que nos iba a acompañar hasta la hora de zarpar, momento en el que el cielo de la capital comenzó a despejarse de nubes. Atracamos delante de la Fortaleza de Akershus, muy cerca del centro de Oslo. Se levanta espectacular, dominando desde la altura el Fiordo de Oslo, y hoy en día alberga el Museo de la Resistencia y el Castillo de Akershus, con el monumento nacional que conmemora a las victimas de la segunda guerra mundial en la plaza principal de la fortaleza. Desde las cubiertas del Queen Mary 2 pudimos divisar también, y por primera vez, la silueta angulosa y contundente del Ayuntamiento de Oslo. Ya en su interior pudimos visitar el decorado y amplio salón principal, donde tiene lugar en diciembre de cada año la entrega del premio Nobel de la paz, el único premio que se entrega fuera de Estocolmo.
Después de recrearnos con los murales de las paredes y de visitar una pequeña exposición, cruzamos la calle para consultar y recopilar algo de información extra en la oficina de turismo. Nuestra intención era pasear y ver lo más posible de la ciudad en el tiempo de que disponíamos. Y con esa idea nos fuimos caminando en busca de nuestro primer objetivo, el Parque Vigeland, un increíble espacio, mágico por decir alguna cosa, que nos fascinó. Un enorme conjunto escultórico, a cada cual más sorprendente, muchas de las esculturas describen emociones y escenas de la vida de los seres humanos. Una obra que ocupó toda la vida de Gustav Vigeland, y que queda explicada en el museo que se creó en su vivienda-taller. Más tarde retrocedimos sobre nuestros pasos para visitar el Palacio Real y sus jardines. Un sobrio edificio residencia de la familia real, que como no podría ser de otra forma, también tiene su cambio de guardia todos los días a la una y media de la tarde. La verdad que el largo recorrido que va desde el Parque Vigeland al Palacio Real está salpicado de interesantes edificios residenciales, muchos de estilo art decó, que hicieron el paseo muy agradable y que lamentablemente suelen quedar fuera de los circuitos turísticos.
Continuamos con la exploración de Oslo y la siguiente parada era una visita al instituto Nobel, pasando antes por la biblioteca nacional. Aunque en un principio, y dependiendo de los gustos particulares de cada uno, Oslo es la menos atractiva de las cuatro capitales escandinavas, no deja de tener rincones encantadores y un buen número de museos. Algunos como la Galería Nacional, el Museo Fram, el Munch Museo o el Museo Folklórico Noruego a las afueras de Oslo son algunos de los imprescindibles. Y ahí iba a comenzar nuestro dilema. Aún nos quedaba todo el centro de Oslo por explorar con lo cual se antojaba difícil visitar cualquiera de ellos. El habernos recreado largo tiempo en las maravillosas esculturas de Vigeland nos había pasado factura al tiempo que disponíamos para la visita de la ciudad. Después de unos momentos de indecisión decidimos dejar las visitas museísticas para otra ocasión, y continuar nuestro camino hacia el centro de la ciudad pasando por la Operahouse y la Universidad de Oslo, todos en los alrededores del Palacio Real. Oslo tiene un compacto centro histórico, que coincide con la zona más comercial de la ciudad, con animados cafés y elegantes edificios, y calles peatonales donde distraer la vista mirando escaparates.
La Catedral de Oslo fue nuestra siguiente parada. Con un interior decorado con tallas de madera en altar, púlpito y órgano, y convertida en centro de expresión del dolor de los noruegos. Sólo habían pasado unos días del atroz atentado sufrido en la capital , y los exteriores de la Catedral estaban llenos de ofrendas florales y velas. Se respiraba un ambiente especial mezcla de dolor, consternación e incredulidad. Aún había zonas del centro cortadas al tráfico y paso de peatones.
La última parte de nuestra visita a la capital de Noruega nos llevó hasta la estación central de Oslo, y de ahí a precioso edificio del Opera y Ballet Noruega. Un espectacular edificio cuyo tejado de piedras de mármol blancas encajadas, y que se adentra sobre el Fiordo de Oslo, permite andar sobre el tejado del mismo. Es como un gran iceberg varado en esta parte de la Bahía de Oslo.
Y con esta última visita nos fuimos yendo hacia el barco, bordeando la muralla de la Fortaleza de Akershus. Nos íbamos con la agria sensación de que se nos quedaban muchísimas cosas por ver todavía, y con el cansancio propio de todo un día de aventuras y descubrimientos bajo una persistente lluvia, que habían acabado por ahogar a mis zapatos marineros. Ya no dieron más de si en el vano intento de mantener mis pies secos. Pero nos quedaba la satisfacción del recuerdo de las cosas que hemos visto, y la ilusión de que pronto podamos regresar de nuevo a esta ciudad representante como ninguna otra de la paz. Después de cambiarnos de ropa nos preparamos para partir de Oslo y disfrutar de la navegación por el pintoresco y estrecho fiordo.
Instituto Nobel
Catedral de Oslo
Vista panorámica del Parque Vigeland. Las diferentes esculturas en granito son impresionantes
Monolito de 17 metros de altura y 121 figuras humanas desnudas
Detalle del monolito. Espectacular
Esta es sin duda la escultura de bronce más fotografiada. ¿Le buscamos parecido?
El Fiordo de Oslo está salpicado de pequeñas islas con coloridas casitas de madera
Navegando por el Fiordo de Oslo